Escasez de medicamentos
El desabastecimiento de las estanterías de las farmacias -que afecta a varios medicamentos de consumo masivo- es probablemente atribuible a las alternativas que está afrontando la economía nacional
El desabastecimiento de las estanterías de las farmacias -que afecta a varios medicamentos de consumo masivo- es probablemente atribuible a las alternativas que está afrontando la economía nacional. Si tan preocupante situación persistiera o incluso tendiera a agravarse, se convertiría en una amenaza para la calidad de vida de la sociedad en su conjunto.
Desde hace varios días, el público comenzó a notar la falta de algunos productos farmacéuticos esenciales. Ese dato de la realidad fue corroborado por la denuncia formulada por el titular de la Confederación Farmacéutica Argentina, quien planteó la advertencia de que algunos de los grandes laboratorios estarían disminuyendo sus entregas, ya fuese por falta de stock o porque alentarían la intención de facturar en dólares en un futuro cercano.
Cualquiera que sea el ángulo desde el cual se la analice, la situación es compleja, a pesar de que hasta el momento los precios de los medicamentos no han sido incrementados. Según la entidad gremial mencionada, en muchas provincias las farmacias permiten que sus clientes abonen sus compras con bonos, pero las droguerías que las aprovisionan de medicamentos rechazan esa modalidad de pago. Por otra parte, y en forma simultánea, los laboratorios, las droguerías y las farmacias están afrontando las dificultades financieras que les provoca la creciente morosidad del sistema de obras sociales.
Al margen de esa coyuntura, tampoco sería arriesgado inferir que, tal como ya ha sido señalado por muchos observadores económicos, el anuncio de la suspensión de los pagos de la deuda externa y las restricciones vigentes para la compra de dólares podrían haber dado origen, entre otras previsibles consecuencias, a dificultades para la importación de insumos medicinales y drogas básicas que son indispensables para que la producción de medicamentos no se resienta.
Es indudable que la actividad farmacéutica, en cualquiera de sus ramas -la producción, la distribución al por mayor y la venta al por menor-, tiene una legítima finalidad comercial y le asiste el natural derecho de defender sus intereses, de por sí afectados por aquella ruptura parcial de la cadena de pagos. Al mismo tiempo, los sectores involucrados y la sociedad toda no podrían dejar de tener presente la estrecha vinculación que existe entre ese quehacer productivo y la preservación de la salud de los habitantes del país.
Existe, por lo tanto, un interés superior, que ningún sector pone en duda y que en ningún caso puede quedar fuera de consideración en las gestiones que se están realizando para tratar de superar la emergencia planteada.
Dada su naturaleza particular, la cuestión está sugiriendo por sí misma la necesidad de una definición de la cual no esté excluida la solidaridad. Convendría tener en cuenta que hasta las afecciones de menor cuantía exigen inmediato tratamiento y que en muchísimos casos también demandan constante atención preventiva -se podría decir que las enfermedades no tienen paciencia-, todo lo cual demuestra en qué medida son alarmantes las perspectivas de un factible desabastecimiento de medicamentos y hasta qué punto es urgente la adopción de medidas tendientes a evitar que pueda plantearse esa situación extrema.