El viejo truco del acuerdo
Aunque demasiado viejo y conocido, los políticos argentinos nunca dejan de repetir el truco. Una y otra vez. Difícil saber si es por desesperación, ingenuidad, pereza intelectual o desprecio a la inteligencia ajena. Cada uno opte por la razón que más le guste o le parezca más realista y verosímil. Intuimos que pocos elegirán la opción dos. Cada vez que los funcionarios se ven deslizándose hacia el fondo y sin frenos buscan la ayuda que rechazaron cuando iban con viento de cola hacia la cima. Lo hizo Cambiemos y lo intenta Todos. Que en este rubro bien podrían llamarse Sigue Igual y Algunos.
Convertido en mítica meca, el Pacto de la Moncloa aparece una y otra vez como anzuelo, propaganda u oferta de ocasión para captar ilusos, cazar oportunistas o complicar a adversarios. La referencia extranjera tiene lógica. En el pasado argentino sobran pactos, acuerdos y tratados frustrados, violados o fugaces. Desde el Tratado de Benegas, en 1820, hasta el Gran Acuerdo Nacional de 1971 o el Pacto Social de 1973. Una larga historia de desacuerdos. Un truco que, por viejo, repetido y a destiempo, como los chistes, ya no causa gracia. Ni efecto. Ni consenso. El mago necesita ser un poco más creativo. Y, sobre todo, mucho más confiable y creíble.