El Mercosur en su laberinto
En un sentido económico importante, el Mercosur está en un laberinto. Esta situación le impone costos como institución, pero además, lo que es mucho más serio, está imponiendo costos crecientes a cada uno de los países miembros. El lado más visible de esta situación es la falta de progresos para llegar a acuerdos comerciales que abran oportunidades de negocio y crecimiento a los países miembros. La Rueda Uruguay no abrió mercados para productos agropecuarios y agroindustriales, y la actual Rueda de Doha está encaminada hacia un fracaso.
Por otra parte, durante la última década el número de acuerdos comerciales notificados a la Organización Mundial del Comercio (OMC) creció en aproximadamente 150 por ciento, es decir, en diez años más que durante los primeros cuarenta del GATT. Este crecimiento se explica por una serie de factores de los cuales el más importante es la falta de respuesta del sistema multilateral para disminuir el proteccionismo. Ante este lento progreso, sobre todo en los productos de mayor interés exportador para los países en desarrollo, los países buscan mercados a través del regionalismo. Esto significa un costo para los países que no participan del proceso porque cada acuerdo genera desvíos de comercio -redireccionamiento de importaciones en contra de terceros países y a favor de los nuevos socios- y este proceso acumulativo va erosionando sus posibilidades de exportación.
Desde su creación, el Mercosur sólo ha firmado dos acuerdos de integración comercial: uno con Bolivia y el otro con Chile. Por su parte, Chile ya tiene firmados siete acuerdos de libre comercio (con Canadá, América Central, Corea del Sur, EFTA, Estados Unidos, México y la Unión Europea) y siete acuerdos de complementación económica (con Bolivia, Colombia, Cuba, Ecuador, Mercosur, Perú y Venezuela). México es otro ejemplo de un país que ha firmado varios acuerdos (Nafta, con la Unión Europea, Chile, Colombia y Venezuela, Costa Rica, Bolivia y América Central). Incluso Estados Unidos, creador y defensor del sistema multilateral nacido en la posguerra, ha firmado recientemente y sigue negociando activamente varios acuerdos comerciales.
Pérdida de exportaciones
Estos y muchos otros países han concluido que es fundamental implementar una estrategia regional agresiva que proteja los mercados de exportación para sus productos. En relación con ellos, el Mercosur no ha progresado. Esta situación está erosionando el acceso a los mercados externos de los países miembros de manera progresiva y acumulativa.
Unos pocos ejemplos ilustran las consecuencias de este proceso. Dos acuerdos comerciales de la década del 90 que han generado impactos negativos sobre las exportaciones del Mercosur son la expansión de la Unión Europea (UE) para incluir Austria, Finlandia y Suecia, y el Nafta. Entre las exportaciones que la Argentina perdió se incluyen las de manzanas a Suecia y de tabaco a Austria. Por su parte, Brasil perdió las exportaciones de jugo congelado de naranja a Suecia. En estos y muchos otros casos, fue la UE la que desalojó a nuestros países. También el Nafta ha desplazado nuestras exportaciones. Por ejemplo, en 1994 la Argentina exportó 78 millones de dólares de aceite de girasol, mientras que en 2000 sólo exportó 3,6 millones. En este caso, fue Estados Unidos el que nos desalojó del mercado mexicano.
Los estudios econométricos muestran que el grueso del impacto económico de los acuerdos regionales se agota en unos diez años con posterioridad a su firma. Según esta estimación, los beneficios económicos más importantes del Mercosur ya fueron internalizados por los países miembros y, salvo que logre expandirse, ya no se presenta como una fuente importante de crecimiento. Por el contrario, varios acuerdos firmados recientemente por muchos países nos sacarán oportunidades de exportación durante los próximos años. Pero el regionalismo de otros países seguirá avanzando y con él se seguirán acumulando los costos para un Mercosur estático. Para dar sólo algunos ejemplos de futuros acuerdos que desplazarán nuestras exportaciones, cabe mencionar la expansión de la UE hacia varios países del centro y este de Europa, que se producirá a breve plazo, y varias negociaciones que está encarando Estados Unidos con Australia, Marruecos y América Central, entre otros.
La alternativa del ALCA
¿Cuáles son las causas de que el Mercosur esté en un laberinto? Si bien en la actualidad la crisis profunda que están atravesando los países miembros le ha quitado protagonismo internacional, el problema de la falta de una visión exportadora viene de mucho antes. Si bien hay serios problemas operativos (cuatro países se tienen que poner de acuerdo sobre que quieren del futuro socio, es mucho más fácil que un país solo lo pueda hacer), el problema central lo veo en los actuales objetivos fijados para el Mercosur.
En el comunicado conjunto de prensa de enero de 2003 de los presidentes de la Argentina y Brasil, se fijan entre los principales objetivos los de profundizar, institucionalizar y crear una moneda común. Estos son todos objetivos de muy largo plazo que están disociados de la realidad que urge a nuestros países, que es precisamente la necesidad de abrir mercados y exportar. Por ejemplo, a casi cincuenta años de su creación, la UE está debatiendo la Constitución Europea lo cual es un claro ejemplo de que el objetivo de institucionalizar no tiene un punto final. Estos objetivos son funcionales a los intereses proteccionistas de nuestra región, pero no a sus intereses exportadores. La única puerta para ganar mercados que el Mercosur puede abrir para salir de su laberinto es a través de la adopción de una estrategia regional mucho más activa, y sobre esto la reciente declaración presidencial no dice nada.
¿Qué hacer? Esta es una pregunta que merece una reflexión política profunda y está relacionada con los costos y beneficios de continuar con el actual esquema del Mercosur. Ante un nuevo fracaso del sistema multilateral, tendremos que movernos de manera mucho más decidida en busca de una estrategia regional que abra mercados a nuestros productos. Nuestro modelo de integración busca emular al europeo, pero nuestra realidad sugiere que no es el adecuado. Hay una larga cola de países que quieren integrarse a Europa, pero el Mercosur no enfrenta colas de países que quieran integrarse con él. Son nuestros países los que tienen que salir a buscar socios.
El próximo presidente tiene que determinar qué hacer en un mundo donde el proteccionismo agrícola continúa y donde el Mercosur no avanza en sus negociaciones regionales. Entre todas las alternativas que están actualmente abiertas, la que promete los beneficios más importantes en términos de nuevas oportunidades exportadoras es el ALCA, porque promete abrir los mercados de nuestro continente, incluyendo los agrícolas, y porque elimina numerosas reglas de origen incluidas en los acuerdos ya firmados dentro de nuestro continente. ¿Está el Mercosur claramente a favor de este objetivo?
Finalmente, si los intereses de los países miembros no coinciden en una visión común sobre las necesidades de abrir mercados, se deberían considerar los costos y beneficios de transformar el Mercosur en un acuerdo de libre comercio. Un beneficio de esta transformación es abrir la puerta para que cada miembro salga del actual laberinto y avance hacia acuerdos de integración que considere más estratégicos para su crecimiento económico.
Julio J. Nogués es profesor de las universidades del CEMA y Di Tella.