El arte moderno se renueva
La historia del Museo de Arte Moderno porteño, más conocido hoy como el Mamba, presenta una secuencia de largas décadas de olvido merced a las cuales, por infinitas circunstancias, no supo ser más que un museo fantasma, así considerado hasta risueñamente en el mundo del arte.
Nacido de la generosa pasión por el arte contemporáneo de Ignacio Pirovano, coleccionista, mecenas y crítico, en 1956, el legado de aquella valiosa colección debió aguardar que, por obra de la burocracia mezclada con la política, recién se aprobara en 1981.
En sus complicados inicios, fue la dirección del crítico de arte Rafael Squirru la que impuso su sello. El decreto de fundación establecía que su sede sería el Teatro Municipal San Martín, que en 1956 aún estaba en construcción y que recién pudo albergar este patrimonio artístico en 1960. Hasta entonces careció de sede o itineraba por otros museos como el Sívori, y también por galerías privadas. Incluso una embarcación exhibió sus obras en circuito flotante por varias ciudades.
Buenos Aires era cuna del invalorable aporte de artistas como Juan Battle Planas, Carlos Alonso, Antonio Berni, Raquel Forner, Ramón Gómez Cornet o Luis "Tatato" Benedit, así como de galeristas de la talla de Ruth Benzacar o el memorable colectivo del Instituto Di Tella.
Las expresiones artísticas renovadas de aquellas décadas convocaron también a mecenas como Amalita Fortabat, Carlos Pedro Blaquier, Eduardo Costantini o Eduardo y Ricardo Grüneisen, y promovieron el coleccionismo de muchos, como Marion Helft, todos ellos claves a la hora de dar visibilidad a las nuevas vanguardias.
Imposible no recordar también a Laura Bucellato, quien trabajó infatigablemente para apoyar y sostener la vida del Mamba desde 1997 hasta 2013, con la Asociación de Amigos del Museo.
En 1989 tuvo su sede definitiva en el que había sido el edificio neorrenacentista de la exfábrica de la tabacalera Nobleza Piccardo en la avenida San Juan 350. El espacio estuvo cerrado de 2005 a 2010 durante una primera etapa de ampliaciones que se continuó ahora con nuevas reformas estructurales gestionadas por el gobierno de la ciudad, que incluyen tres nuevas salas de exposiciones, talleres para escuelas, un café y la ampliación de la tienda.
Con la dirección de la reconocida Victoria Noorthoorn desde 2013, el acompañamiento de la gestión cultural por parte del gobierno porteño aseguró los fondos necesarios para que este espacio recobrara actualidad y diera cabida a las nuevas tendencias de las artes visuales contemporáneas cerrando de esa manera varias décadas de inciertos peregrinajes.
Aquella visión lúcida y progresista se plasma hoy en una puesta en valor de la sede del Mamba, con sus flamantes salas acondicionadas con tecnología de última generación.
Celebramos especialmente que aquellos fantasmas que amenazaban al Mamba hayan desaparecido. Convertido en faro del arte contemporáneo argentino, plural y abierto, exhibe hoy el genio y la inspiración de nuestros artistas locales. Se cierra un tiempo de incertidumbres y se abre un promisorio futuro para disfrute de las actuales y de las próximas generaciones.