Escribir un réquiem para sí mismo
El poeta no se despide de las cosas y de los seres. Primero porque son las cosas y los seres los que se despiden; y, segundo, porque el poeta crea representaciones que quieren desesperadamente perpetuar aquello que se perderá. Hace años, la poeta Juana Bignozzi me dijo que la suya era "una poesía sin tragedia" (o que ella era una poeta sin tragedia). Lo era, aun cuando, igual que en toda poesía y en toda vida, hubo tragedia. La muerte, en 2013, de su pareja Hugo Mariani cambió las reglas del juego, del poema. Bignozzi murió dos años después, y en ese lapso escribió Novísimos. Poemas inéditos, el libro póstumo recién publicado por Adriana Hidalgo. A pocos se les concede despedirse con una obra maestra.
Estos poemas últimos son un réquiem por el amor perdido y el duelo anticipado de la muerte propia. "Cae la tarde sobre tu tumba/ cae la tarde sobre esta tumba que fue nuestra casa". El pudor de Bignozzi ante la pérdida orilla lo intolerable. "Toda palabra es el eco de cosas dichas hace años que solo el poeta escucha". Es la cifra final de un arte poético: cómo perseguir la redención sin esperanza.