
Dante Gebel, el outsider que puede desafiar a Milei
Sectores del sindicalismo y del peronismo coquetean con el pastor y animador que mueve multitudes y que no descarta candidatearse
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Italia fue la cuna del tecnopopulismo postideológico, “sustentado no ya sobre ideas, sino sobre algoritmos desarrollados por ingenieros del caos”, asevera el célebre ensayista Giuliano da Empoli en su libro homónimo. “Las nupcias entre el populismo tradicional y los algoritmos alumbrarían una maquinaria política formidable”, agrega.
En Ira y tiempo, una original historia sobre la furia en las sociedades de distintas épocas, el filósofo alemán Peter Sloterdijk recuerda que la Iglesia solía canalizar esa enorme rabia acumulada. Hacia finales del siglo XIX tomaron la posta los partidos de izquierda que preferían acumular las broncas sociales en una suerte de “bancos de indignación” al servicio de planes más ambiciosos, como la Revolución Rusa de 1917 y luego con la eficaz prédica gramsciana que permeó en la cultura progresista de Occidente hasta la actualidad.
En los primeros tramos del actual siglo nadie orientaba la cólera que las sociedades acumulaban. El enojo se volvió, por eso, más desorganizado expresándose en variados y hasta antagónicos movimientos antiglobalización y en estallidos periódicos en barriadas populares de distintas latitudes. Pero Da Empoli los ubica ya hace unos años reorganizados en “la galaxia de los nuevos populismos, los cuales dominan cada vez más la escena política” en distintas latitudes. Su denominador común es castigar a las “élites políticas tradicionales, a derecha e izquierda” a las que acusan de “traicionar el mandato popular y cultivar los intereses de una minoría atrincherada en lugar de atender los de la ‘mayoría silenciosa’”.
El talento de los “ingenieros del caos” reside, según Da Empoli, en explotar el vértice de la intersección entre la declinación de las organizaciones que “tramitaban” la rabia popular (Iglesia y partidos de masas) y el auge de “nuevos medios que parecen creados a medida para exacerbar las pasiones más extremas”, en el amplio mundo de las redes sociales.
En ese cuadrante aparece, y triunfa en el plano local, Javier Milei, en 2023 y ratifica su plena vigencia en las elecciones de octubre.
Pero, atención: la belicosidad funciona bien en tiempos de guerra, cuando el encendido fogoneo contra un enemigo externo común alienta una unidad monolítica nacional. En tiempos de paz, la irascibilidad constante fatiga y no es buena compañera para gestionar. Como recurso repetitivo acelera su deterioro, máxime si las sociedades, cada vez más impacientes, no perciben que recuperan su bienestar perdido en un tiempo prudencial. Aconsejado por sus asesores y, tal vez por propia convicción, el Presidente ha ido de a poco limando su verba deslenguada y se cuida un poco más en sus redes sociales. También busca rótulos más amigables, como el “Tour de la gratitud”, flamante dispositivo estrenado hace unas horas en Córdoba, consistente en una breve caminata en medio de una acotada marea humana a la que dirigió unas palabras con un megáfono, para contrastar con los actos hiperorganizados de pasados oficialismos.
Mientras el peronismo/kirchnerismo sigue desorientado y preso (literalmente con su presidenta a la cabeza con una primera condena en firme y prisión domiciliaria) y el Pro luce famélico, vampirizado por La Libertad Avanza, no es difícil imaginar que un nuevo outsider, otra figura inesperada ajena a la política (como lo fue Milei en su momento), pueda emerger en dos años para disputarle seriamente el poder a los libertarios. Pero con una novedad: ya no sería belicoso, sino conciliador.
En el horizonte ya se recorta uno con contornos muy definidos: Dante Gebel, el ecléctico pastor evangélico y animador televisivo que mueve multitudes en extendidas giras nacionales e internacionales. Hace unos días desbordó dos Gran Rex y hasta preocupó al inefable Gordo Dan (“No va a funcionar”, lloriqueó en sus redes y, de paso, anunció que el miércoles el Presidente despedirá el año en su programa en el streaming Carajo).
Gebel tiene 2.300.000 seguidores en Instagram, realiza millonarias donaciones y conduce un programa en El Trece y otro, en Radio 10. Constantemente va y viene de los Estados Unidos, donde vive.
Su último show, Presidante Tour, que juega con su nombre e ilustra en un afiche luciendo la banda presidencial, activó intensos sondeos en ciertos rincones del sindicalismo y del peronismo.
“No lo descarto”, le dijo a su amigo y socio Mario Pergolini sobre la posibilidad de ser candidato a presidente. A diferencia de Milei, no busca confrontar poque apela a una prédica mansa y redentora. Matiza su estilo de animador vibrante popular y anticuado con “mensajes de vida”, sketches y entrevistas a figuras estelares sin obsesionarse con lo religioso. Eso sí, dice tener un jefe de campaña imbatible: Dios.




