Depósitos camino a la hoguera
Hace casi un milenio, el primer sistema financiero de la historia había colapsado por sus excesivos vínculos con el Estado
Pocas cosas han levantado tanto la furia popular como las restricciones a los depósitos bancarios llamadas "corralito". Y esa bronca ha sido dirigida contra diversos objetivos: empleados bancarios, bancos, Corte Suprema, el Congreso, el gobierno nacional. No es que no existan motivos para protestar, pero tal vez convenga aclarar ciertas responsabilidades.
Desde el punto de vista de los depositantes existen tres tipos de riesgos por tener en cuenta en relación con el dinero depositado. El primero es el "riesgo comercial" y se refiere a la actividad bancaria como intermediario entre ahorristas e inversores. Podría ser que un banco evaluara mal el riesgo que presenta a quien está prestando el dinero y luego no pudiera recuperarlo en tiempo y forma. No es éste el riesgo que perjudicó a los depositantes argentinos, porque han sido afectados todos ellos y los errores en las políticas crediticias no suceden masivamente.
El segundo es el riesgo "sistémico". Se refiere a que la caída de un banco, por ejemplo, genere temor de que lo mismo ocurra con otros bancos y se produzca una corrida. En el caso anterior, si un banco sólido sufría una corrida existe la posibilidad de que solicite un préstamo a otro banco o venda sus créditos. Pero si son todos los bancos los afectados, ¿a quién recurrir?
Las soluciones de mercado para estas situaciones son básicamente dos: el free-banking , donde cada banco fija sus políticas crediticias y de reservas y el contagio masivo no podría extenderse, y/o el encaje del 100 por ciento, donde se requiere que los bancos mantengan en su poder todos los depósitos a la vista y presenten los fondos recibidos a plazo en los mismos términos en que los reciben. De esa forma el dinero siempre está cuando el depositante lo requiera. No obstante, el Estado ha querido ofrecer una solución a este tipo de problema y en muchos países actúa como "prestamista de última instancia". Ello viene siempre acompañado de otras políticas: la posibilidad de que el Banco Central emita dinero para socorrer a los bancos, el control y la supervisión que realiza el Estado realiza y, en muchos casos, alguna garantía estatal sobre los depósitos.
¿Pero qué sucede si el principal riesgo del sistema es el manotazo del Estado, aquel que supuestamente sería el salvador ante el riesgo anterior? Este es el tercer tipo de riesgo. En este caso no solamente el Estado no garantiza nada sino que además se teme con fundamento que se apodere de los depósitos de los particulares. La única posibilidad que tienen los depositantes en este caso es sacar sus fondos.
¿Qué es lo que ha sucedido ahora? Hay que descartar el primer riesgo, incluso la solidez de los bancos aumentó en los últimos años. Tampoco ha ocurrido el segundo riesgo, ya que la corrida que se originó no fue el resultado de la desconfianza de los depositantes en las políticas crediticias de algún banco. La corrida se debió al temor de que los fondos fueran incautados (o devaluados) por el Estado. Hoy se demuestra que esto es así porque la promesa de que recibirían la moneda en la que depositaron no habrá de cumplirse. Los argentinos pasaron de tener dólares, a tener dólares virtuales, a tener pesos devaluados virtuales.
Con los bancos sucede lo que sucedió con los templarios. Esta orden religiosa de caballeros fue fundada alrededor del año 1118 en Jerusalén por los cruzados. Sus miembros dedicaban sus vidas a servir a la Iglesia y a liberar la Tierra Santa de los "infieles". En busca de tal objetivo se convirtieron en la primera institución bancaria de la historia, operando internacionalmente por unos doscientos años. Los templarios asumieron como su obligación mantener la seguridad de los caminos que llevaban a la Tierra Santa. Observaban normas muy estrictas. Mantenían un estricto código de batalla que prohibía la rendición o la derrota, por lo que se convirtieron en temidos combatientes.
Aunque creada en la estricta pobreza, una serie de bulas papales le otorgó el derecho de retener los bienes capturados a los musulmanes. También podían aceptar donaciones y legados. Con esos recursos fueron construyendo una poderosa serie de fortalezas que permitieran cumplir su objetivo de mantener abiertos los caminos. Esas fortalezas se convirtieron en los lugares más seguros para depositar valores y la bravura de sus combatientes los convirtió en el mejor servicio de transporte de valores. Poco tiempo transcurrió para que un caballero francés pudiera depositar oro con los Templarios en París y ese oro se pagara a un acreedor en otra parte de Europa: los servicios bancarios y cambiarios habían nacido. Posteriormente, los templarios comenzaron a prestar dinero a los soberanos e incluso administraban sus bienes cuando éstos partían hacia las Cruzadas: Felipe II de Francia dejó en manos de aquéllos la recolección de impuestos mientras partía como cruzado. La casa central en París era ya uno de los principales tesoros de Europa. Pese a su pobreza individual, los templarios se convirtieron en una orden poderosa fuera del control de ningún país o rey. Eran un blanco atractivo. En 1295, Felipe IV de Francia quitó a los templarios el manejo de sus finanzas e instaló su propio Tesoro. Sus desesperadas necesidades financieras lo llevaron a reducir el contenido de plata de la moneda y a endeudarse. Y resultaba claro dónde estaba la riqueza que le hacía falta. En 1307 emitió una orden secreta que denunciaba a la orden El 12 de mayo de 1310, soldados franceses capturaron a 54 prominentes figuras de la orden y los quemaron vivos. Arrestaron también al gran maestro Jacques de Molay y a Geoffroi de Charney, quemados vivos el 18 de marzo de 1314. Fue el final de la primer institución bancaria del mundo y su relación con el poder de turno. El ataque a la orden destruyó este incipiente sistema financiero, el cual comenzaría a resurgir lentamente en aquellas ciudades italianas que garantizaban el respeto a la propiedad y el cumplimiento de los contratos.Los templarios no cayeron por el primero o segundo tipo de riesgo. Fue su vinculación con el Estado lo que determinó su colapso y el de sus depositantes. Algo similar le sucedió al sistema financiero argentino. No habrá hogueras de sus directivos, habrá un incendio de los ahorros de los argentinos.
Martín Krause es rector de Eseade.