El artista curador: otra forma de creación
Al asumir un nuevo rol, los artistas transforman con su mirada la delicada tarea de tomar decisiones sobre la producción ajena
Después del auge y la estandarización de la curaduría de muestras en museos y galerías, a tal punto que esa práctica se convirtió en objeto de estudio en carreras universitarias, se consolida ahora el trabajo de los artistas curadores.
Las experiencias se multiplican y cruzan perspectivas: rescates históricos, valorización de linajes, condensaciones temáticas o generacionales sirven para mostrar de manera original obras de otros artistas. Marcos López y Marcelo Pombo en el Museo Castagnino+macro de Rosario, Diego Bianchi en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Verónica Gómez en Colección Fortabat, Fernando Brizuela en la Bienal de Arte Joven, Andrés Waissman en Quadro, Carlos Herrera en Panal 361, Graciela Taquini en Fundación Klemm, Laura Ojeda Bär en el Centro Cultural Recoleta, Ernesto Ballesteros en Quimera, Ariel Authier y Francisco Medail en BA Photo son sólo algunos ejemplos de esta tendencia creciente.
Y aún resta por ver Les visitants. Una mirada de Guillermo Kuitca a la colección de la Fondation Cartier pour l’Art Contemporain, bajo la tutela de Guillermo Kuitca en el Centro Cultural Kirchner. La muestra, que se podrá visitar desde el viernes próximo hasta mayo de 2018, fue ideada como una segunda parte de la que el artista argentino organizó en París con obras de la Fundación Cartier en 2014. Además de los trabajos de grandes autores como Patti Smith, David Lynch, Hiroshi Sugimoto, Tony Oursler, Nan Goldin, Douglas Gordon y Adriana Varejão, Les visitants incluirá David's Living Room Revisited, instalación de este artista convertido en curador.
Un acto de servicio
Mientras tanto, en Colección Fortabat se exhibe hasta el domingo próximo Panorámicas, muestra de Eduardo Stupía curada por Verónica Gómez. Se trató de una colaboración potenciada, debido a la experiencia de Stupía en la curaduría de obras de colegas. Junto con Luis Felipe Noé, incubó hace once años La Línea Piensa, el ciclo de muestras de dibujos de artistas que aloja el Centro Cultural Borges.
“Hacer una curaduría es acompañar al artista a ser espectador de su propia obra –reflexiona Gómez-. Eso implica tomar una distancia. Y a veces no es fácil, porque los artistas estamos muy cerca de lo que hacemos. Una curaduría es un acto de servicio: estar al servicio del escenario que la obra desea.”
A veces, sin embargo, la obra y el artista pueden no desear lo mismo. ¿Qué ocurre entonces? “Es un trabajo de interlocución. De negociación. Hay mucho de intérprete, ¡de partera incluso! Como artista tengo la ventaja de conocer desde adentro los procesos de creación, los avatares anímicos de realizar una muestra, lo que puede darme mayor empatía con las vivencias del artista. Pero también corro el riesgo de tomar los objetos del otro como elementos de mi propia obra y hacer obra a través del otro.” Ese riesgo provee a estas muestras de un valor suplementario.
Para Stupía, el artista que ejerce el rol de curador no es, y probablemente no quiera ser, un técnico ni un especialista conceptual de la curaduría. “El curador profesional no artista lee, ordena y marca el territorio con criterios no sólo formales y estéticos sino también fuertemente políticos, en el sentido de las políticas del arte –observa–. El artista curador hace lo mismo, aunque no puede eludir su razón de ser como artista. Prioriza la curaduría del lenguaje y una vez resuelto (o no) ese problema, pondera cómo lidiar con las relaciones e influencias de la política curatorial.”
Marcas personales
También este año, el Museo Castagnino+macro de Rosario decidió invitar a varios artistas para que intervinieran su valiosa colección. El primero fue Marcos López, que ya había realizado en 2016 una instalación con obras ajenas en el CCK. Pública, en Rosario, fue otro caso límite de curaduría creativa, en la que el artista santafesino debió pedir permiso a varios colegas para realizar sus arriesgadas transformaciones.
Así, una obra de Claudia Fontes se mantuvo colgada a poca distancia de una cama con vidrios y una de las pinturas de edificios futuristas de Roberto Aizenberg invadió la planta baja del museo. Los integrantes del taller de pintura El Hurón Rojo siguieron con entusiasmo las instrucciones de López en pos de sus quiméricas visiones.
El segundo artista invitado fue Marcelo Pombo. En Rosario Remix. Nuevos y otros artistas del Grupo Litoral, en exhibición hasta el 11 de noviembre, el creador del virtual Museo de Arte Argentino y Regional rastreó los contrapuntos entre figuración y abstracción, vanguardia y tradición, modernidad y regionalismo que poseen las obras conservadas en los depósitos del Museo Castagnino.
La noción de remix –manipulación, combinación y edición de materiales ya existentes para crear una obra nueva– se ajusta a la propuesta de Pombo. Su “deseo de intervenir” se vuelve visible en una exposición que ronda el homenaje, la invocación y la apuesta por una identidad artística múltiple.
“Traté de jerarquizar las obras de los expositores y, al mismo tiempo, dejar la marca de frivolidad humilde y delicada que caracteriza desde siempre mi trabajo”, cuenta Pombo. En su trabajo se celebra la ambivalencia entre lo ridículo y lo sagrado; cortinas, marcos y manteles baratos crean umbrales de misticismo y reverencia popular ante las obras expuestas.
Referente de la “generación del Rojas”, el artista admite haberse “soltado más” con las obras de Claudia del Río y Melé Bruniard, colegas muy reconocidas del Litoral. “Eso me permitió traspasar fronteras y crear mayor confusión en cuanto a la autoría –señala-. En el caso de Melé tuve la autorización generosa de su marido, Eduardo Serón, que también está incluido en la muestra. Veo las mesas con manteles y carpetitas llenas de portarretratos con imágenes de Claudia y Melé como una manera de mostrar el arte de un pueblo modesto que no posee paredes.”
Libertad expresiva
“Pensar la figura del artista curador como singularidad es plantear la posibilidad de emergencia de una narrativa espacializada que desarticula los modos de exhibición del museo –postula Jorge Zuzulich, director de la carrera en Gestión e Historia de las Artes de la Universidad del Salvador-. El artista curador modela la muestra con la misma libertad con la que da forma a su obra y, probablemente, se diferencie del resto de las modalidades curatoriales por cierta libertad expresiva que caracteriza su hacer. Los criterios de selección, las temáticas que cruzan la relación entre obras y la espacialización son desplegadas con la misma intensidad con que modela una obra de arte. Quizá, el momento extremo de esta dinámica aparezca representado por un fuerte grado de indistinción entre obra y muestra; por un sentido ensayístico que se apodera de su hacer y que, al igual que en el género literario, borra los límites entre obra de arte y crítica.”
Hacia esa frontera sin fronteras parece avanzar la curaduría entendida como una más de las bellas artes.