El aborto o la pobreza, ¿otro dilema ético?
Resulta difícil creer que estemos terminando este año debatiendo nuevamente la legalización del aborto en la Argentina. Ha sido este un año terrible para la humanidad. Nos ha tocado vivir la irrupción de una peste que se extendió por todo el planeta, mató de un modo espantoso a más de un millón y medio de personas, mientras que 68 millones de contagiados fueron afectados de diversas maneras, quedando muchos de ellos con secuelas que todavía no pueden evaluarse en toda su magnitud.
En nuestro país llevamos 40.000 muertos y nos acercamos al millón y medio de afectados. Pero la Argentina está enfrentando una profunda crisis que no es sólo sanitaria, sino que, producto de la pandemia, del ASPO, pero también de la inoperancia y de las expectativas de terror que genera este gobierno, ha afectado gravemente al aparato productivo, la educación, las relaciones familiares y hasta la salud psíquica de la población.
Mientras la pobreza se extiende de manera incontenible, afectando especialmente a los niños; mientras las familias temen por la continuidad de las fuentes de trabajo que sostienen sus hogares; mientras las empresas se van y nuestros empresarios buscan otros destinos donde invertir; y mientras nuestros jóvenes piensan en emigrar; la prioridad de este gobierno ha sido impulsar con urgencia el tratamiento de un proyecto de ley para la legalización del aborto.
En ese contexto, hace pocos días, se conoció un nuevo informe del Observatorio Social de la UCA que puso en conocimiento unas cifras alarmantes: el 44,2% de las personas son pobres, el 10,1% de las personas son indigentes y, lo más doloroso, el 64,1% de los niños viven en hogares bajo la línea de la pobreza.
Es realmente difícil entender por qué, en lugar de discutir sobre cómo vamos a solucionar todos los problemas urgentes y dramáticos que hoy nos apremian, estemos otra vez en el mismo debate que hace dos años, como en aquella película donde un día se repetía constantemente, El día de la marmota.
Entiendo que existen argumentos jurídicos y científicos que nos impiden legalizar el aborto, pero si la ciencia y el derecho no resolvieran la cuestión y tuviésemos que decidir en el plano de la ética, considero que ante el dilema que se presenta entre el derecho de la mujer a disponer de su cuerpo y la vida del niño por nacer, cualquiera sea la teoría ética que se transite, la mayoría de los referentes morales que valoramos los argentinos resolverían en favor de la vida humana. Por eso convocamos a una serie de docentes, intelectuales y referentes de distintos credos a participar del debate sobre el aborto y ofrecer sus opiniones en el plano de la ética porque, como sostuvo el papa Francisco, "el problema del aborto" no es un asunto "primariamente religioso sino de ética humana", anterior a "cualquier confesión religiosa".
Así fue como participaron del debate el padre Pepe Di Paola; el rabino Fishel Szlajen; el presidente del Centro Islámico Aníbal Bakir; los pastores Osvaldo Carnival y Jorge Sennewald; el obispo auxiliar de Buenos Aires, Gustavo Oscar Carrara; y la socióloga Ségolène Du Closel, pero llamó la atención que en la mayoría de las exposiciones las argumentaciones fueron haciendo foco en una mala o errónea elección de las prioridades.
De la discusión en torno al dilema entre el derecho de la mujer a abortar y el derecho a la vida del niño por nacer, se pasó a lo que parece ser otro dilema ético, entre la decisión de debatir sobre el aborto o exhibir mayor compromiso con el contexto social.
Quedaron resonando las palabras del padre Pepe, en la apertura del debate: "En medio de esta dolorosa situación, vemos con sorpresa y también con cierta indignación el apuro del Poder Ejecutivo por sancionar rápidamente la ley del aborto."
Esperamos que, finalizado el tratamiento de esta ley, no aparezca algún otro proyecto de ley que siga postergando el trabajo para la solución de los graves y urgentes problemas que está generando el inusitado aumento de la pobreza.
Diputada Nacional (Pro)