Eduardo Valdés, el mediador entre el Gobierno y el Papa que tendrá su premio en el Vaticano
Dirigente del PJ porteño, volvió al ruedo político como mensajero ante Francisco, y fue propuesto como embajador en la Santa Sede
Eduardo Félix Valdés (57) nunca imaginó que estaría tan cerca de Dios como en este momento de su vida, ni aun cuando estudiaba en el Colegio Don Bosco de Neuquén, a la sombra de monseñor Jaime De Nevares. En el último año, ofició de correo argentino ante la Santa Sede. Y ahora está a punto de convertirse en el embajador del país en el Vaticano. Lo que se dice un regreso victorioso, si se tiene en cuenta que hace cinco años había sido echado del Gobierno por el mismísimo Néstor Kirchner.
"El papa Francisco habla de Cristina como su amiga nueva", dice, eufórico, mientras espera que aprueben en Roma su plácet antes de que sea enviado al Senado. A juzgar por los resultados, ha hecho bien la tarea. Cristina Kirchner le estará eternamente agradecida por sus buenos oficios de mediador. Y muchos otros integrantes del oficialismo, incluidos los dirigentes de La Cámpora, nunca olvidarán que gracias a él tuvieron sus cinco minutos de gloria junto al Sumo Pontífice.
Con la elección del argentino Jorge Bergoglio para el máximo cargo de la Iglesia Católica, Valdés vislumbró la oportunidad de regresar al entorno oficial. Tras las primeras palabras de la Presidenta al enterarse de que había sido nombrado un "papa latinoamericano", y sabiendo que no le resultaría fácil al Gobierno remontar la tensa relación que había mantenido hasta ese momento con el arzobispo de la ciudad de Buenos Aires, decidió escribirle un mail a la Presidenta. En pocas líneas le sugirió que Alicia Oliveira -reconocida militante de los derechos humanos a quien Bergoglio protegió durante la dictadura cuando no paraba de presentar hábeas corpus- fuera parte de la comitiva oficial que viajaría a la entronización del papa Francisco.
Al leer el mensaje, Cristina Kirchner lo llamó de inmediato y le pidió que cursara informalmente la invitación para ganar tiempo. Oliveira fue una invitada de honor en el Vaticano. Y el Papa supo apreciar el gesto de la jefa del Estado.
Sutil negociador
Desde entonces, cada vez que fue necesario, incluso ante la última invitación para que la Presidenta almorzara con el Papa en la residencia Santa Marta, en septiembre pasado, Valdés ofició de mensajero, también de sutil negociador.
"¿Y Juan Pablo Cafiero qué dice de este trabajito nuevo?", le preguntaban entonces quienes lo cruzaban por los pasillos de Casa de Gobierno. Era obvio que al hasta ahora embajador en el Vaticano no le agradaba demasiado la "intromisión" de Valdés en sus asuntos, y que a juzgar por el respaldo presidencial, había llegado el momento de empezar a preparar las valijas de regreso.
Al Papa se lo presentó el entonces cura Horacio Varela Roca, primo de Jorge Argüello, padrino de uno de sus hijos y actual embajador en Portugal. Corría 1998 y en la Legislatura porteña tenía lugar el debate por el Código de Convivencia Urbano. Valdés lo consultó en calidad de diputado porteño. Bergoglio acababa de asumir como arzobispo. Después volvieron a hablar cuando el inquieto dirigente justicialista se le acercó junto a Irma Roy con un proyecto que buscaba globalizar el salario mínimo. Y Jorge, como le decía entonces, lo ayudó a que el tema llegara a oídos de Juan Pablo II.
Como dirigente del PJ porteño, Valdés formó parte de la gestión municipal de Carlos Grosso en 1989, de la que se fue tras los indultos de Carlos Menem. Hacia 1995 se alió a Gustavo Beliz. Y en 2000 apuntaló a Irma Roy en la elección porteña, cuando fue candidata a la Jefatura de Gobierno por Unión por Buenos Aires y por la lista de PAIS, que también la postuló como primera legisladora. Conserva con la actriz una vieja amistad, igual que con la periodista Alicia Barrios, otra queridísima amiga, aseguran, del Papa.
Hasta que viaje al Vaticano, Valdés continuará recibiendo a sus amigos de la política en un viejo galpón convertido en bar de puertas cerradas al público, que está ubicado en el barrio porteño de Almagro. "Café Las Palabras" (el nombre del programa de televisión por cable que condujo hasta hace unos meses) reza el cartel que corona la tarima sobre la que están las estatuas, en tamaño real, de Tita Merello, Juan Domingo Perón, Evita, Raúl Alfonsín y Bergoglio. Unos metros más arriba balconea un perchero con el uniforme militar que lucía el General Perón en 1955. Su padre aborrecería este trofeo. Tan antiperonista era su familia que a él, nacido en 1956, lo apadrinó Eduardo Lonardi, presidente de la Revolución Libertadora.
Apenas unos metros a la derecha de su despacho nac&pop, justo al lado de su "cueva", como la llama, su esposa desde hace 29 años, psicóloga, la madre de sus dos hijos varones, dirige una escuela de educación especial. Y festeja que Eduardo haya sacado "todas sus colecciones" de la casa familiar. ¿Se llevará algunas a Italia?
Antes de que alumbrara esta etapa en su carrera política, la relación de Valdés con el Gobierno estaba interrumpida. El desencadenante había sido su participación en el conflicto diplomático con Cuba por la neurocirujana Hilda Molina, lo que terminó con un pedido de renuncia de parte de Néstor Kirchner, en diciembre de 2004, que tuvo que cursar su amigo de toda la vida, y entonces superior, el ex canciller Rafael Bielsa. Hasta el momento trabajan juntos en Aeropuertos 2000, la empresa que conduce el empresario Eduardo Eurnekian.
El conflicto se inició cuando la embajada argentina en Cuba permitió que la mujer y su madre fueran sus huéspedes mientras el Gobierno negociaba con Fidel Castro el permiso para que, después de 15 años, pudiera viajar a la Argentina a visitar a su familia. "La vida es un sube y baja. Hoy no sé si no haría lo mismo puesto ante la misma situación", dice. Atrás quedaron entonces los votos de confianza que le habían extendido los K.
A Kirchner y su esposa, Cristina, los conoció en la Convención Constituyente de 1994, donde a él le tocó representar a los porteños, y a ellos, a Santa Cruz. Nació entre ellos una relación cordial que lo llevó dos años después a parir la agrupación La Corriente Peronista, con la que el matrimonio desembarcó en Capital Federal. Más tarde, armaría con Bielsa el partido Gesta. Y hacia octubre de 1998 se convertiría en uno de los promotores del Grupo Calafate, fundacional para el kirchnerismo.
Alejado de la gestión oficial, Valdés volvió a ejercer el derecho. El primer caso público que tomó fue la defensa de Gabriel, el joven que denunció a Julio Grassi, y cuyo testimonio fue decisivo para que el ex sacerdote fuera condenado a 15 años de prisión, acusado de abuso sexual agravado y corrupción de menores. "A Dios lo que es de Dios y al césar lo que es del césar", dice Valdés que le dijo Bergoglio antes de pedirle que "hablara de Grassi, no del padre Grassi".
Bielsa volvió a tenderle una mano, esta vez acercándolo a Eduardo Eurnekian, cuya empresa preside. Hasta que recibió la invitación oficial para representar a la Argentina en la Santa Sede, Valdés estuvo al frente de un proyecto de construcción de un paso bajo la cordillera de los Andes (para unir por ferrocarril el océano Pacífico con el Atlántico).Una misión mucho más sencilla, no caben dudas, que explicarle al delegado de Dios en la Tierra qué tienen en la cabeza los representantes del pueblo argentino en la Rosada.