En la cumbre
Tiger Woods obtuvo ayer su octogésimo triunfo en la PGA, el principal circuito del golf masculino. Está a dos victorias de alcanzar el récord del gran Sam Snead. Pero la noticia no es esa, sino que volvió a ganar después de haber padecido una serie de problemas físicos y, sobre todo, de haber caído en una honda pendiente de ánimo tras estar involucrado en un escándalo que lo puso en el ojo de la tormenta, lo distanció de las grandes jornadas deportivas y alejó a los sponsors. Pero volvió.
Hace muchos años, conversando sobre uno de los grandes maestros del periodismo, un colega del oficio observó que todos deseábamos ocupar el lugar de privilegio (y poder) que ostentaba aquel jovencísimo cronista parlamentario devenido estrella de la profesión, pero ninguno de nosotros era capaz de levantarse a las 3 de la mañana para leer todos los diarios. Era una imagen, claro: nos encandila el éxito, pero hiere nuestra vista el arduo camino que lleva a esa cumbre. Conviene atender esa enseñanza en tiempos en que todo, incluso el triunfo profesional, parece ser apenas el fruto de la sagacidad y la inmediatez. Detrás, siempre, está la persistencia en el trabajo. Es la disciplina que, tras un período de amargo ostracismo, recobró Woods e impulsó su triunfal regreso.