El renacer de las juventudes militantes
El asesinato del militante del PO Mariano Ferreyra y la muerte de Néstor Kirchner mostraron que toda una nueva generación se había acercado a la política, convocada por una renovada fe en la participación. Cómo es el mapa de esta nueva militancia juvenil, qué causas la movilizan y quiénes son sus máximos referentesLaura Di MarcoPara La Nación
Viven el 2001 como una fecha fundacional. Como la bisagra de sus cortas biografías. Eso explica que hoy se sientan un poco hijos de aquella crisis, que amenazó con llevarse puesto el futuro de su generación como un tsunami terminal.
Ya en la era K, aquellos chicos que en 2001 eran adolescentes o empezaban a serlo fueron convocados, de un lado y otro del mostrador, por las múltiples batallas que abrió el kirchnerismo en la sociedad: la pelea con el campo, el debate por Ley de Medios, el matrimonio igualitario, la puja con el mercado, expresada en la estatización de las AFJP, de Aerolíneas Argentinas, del Correo o, más recientemente, en la tensión que genera la participación de directores estatales, jóvenes de La Cámpora en algunos casos, en varias de las principales empresas privadas del país.
El crimen del militante del Partido Obrero Mariano Ferreyra a manos de una patota vinculada con la Unión Ferroviaria empujó todavía más la movilización juvenil a las calles. Meses antes, en 2010, había sido el reclamo por mejoras edilicias, que desembocó en una ola de tomas en los colegios secundarios y luego se extendió a las universidades. Y, finalmente, la muerte repentina de Néstor Kirchner, que dejó ver el despliegue de las juventudes kirchneristas -con La Cámpora como nave insignia-, terminó de formatear lo que hoy se recorta como una novedad: el regreso de los jóvenes a la participación política, aunque en diferentes grados de compromiso, aproximación y modalidades militantes.
"Hay una activación del campo de la política, que no está acotada a un espacio en particular, aunque haya juventudes más visibles que otras", señala el investigador Sergio Balardini, especializado en temas de juventud. "Así -agrega- se configura un nuevo clima de época para las juventudes en general, marcado por el retorno de la fe en la política, que vuelve a ser vista como una herramienta para generar cambios en la sociedad".
Pero no se trata sólo de una renovación de la fe en la política como herramienta de cambio. Según añade la antropóloga platense Mariana Chaves, especializada también en cuestiones de juventud, a eso se suma además una renovada creencia en que desde el Estado se pueden producir cambios.
Todo un cambio de paradigma, dice Chaves, también investigadora en el Conicet, si contrastamos esta nueva realidad con el clima de época dominante en los 90, en que el Estado era percibido, en el mejor de los casos, como una cáscara vacía (al igual que los partidos tradicionales) y, en el peor, como un órgano represor. Chaves recuerda que en 2001 la mayoría de los muertos fueron jóvenes. "Sin embargo, hoy pujan por acceder al Estado, vuelven a querer jugar en la cancha de la política tradicional, entendida como aquella que disputa el poder a través de las elecciones".
Para la politóloga María Matilde Ollier, hoy se da un fenómeno de doble entrada. "Por un lado, existe un sector del oficialismo que ha impulsado a sus jóvenes a un plano visible de la política. Y por el otro, franjas de la juventud que, sin ser militantes kirchneristas, se encuentran atraídas por un discurso que privilegia el tema de los derechos humanos frente a los horrores de la dictadura".
Efectivamente, los derechos humanos y la precarización laboral son los dos ejes más convocantes de la agenda joven. Se calcula que en la Argentina hay alrededor de un millón de chicos que no estudian ni trabajan -los llamados ni ni-, mientras que el trabajo precario golpea fundamentalmente en los menores de 30 años.
El punto es qué se entiende por defensa de los derechos humanos, un campo que parece marcar una divisoria de aguas entre las juventudes oficialistas y las opositoras. La líder de los jóvenes Pro, Soledad Martínez, que a los 28 años es la diputada más joven del Congreso, lo explica desde su punto de vista: "Cuando recorro el país, veo que los jóvenes se preocupan por las mineras, por la ecología, por la defensa de los recursos naturales, pero no veo mucha inquietud por los temas de los años setenta, que no vivimos".
Según los investigadores consultados para esta nota, hay realidades que definen el nuevo mapa de la militancia. Por ejemplo, el retorno de la cuestión generacional como marca de distinción interna para acumular poder (tanto los jóvenes oficialistas como los opositores están reclamando espacios en las listas electivas en tanto representantes de la juventud); la creación de espacios jóvenes novedosos, como los surgidos en algunos movimientos sociales (el Darío Santillán o el Movimiento Evita, por caso, que cuentan con su propia juventud), o el ensayo del gobierno santafesino de Hermes Binner de crear un gabinete joven.
Dos rasgos originales distinguen, además, a la nueva generación política, según revelan las investigaciones de campo: la valoración de la diversidad -en los años 70, recuerda Chaves, la militancia joven castigaba la homosexualidad, por ejemplo- y la inclusión de la alegría y los deseos. "Hay que militar, pero con alegría, te dicen en las entrevistas", sostiene.
Toda una diferencia si comparamos este ideal con el clima sacrificial de los 70 y la melancolía que tomó a los ochentistas una vez pasada la primavera democrática.
Jóvenes y poder, un nuevo mapa
Pero, ¿qué pasó para que esta nueva generación, parida bajo la matriz de 2001, se haya decidido a quitarle el polvillo a esa reliquia llamada militancia? Y además, ¿cómo se configura el nuevo mapa de las juventudes militantes?
Con discursos y hechos, observa Balardini -y más allá de la calidad o veracidad de esos hechos, aclara-, el kirchnerismo construyó un clima de época que interpela a la juventud. Lo explica: "El kirchnerismo diseñó un escenario en el que juegan todos, y lo construye incluso con sus propias derrotas, como sucedió con la pelea del campo: con la 125, el Gobierno perdió, pero triunfaron la política y la participación juvenil, convocada tanto desde el oficialismo como desde la oposición".
A favor y en contra, también la ciberpolítica joven explotó en la Web, y una auténtica blogósfera militante floreció tras aquel Big Bang que resultó ser la confrontación con el campo.
Chaves apunta en cambio a razones que exceden el marco del kirchnerismo. Encuentra una explicación para la nueva efervescencia militante en el proceso de cura de las secuelas del terrorismo de Estado, que sólo se mitigan con el paso del tiempo. "Entre 1985 y 2001, el disciplinamiento del ?no te metas' hizo su trabajo -asegura-. La política era una palabra sucia por su asociación con la subversión, primero, y con la corrupción, después. En los noventa, el Estado no existía, y la política era entendida como administración y gestión. Luego vino 2001, y los jóvenes comprobaron que saliendo a la calle y participando junto con sus padres se podían producir cambios drásticos. Eso fue un impacto muy fuerte para ellos. Entonces, dijeron: ?Ya que no meterse no funcionó, entonces metámonos".
Hay, claro, distintos grados de aproximación, en una escala que va desde el surgimiento de una nueva sensibilidad de los jóvenes hacia la política en general y sus debates hasta el compromiso máximo de la militancia formal.
Digamos que la única juventud orgánica, que funciona como en tiempos del bipartidismo tradicional, es la radical. Y conviven con ésta los "espacios jóvenes", con un bajo nivel de institucionalidad y formalidad, sobre todo dentro de las fuerzas nuevas, como la Coalición Cívica, el Pro y Proyecto Sur.
Sin embargo, vale aclarar que la JR también cambió su piel. Después de 2001, surgió con fuerza La Cantera Popular, una corriente análoga a La Cámpora, que nace en la debacle de la UCR y en sintonía con el experimento de la Alianza. A La Cantera pertenecen hoy el presidente de la JR, el sanjuanino Nahuel Ibazeta; el titular de la JR capital, Patricio Isabella, y el presidente de la FUA (Federación Universitaria Argentina), Hernán Miranda, además de varios candidatos ya incluidos en las listas, como Hernán Rossi, postulado como candidato a diputado por la Capital.
Entre las juventudes K se destaca obviamente la organización fundada por Máximo Kirchner, La Cámpora, que por estos días también está metida en la disputa de espacios de poder, y no sólo en las listas legislativas, sino además en gobiernos locales -intendencias- y empresas, entre otros espacios de poder. Pero distan de ser los únicos: la Juventud Sindical, liderada por Facundo Moyano, compite en peso y capacidad de ejercer presión.
A mediados de abril, el hijo del jefe camionero convocó a sus seguidores a un congreso en Chapadmalal donde se discutió la participación política de los trabajadores. Federico Sánchez, un militante moyanista del Sindicato de Peajes y Afines, joven cercano a Moyano Jr, lo explica: "Sólo en los momentos en que los trabajadores discutimos de política mejoró la distribución de la riqueza".
Sánchez resalta que la precarización laboral es una bandera fundamental de su generación. "A nosotros nos llega la precarización de los telemarketers, que en su mayoría son jóvenes en su primer empleo, y que tienen niveles de explotación similares a los 90", dice. Se trataría, en definitiva, de los efectos a largo plazo de las políticas neoliberales de esa década.
Daniel Mojico, referente de la Juventud Socialista, muy activa por estos días en la campaña del Frente Progresista Cívico y Social en Santa Fe, disiente: para él, el 34% de los jóvenes que trabaja en negro son un producto del famoso modelo K.
En los últimos días surgió además el espacio Jóvenes x Scioli, en respaldo del gobernador bonaerense, quien, por lo visto, no parece confiar en el apoyo de los jóvenes cristinistas para su propia campaña. Por ahora, los chicos de Scioli tienen militancia virtual.
Las juventudes filoperonistas se completan con la JP Evita, dirigida por Leo Grosso, que retoma las banderas históricas del peronismo, y la agrupación Kolina, que responde a Alicia Kirchner. Federico Martelli y Mariana Grass son dos de sus referentes y, a la vez, son funcionarios del Ministerio de Desarrollo Social: ellos también creen en la importancia de ocupar lugares en la estructura del Estado.
De las entrevistas con los protagonistas surge que, mientras las juventudes opositoras de la UCR, la Coalición Cívica y el Pro están más preocupadas por los llamados nuevos derechos humanos, como el matrimonio igualitario, el cuidado del medioambiente, el combate a la trata de personas, la reivindicación del reclamo de los pueblos originarios, las víctimas de la inseguridad vial o la violencia de género, los filoperonistas -con la Juventud Sindical y los "camporitas" incluidos- junto con los jóvenes de Proyecto Sur, el PO y el socialismo agitan banderas que apuntan a la política macro, básicamente a la mejora en la distribución de la riqueza. Claro, es una generalización.
Las fuerzas más nuevas, como Pro, la Coalición Cívica y Proyecto Sur, nuclean varios "espacios" de juventud. En el macrismo, por ejemplo, además de los jóvenes Pro, hace poco se lanzó la GAP (Generación Argentina Política), una corriente universitaria cuyo referente es Martín Maquieyra.
Los hijos de Lilita, por su parte, tienen dos expresiones: Jóvenes por la Igualdad, cuyos referentes son las legisladoras Rocío Sanchez Andía, Fernanda Reyes y Facundo Di Filippo, y Tendencia Dínamo, comandada por el politólogo Damián Morán y Maxi Ferraro, quien por estos días pelea un lugar en la lista de legisladores porteños en nombre de su espacio.
Pino Solanas, en su Proyecto Sur, tiene distintos referentes juveniles, como Fernando Tocco o Juan Valdés. Pero los temas que lideran su agenda, como la defensa de los recursos naturales y su cruzada contra la explotación minera a cielo abierto, convoca desde el vamos a un público joven, preocupado por estos temas.
Cerrando la brecha
La fractura de 2001, dice Balardini, abrió una puerta para la participación de los jóvenes por la que no entraban los partidos políticos. O entraban aquellos que entendían la política de un modo distinto, como la izquierda dura. De hecho, la crisis fue una oportunidad para el PO, que hoy, a diez años del "que se vayan todos", sigue pisando fuerte en la UBA.
Como dice Alejandro Lipcovich, reelecto presidente de la FUBA y militante del PO: "El hecho de que durante estos últimos diez años hayamos liderado en la principal federación universitaria del país revela, en primer lugar, que la juventud participó activamente en el recambio político de 2001, y, en segundo término, que el kirchnerismo no estuvo en aquella lucha".
Es que el salto a la política tradicional vendría recién algunos años después, acota Balardini. "Es a partir de 2005 cuando lentamente empieza a cerrarse la enorme brecha que había entre la juventud y los partidos tradicionales".
Un dato aporta más claridad a este fenómeno. En 2005, la Fundación Friedrich Ebert realizó una investigación, comandada por Balardini, para medir el nivel de participación de los jóvenes. Primero se les preguntó si asistirían a un acto político, y sólo un 14% respondió afirmativamente. Y luego se les consultó por el grado de interés en temas de salud pública, educación y derechos humanos, y las respuestas positivas treparon, significativamente, al 80%.
Justamente, la brecha que se va cerrando es la que conecta a la acción política con la mejora registrada de todas esas áreas. El sociólogo Marcos Novaro, también docente en la UBA, tiene sus dudas respecto de la calidad de esta efervescencia joven: "Los veo muy centrados en la pelea política y no tanto en la formación de nuevas camadas preocupadas por construir buenas políticas públicas", señala.
La buena noticia es, tal vez, que los jóvenes no están pensando hoy en recurrir a la violencia para provocar cambios. Y aunque por ahora se centren más en la confrontación que en la construcción, siempre se trata de ideas y no de armas.
No parece poco en un país que, demasiadas veces, apostó a la violencia política como matriz para parir la historia.
SEMILLEROS DE LA POLÍTICA
El renovado interés por la participación política se expresa hoy en la calle, en el debate público y mediático y, también, en los espacios de formación y militancia juvenil surgidos en la órbita de las distintas fuerzas:
Gestar: el instituto de estudios y de formación política para jóvenes del PJ fue inaugurado por Néstor Kirchner en junio de 2010.
Instituto Moisés Lebensohn: dirigido por Hernán Rossi, ex presidente de la Juventud Radical.
Fundación Encuentro por la Democracia y la Equidad: ofrece charlas y debates organizados por el partido de Martín Sabbatella.
Formación 2.0: una propuesta que une política y tecnología, orientada al universo joven, desde el GEN de Margarita Stolbizer.
Jornadas en la Biblioteca Nacional: inauguradas por la JP Evita y La Cámpora, sobre las bases del proyecto nacional y popular.
Cemupro: un espacio de debate y formación de los jóvenes socialistas ligado a Hermes Binner.
Hanna Arendt: el instituto de Elisa Carrió apunta a la rama joven de la Coalición Cívica.
Taller de Peronismo en la UBA: bajo el lema "peronismo es hoy kirchnerismo", fue impulsado por la Cámpora en Sociales.
Formación Pro: instrucción integral para los jóvenes macristas: ofrece desde oratoria y estudio de las campañas políticas hasta gestión de gobiernos locales. Colabora la Fundación Konrad Adenauer.
Charlas en la CGT: organizadas por la juventud sindical en la sede de la CGT para los jóvenes trabajadores. Disertan allí ministros, economistas y líderes de los organismos de derechos humanos. En abril organizó su primer congreso, en Chapadmalal, sobre sindicalismo y política.