El museo de las relaciones rotas
Los croatas Olinka Vistica y Drazen Grubisic terminaron con una relación de 20 años. Se repartieron los muebles, la música y los libros; el dilema fue el conejo de juguete que llevaban juntos en sus viajes: era un símbolo demasiado importante. “¿No sería maravilloso que hubiera un lugar al que toda la gente en el planeta pudiera enviar objetos después de un rompimiento?”, propuso Olinka y fue este el origen del Museo de las Relaciones Rotas de Croacia, el lugar donde se exhiben los recuerdos de cientos de amores malogrados.
Dirigido por la expareja, el Museo de las Relaciones Rotas es una de las principales atracciones turísticas de Zagreb. Donantes de todo el mundo envían sus recuerdos; no importa que sean cursis o tontos: el amor es cursi, también sus reliquias. Hay zapatos blancos (“trató de imponerme su sentido de la moda”) o unas agujas de acupuntura sin usar (“cuando terminamos dejé de sentir dolores en la espalda”).
Cada donación es una forma de decir yo también estuve ahí. Yo amé.
Algo más...
Al museo hoy llegan recuerdos de parejas destruidas por el exilio y la emigración. Un soldado yugoslavo donó su pierna ortopédica: dice que conoció a su pareja cuando perdió su pierna, pero que la prótesis duró más. Como dice el tango: “Qué grande ha sido nuestro amor. Y, sin embargo, ay, mirá lo que quedó”.