
El siglo de Jean Piaget
Por Antonio M. Battro Para La Nación
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El testamento espiritual de Jean Piaget (1896-1980) fue que la niñez es el período privilegiado de la creatividad. Un nuevo siglo está por nacer y será, como otra niñez, un desafío para crear un mundo mejor. Quienes tuvimos la suerte de colaborar con Piaget aprendimos a incluir el aporte de muchas disciplinas en una misma construcción intelectual.
En el Centro Internacional de Epistemología Genética convergían muchas tendencias de la matemática, física, biología, psicología, lingüística, educación, historia y filosofía. Científicos y pensadores de numerosos países se reunieron durante 25 años en un trabajo común, intentando enriquecer las intuiciones geniales de Piaget con los aportes específicos de cada disciplina. Los Archivos Jean Piaget guardan activamente esa memoria y hoy pueden ser consultados con provecho. Muchos conocimientos actuales sobre el desarrollo cognitivo surgieron de esa enorme tarea de conjunto. De alguna manera, el siglo XXI ya había comenzado en Ginebra gracias a la obra monumental de Piaget.
En particular, Piaget alentó los primeros trabajos relacionados con la génesis del conocimiento y los autómatas al invitar al joven matemático sudafricano Seymour Papert para que liderara el grupo dedicado a la "inteligencia artificial". Su presencia y actividad constituían casi una provocación en los apasionados seminarios del Palais Wilson, sede del Centro, a comienzos de la década de los 60. Las ciencias de la computación abrían ya un camino fecundo para la psicología evolutiva, pero seguramente nadie podía imaginar entonces su impacto en las ciencias de la educación. Poner computadoras en manos de los niños parecía una utopía. Piaget murió sin haber visto la eclosión de esta revolución cultural, que él había contribuido a gestar. Papert se trasladó al poco tiempo al Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y desarrolló junto con Marvin Minsky una tarea formidable. Fue el creador del lenguaje Logo, decisivo en la aplicación de la informática en la escuela. Entre nosotros fue Horacio C. Reggini quien lo desarrolló y perfeccionó. Hoy ya nadie es ajeno al uso de las tecnologías digitales en el ámbito educativo.
¿Qué nos deparará el futuro próximo? Seguramente un nuevo salto cualitativo en la educación gracias a las comunicaciones digitales, Internet, videoconferencias y realidad virtual. Pero la apropiación de una novedad tecnológica implica la creación de un hábito, en este caso de un hábito digital. Como lo vivimos junto a Piaget, en la transición no hay recetas, pero existe la decisión explícita de crear un nuevo espacio de reflexión y de investigación que se va ampliando hasta que la idea madure.
Para producir un cambio sustancial de esta envergadura no hay un único camino, sino una compleja red de influencias recíprocas que nos permitirá enriquecer nuestra identidad cultural si la sabemos compartir adecuadamente.
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