Felicidad a la finlandesa
¿Los finlandeses nos engañan? Mientras nos venden turbios policiales acerca de pueblitos intoxicados por la angustia, acaban de ganarse –por sexto año consecutivo– el título de país más feliz del mundo.
La ONU colocó a Finlandia en lo más alto de la tabla en su “Informe mundial de la felicidad”. Y si se les pregunta a los propios finlandeses, ellos elogiarán la solidez de su aparato estatal, su salud y su educación. Pero a la hora de hablar de ellos mismos, hablarán de sentimientos como culpa, ansiedad y soledad. Y se describirán como sujetos “bastante sombríos” y “un poco malhumorados” que sonríen poco, muy poco.
“Yo no diría que somos muy felices”, dice Nina Hansen, de 58 años, profesora de inglés. “De hecho, desconfío un poco de esa palabra”.
Quizás esa sea la clave: los finlandeses son felices porque no corren detrás de la felicidad y hasta desconfían de su existencia. Se mantienen a una distancia prudente de ella; de vez en cuando la esquiva felicidad aparece, dice ¡hola! y se deja atrapar.
Algo más...
“Antes, cuando no era tan fácil sobrevivir al invierno, la gente tenía que luchar, y eso se ha ido transmitiendo”, explica Matías From, estudiante de 18 años. Es el “sisu”, un rasgo de carácter que podría traducirse como “firme determinación ante las adversidades”. ¿De dónde viene la felicidad finlandesa? De un largo invierno.ß