Empresas familiares: el desafío de enfrentar positivamente la pandemia
No es una novedad que las pymes son vitales para el funcionamiento de la economía argentina. Actualmente en el país existen aproximadamente unas 750.000 pymes, de las cuales casi la totalidad son empresas familiares. Puede afirmarse que, además, representan cerca del 80% de la ocupación de mano de obra privada, el 50% del PBI, y cerca del 10% del total de las exportaciones del país.
Los desafíos que enfrentan las organizaciones son variados y complejos. Además del conocido contexto político y financiero, las propias limitaciones de estructura interna son parte de una realidad que se debe saber abordar, ya que, generalmente, los directivos están más abocados a resolver las urgencias del día a día que en poder aplicar herramientas de planificación estratégica. Esto convive también con las dificultades surgidas a raíz de la irrupción de la Covid-19 y las consiguientes limitaciones para la apertura de locales y caída del consumo, sumado al desafío de mantener un staff profesional sólido, dado que deben competir con empresas de mayor estructura que pueden ofrecer mayores remuneraciones y otros beneficios.
En lo que tiene que ver puntualmente con las empresas familiares, los desafíos se multiplican por lo vincular: conflictos del pasado que afloran en la cotidianeidad junto con problemas en la sucesión o en la asignación de las remuneraciones que recibe cada uno de los integrantes de la familia. Otro problema no menor puede darse con los familiares que no trabajan en la empresa, pero son herederos de las acciones del emprendimiento, quienes muchas veces tienen una idea sobredimensionada de cuánto gana una empresa sobre su facturación (generalmente estiman que la rentabilidad es superior al 50%, cuando en realidad ronda el 5%). En este sentido, es recomendable realizar periódicamente reuniones con todos los accionistas actuales y potenciales para ofrecer un escenario realista y terrenal.
El escenario actual de la pandemia dificulta aún más la viabilidad de las pymes, podríamos decir que en cierta manera están sobreviviendo las que buscan ser más profesionales y competitivas. De esta manera, es determinante que los directivos puedan abocarse a lo estratégico y aprendan a delegar, que no es otra cosa que permitirles a algunos colaboradores que se equivoquen.
Por otra parte, hay una concepción errada en las pymes de creer que profesionalizarse consiste en contratar personal formado, cuando en primera instancia lo que se debería hacer es capacitar a sus mandos medios para que apliquen herramientas que les permitan tomar decisiones profesionales. Y, en caso de necesitar ampliar el staff, priorizar los perfiles y competencias necesarios, no incorporar personal solo por necesidades operativas. Esta situación se complejiza en las empresas familiares cuando se contrata a alguien más por una cuestión relacional que por sus propias capacidades. No suelen respetar el consejo: “nunca contrate a alguien a quien no pueda despedir”.
La competitividad es, como decíamos antes, uno de los aspectos claves para poder afrontar esta realidad tan desafiante. Por eso las empresas deben analizar las ventajas competitivas, una tarea delegada por el trajín del día a día. Es clave profundizar en qué es lo que quiere y valora de nosotros el cliente, y qué es lo que ofrece la competencia y que el cliente también pondera. Además, siempre en caso de que se pueda, es recomendable bajar los costos y ofrecer mejores precios de venta. En definitiva, ser una organización flexible y consciente de sus límites, pero también de sus puntos fuertes.
Docente de la Licenciatura en Administración y Sistemas del ITBA