Entrar en la senda del desarrollo
Si un país quiere entrar en una senda de desarrollo sostenido e inclusivo, debería cumplir dos condiciones básicas: accionar dentro del marco jurídico y planificar políticas pensando en qué país se quiere dentro de 20 o 25 años. Desde hace alrededor de un siglo venimos incumpliendo ambas condiciones. Pensar que un solo partido político, en un par de períodos presidenciales, puede sacar el país adelante es una ilusión. Hemos tenido muchísimas alianzas preelectorales y ningún acuerdo postelectoral.
Cada partido que llegó al poder o cada facción que lo tomó pensó que podía manejarlo solo, sin consenso. Cada nuevo gobierno siempre fue un volver a empezar, y con cada nuevo comienzo fueron creciendo el escepticismo y la resignación de la sociedad. Así, se fueron agregando sucesivas capas de intereses sectoriales y sucesivas rupturas contractuales que licuaron el valor de nuestra moneda y generaron un Estado disfuncional.
Hemos padecido la trágica patria militar, la contratista, la sindical, la financiera, la empresaria, la peronista, la nacionalista, la radical, la liberal, la popular, la kirchnerista, la piquetera, etc. No queremos más adjetivos para la palabra "patria", no queremos más elecciones solo para elegir alguna corporación que nos gobierne. Necesitamos una democracia fuerte e inclusiva donde nuestros representantes sean capaces de lograr políticas consensuadas. Si seguimos manteniendo las mismas estructuras y repitiendo intentos hegemónicos, no esperemos resultados distintos.
Tenemos que mirar alrededor y ver quiénes conformamos el país, aceptando el conflicto inherente a nuestras diferencias y no plantear nuevas fundaciones, sino manejarlo con el diálogo. Tenemos que encarar juntos cambios estructurales y luchar en el mismo bando para que la corrupción no sea sistémica y las corporaciones vinculadas al Estado no se perpetúen en este.
Es imperioso que los distintos partidos acuerden pactos de gobernabilidad y políticas macroeconómicas de largo plazo. Este acuerdo tiene que establecerse al principio del nuevo gobierno para no volver a cometer el mismo error de buscar refundar la patria por sí solo. Más, necesitamos una cultura de acuerdos que nos permita evolucionar pacíficamente ante los desafíos que el tiempo nos imponga.
Es un error pensar que una sola fuerza política puede realizar los cambios estructurales que necesita la Argentina. Una fundación unilateral nunca tendrá larga vida, en cambio, una bilateral, con sus controles y balances entre ambas partes, será fructífera. Echarse las culpas y no dialogar constructivamente es una garantía de seguir en el corto plazo apagando incendios y transitando de crisis en crisis, independientemente de quién sea el presidente y el ministro de economía. El otro nunca dejará de existir, lo han probado nuestros 200 años de historia, a pesar de que gobiernos de uno y otro signo buscan ser cada uno el fundador de una nueva Argentina.
Para sentar las bases de un desarrollo inclusivo y sustentable es imprescindible buscar un amplio consenso mayoritario en el Congreso y que el costo político no caiga sobre las espaldas de un solo partido. Es necesario que nuestros representantes políticos tengan la humildad y la valentía de entrar por este camino inédito en la Argentina. Esto generaría un cambio de percepción en la sociedad y en los mercados, y quizá sea el principio del fin del bimonetarismo y la inestabilidad económica en nuestro país. Sería ingenuo negar que acordar en plena crisis y dentro de un período electoral es extremadamente difícil, pero justamente por eso se generan la urgencia y la oportunidad. A eso lo llamaríamos grandeza. ¿Podrá ser esta vez? Y si no es ahora, ¿cuándo?
Serebrennik es ingeniero agrónomo; Calles, licenciado en Economía, y Madanes, licenciado en Economía y en Filosofía
Diego Serebrennik, Pablo Madanes y Roger Calles