El pequeño mundo de los perfumistas
Tengo un amigo que es perfumista. Nos conocimos cuando éramos chicos y salíamos a fumar y a tomar a escondidas por las calles de su barrio, en Tigre. Después él se fue a vivir a un sótano en Nueva York, años más tarde se mudó a un moderno departamento en París y ahora trabaja en San Pablo. Hace algunos fines de semana vino de visita y en un bar, mientras tomábamos una cerveza, me contó cómo hizo para pasar de ser un cantante de una banda de Heavy Metal del conurbano bonaerense a crear fragancias pensadas para los nuevos perfumes de Paco Rabanne, Givenchy o Antonio Banderas.
“Muchas de las cosas que consumimos tienen un olor que podríamos reconocer con los ojos cerrados”, me dijo. “El champú, la pasta de dientes, el interior de un auto nuevo, un pañal limpio, una salsa de tomate, un zapato a estrenar. Acá, en la Argentina, existen varias empresas que desarrollan y venden estos aromas pero ninguna hace perfumería fina mainstream y yo quería ser perfumista”.
Así, supe que existen no más de cinco empresas que crean, en sus laboratorios, distintas fragancias para la mayoría de las marcas de perfumes que vemos en las estanterías del free shop. Y cada una de estas compañías tiene sus perfumistas estrella. El resto, son discípulos, como mi amigo.
“¿Cómo hice? Mandé un email. Estuve varios días preparándolo. Primero estudié a la persona a la cual se lo iba a enviar: si era un loco creativo o un empresario ejecutivo, si encaraba por el lado de la emoción o del desarrollo profesional. Con esa carta logré tener dos entrevistas en Nueva York. Vendí mi Fiat 147 y saqué pasaje”.
Él sabía que el único camino posible era lograr que alguno de estos perfumistas más reconocidos del mundo lo apadrinara y, para eso, era necesario trabajar, en cualquier área, dentro de alguna de estas empresas. Estar cerca. Estar ahí.
“Y sabía, también, que si lograba entrar serían años de entrenamiento. Así que cuando llegué a Nueva York fui a las dos entrevistas y, por suerte, me contrataron en una de ellas”. Cuando dice "suerte" pienso más en la perseverancia y la valentía que necesita un hombre para lograr transformarse.
Esa noche nos quedamos hasta tarde en el bar. Hablamos de su día a día como creativo en el laboratorio, de cómo los latinoamericanos suelen usar fragancias distintas a los europeos. Me contó que el Good Girl de Carolina Herrera tiene potencial de convertirse en un “clásico”, con la sobredosis de un tonka bean que en esas cantidades solo se usaba para blends masculinos; que el Nº5 de Chanel es el perfume más vendido porque salió justo después que terminara la guerra y dicen que quedó impregnado en el recuerdo de muchos como el olor a la libertad. Que yo, sin saberlo, siempre elijo y huelo a fragancias creadas por un mismo perfumista, aunque los frascos sean de distintas marcas. Como si en mi casa tuviera cuadros de un solo artista y no supiera ni su nombre.