De la ilusión al desencanto, o a pensarlo mejor
¿Qué pasó con los Brics? ¿No eran la avanzada de un mundo nuevo? ¿No estábamos ante las puertas de una reconfiguración internacional, de una transición global de poder, de un cambio epocal?
Entre las casas de inversión, la ilusión ha dado lugar al desencanto. Se resaltan ahora los desafíos internos de los emergentes, como altos niveles de deuda, debilitamiento de las monedas, volatilidad creciente, caída de los precios de las commodities y crisis políticas desatadas por escándalos de corrupción como el petrolão brasileño. Además, la posibilidad de recuperación económica o de alza de las tasas de interés en Estados Unidos desvía las estrategias de inversión en favor de mercados más establecidos.
Los Brics en especial y los emergentes en general se beneficiaron de las persistentes bajas tasas de interés y de los gigantescos planes de estímulo monetario en Europa y Japón. Esto ha hecho más aceptable el riesgo en pos de una rentabilidad mayor. Pero el crecimiento en los mercados emergentes ha caído en el primer trimestre de 2015 a su menor nivel desde 2009, debido a exportaciones débiles y menores precios de las commodities. El FMI prevé que América latina y el Caribe se expanda 0,9% en 2015, su crecimiento más lento desde 2002. La producción industrial en China cayó en abril a su menor nivel en un año, mientras que la producción del sector privado en Brasil registró su descenso más acelerado en seis años.
El rol de las casas de inversión es clave, porque fueron las creadoras del acrónimo y las que sostuvieron la euforia. Fue el jefe del Departamento de Investigaciones Económicas Globales de Goldman Sachs, Jim O’Neill, quien en 2001 acuñó el término con el deliberado objetivo de identificar los mercados que en las próximas décadas ofrecerían a sus clientes tasas de retorno a la inversión por encima del promedio.
¿Un grupo unificado?
Goldman recomendaba a sus clientes el BRIC como una oportunidad. Pero desde las relaciones internacionales llamaba la atención tanto entusiasmo. Los Brics comparten entre sí ciertos factores geográficos –extensiones territoriales de dimensiones continentales, generalmente ricas en recursos naturales– y un perfil demográfico –combinados los cuatro países alcanzan casi 3000 millones de personas de un total global de 7000 millones–. Pero no parece que tengan demasiado que ver entre sí. ¿Qué es lo que convierte a cuatro países como Brasil, Rusia, la India y China en un agrupamiento unificado?
Geográficamente, los Brics están diseminados a lo largo de tres continentes y sólo China tiene fronteras con dos de sus otros socios emergentes. Brasil representa el 43% del área sudamericana y Rusia es un país transcontinental euroasiático. China y la India son claramente asiáticos, aunque para algunos asuntos geoeconómicos sea importante distinguir entre el este asiático chino y el subcontinente indio. Demográficamente, si bien los Brics son todos países con grandes poblaciones, Rusia no figura entre las cinco naciones con más habitantes. La ONU estima que para 2050 la India será el país más habitado del planeta, seguido de China. Brasil habrá caído al puesto ocho y Rusia no estará entre los diez países más poblados.
En lo comercial, sabemos que la proximidad geográfica es una variable para generar agrupamientos internacionales. La cercanía espacial está en la base de los procesos de integración económica regional –zonas de libre comercio, uniones aduaneras, mercados comunes–, ya que pueden esperarse ganancias en eficiencia por especialización y reducción de costos por ganancias de escala y coordinación logística. Pero los Brics no son un grupo como el Mercosur, la Unión Europea, Asean o la Unión Africana, cuya base es la contigüidad de las unidades que lo forman.
Tampoco los Brics son un grupo basado en la coincidencia de formas de organización de la comunidad política. Brasil, Rusia y la India son repúblicas federales en las cuales las unidades subnacionales –los 26 estados brasileños, los 23 estados indios y las 43 provincias rusas– tienen mayor autonomía y poder que las 23 provincias chinas. Dentro de estas estructuras, la organización gubernamental de representación también es diferente: Rusia tiene un sistema semipresidencial que combina presidente y primer ministro. En el sistema presidencialista brasileño el Poder Legislativo y el Ejecutivo son independientes y es el voto popular el que los elige por separado. Pero en el sistema parlamentario indio, es el Poder Legislativo el que elige al primer ministro. El modelo político institucional chino combina la república popular de partido único con un Estado unitario.
Hay un sentido de urgencia en los circuitos financieros globales –de Wall Street a Davos– por formular una tesis de inversión para el mediano plazo. Hoy varios nombres de la banca de inversiones compiten por instalar el nuevo paradigma que ordene los flujos financieros y oriente las carteras de inversión. Esperan también anotarse un éxito de marketing sintetizando el concepto en un acrónimo que se grabe fácilmente en la memoria y se convierta en marca registrada.
Pero importancia no es influencia, riqueza no es poder, las finanzas no son las relaciones internacionales. A la precipitación de los inversionistas se suma la desorientación de los académicos, que estamos ante un mundo en busca de paradigma, cuyas coordenadas globales son complejas, confusas y contradictorias. Con Brics parecía surgir un eje político no sólo de poder, sino también interpretativo, un punto de partida que permitiera reordenar el mundo sobre la base del clivaje Norte-Sur, o desarrollados-emergentes. No es tan fácil. Hay que pensarlo más. Y mejor.
El autor es especialista en Relaciones Internacionales y profesor de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT)