
El dólar en el año 2005
Por Alieto A. Guadagni Para LA NACION
1 minuto de lectura'
Cuál será el valor del dólar en 2005 es la pregunta clave para considerar las perspectivas de la economía mundial el próximo año. Cuando esta nota se escribía, había que entregar 1,34 dólares para comprar un euro; el día 26 de octubre de 2000 esa operación costaba apenas 0,83 dólares. Al considerar el futuro de la moneda americana es importante entender las causas de su persistente desvalorización.
Comencemos por señalar que, en los últimos cinco años, Estados Unidos pasó de un moderado superávit fiscal a tener un gran déficit; este deterioro equivale nada menos que a un 6% del PBI. Lo grave es que ahora este déficit no se financia con inversión privada externa de carácter voluntario, sino por los bancos centrales de otros países. No debería sorprender que, a medida que aumentaba en los últimos años el déficit fiscal, simultáneamente ocurría lo mismo con el déficit en la cuenta corriente del balance de pagos (los famosos déficit "mellizos"). Este déficit, que era apenas del 2% del PBI hacia fines de los años 90, ahora se ha triplicado y alcanza a 1700 millones de dólares diarios; por cada dólar de exportación de bienes existen casi dos dólares de importación. Este desequilibrio externo es hoy el principal factor potencial de riesgo para la economía mundial, ya que es inevitable su corrección; la cuestión es cómo se hará.
Los países en desarrollo son hoy importantes fuentes de capital internacional. Desde el año 2000, los bancos centrales de estos países (sobre todo asiáticos) han aumentado sus reservas de divisas en más de un 100%. Luego que los inversores privados dieran, en los últimos meses, un paso atrás respecto de inversiones en acciones y bonos en dólares, estos bancos centrales se han convertido en la principal fuente de financiamiento para el doble déficit de los Estados Unidos, comprando los bonos que el Tesoro emite sin pausa para financiar el presupuesto.
Mientras la acumulación de reservas de estos países ha contribuido a mejorar su situación financiera externa, la reserva de dólares que poseen representa hoy una fracción muy grande de sus activos. No resulta evidente que quieran seguir incrementando en el futuro estas reservas absorbiendo nuevos bonos del Tesoro. Suponiendo que el deseo de estos países (más Japón, Corea y Taiwan) por adquirir bonos americanos disminuya, se acentuará la desvalorización del dólar; en este caso, los intereses deberán aumentar en los Estados Unidos para motivar a los inversores a reingresar al mercado norteamericano. Pero un incremento en las tasas de interés tendría un impacto recesivo ya que afectaría el crecimiento mundial al reducir los niveles de inversión y consumo. Además, la suba de la tasa de interés perjudicaría a muchos países en desarrollo que están fuertemente endeudados. El significativo riesgo de estas consecuencias negativas hace que sea urgente corregir ya los desequilibrios estructurales que debilitan al dólar.
Es cierto que no habría que descartar, en el corto plazo, un intento de las autoridades monetarias del Japón y de Europa por evitar una caída pronunciada del dólar, debido al efecto negativo sobre la competitividad de sus exportaciones. Estos intentos pueden llegar a ocurrir, pero tendrán efectos transitorios mientras no se encare la causa fundamental de la desvalorización del dólar: el enorme déficit fiscal de los Estados Unidos.
La debilidad del dólar no es una fatalidad y puede ser superada, ya que el déficit externo se puede corregir desde ahora, gradual y ordenadamente, a partir de una mayor responsabilidad fiscal; en este caso, no habrían mayores problemas para la economía mundial. Pero el problema sería una postergación de las ineludibles medidas estructurales de carácter fiscal por falta de liderazgo político.
En este escenario de ajuste fiscal tardío o insuficiente en los Estados Unidos, tendríamos un golpe grave a la prosperidad global, por el efecto mundialmente recesivo de fuertes alzas en las tasas de interés o devaluaciones bruscas, que ocurrirían si el problema externo no se encara ya en su misma raíz, es decir, las cuentas fiscales en rojo.

