Fortalecimiento exportador e inversión productiva para salir de la crisis
La restricción externa es el principal desafío del país. Algo que comprendieron, hace tiempo, prestigiosos economistas como Thirlwall, Olivera, Prebisch, Diamand o Braun, entre otros.
Lo sostuvo el ahora presidente electo, Alberto Fernández, en el debate: "necesitamos dólares". La producción doméstica demanda importaciones de bienes de capital e insumos y, en mayor o menor medida según la política de los gobiernos, bienes de consumo, algo que ocurrió en los años recientes con la desregulación comercial. Es interesante observar que, mientras en 2015, año de crecimiento (2,73%), el déficit de la balanza comercial de bienes y servicios fue de US$6600 millones, entre 2016 y 2018 ese déficit acumuló US$29.796 millones (US$9932 millones de promedio anual, 50% más que en 2015), cuando 2016 y 2018 fueron recesivos (-2,08% y -2,48%, respectivamente), o sea que con menos producción y menos necesidad de insumos extranjeros el deterioro comercial no se detuvo.
Además, en economías como la argentina, la dolarización de los ahorros de residentes incorpora un problema. Si bien se trata de un pequeño número de argentinos que, durante el gobierno de Macri, no superó en ningún mes el 4% de la población adulta, los montos son impactantes: de diciembre de 2015 a agosto de este año, la fuga neta sumó US$81.000 millones, de los cuales el 75% correspondió a la compra de billetes por parte de personas humanas. En 2018, el 46% de los ingresos por exportaciones se gastaron en "formación neta de activos externos" o, coloquialmente, "fuga de capitales". En lo que va de 2019, ese guarismo se elevó hasta el 54%. La demanda de dólares se agranda, además, con las remesas que las empresas multinacionales giran al exterior y los intereses que, en períodos de fuerte endeudamiento, crecen vertiginosamente. Tan es así que los intereses, que solo comprometían un 7,9% de los recursos presupuestarios en 2015, en 2019 se llevan un 21,5% de los mismos.
Por último, hay que considerar los flujos negativos de capitales especulativos, fenómeno característico de administraciones neoliberales. Atraídos por tasas altas en el comienzo del ciclo, cuando la crisis externa aparece, sin controles por parte del Estado, así como entraron se van, como ocurrió desde mediados de 2018.
Las divisas para afrontar esa demanda, tienen una única fuente genuina: las exportaciones. Que fueron superadas por las importaciones. Por lo que el desequilibrio comercial y las salidas de dólares financieros se cubrieron con deuda. Entre 2015 y el segundo trimestre de 2019, la deuda del gobierno nacional con privados y organismos internacionales, más el SWAP con China, pasó de US$112.446 millones a US$231.543 millones, un aumento del 106%. La deuda en divisas con privados -ciclo que se extendió entre el pago a los "fondos buitre" y principios de 2018- creció un 66%, considerando el stock inicial de deuda en litigio no ingresada al canje. La deuda externa pasó de representar el 13,9% del PBI, al 40,1% del PBI. Por su parte, y considerando un mejor indicador de sostenibilidad, la deuda en divisas, que explica la mayor parte del endeudamiento del período (creció en US$91.806 millones), trepó al 255% de las exportaciones en el segundo trimestre de 2019.
El programa neoliberal del gobierno de Macri -desregulación comercial, financiera y cambiaria, mediante- resultó inconsistente desde su puesta en marcha. La excesiva y creciente demanda de dólares en contraposición con una política anti productiva que mantuvo prácticamente estancadas las exportaciones en torno de US$60.000 millones anuales, requiere un nivel de endeudamiento en divisas permanente e insostenible.
Superar la severa crisis del sector externo, agravada por el acuerdo Macri-FMI, no admite soluciones mágicas. En la etapa que se abre, Argentina debe emprender el camino hacia su desarrollo, y necesita dólares para financiarlo. Deberemos ejecutar una política comercial inteligente que apueste a la expansión exportadora del país. Junto con el desarrollo de sectores estratégicos, el fortalecimiento de las relaciones comerciales con economías y bloques de desarrollo relativo semejante al de Argentina abre un abanico de oportunidades. Acuerdos preferenciales, por ejemplo, con ASEAN, Oriente Medio, MAGHREB y BSEC nos permitirían expandir las ventas de maquinaria industrial, automóviles, medicamentos, maquinaria agrícola, granos y cereales o alimentos hacia 32 economías en desarrollo, generando un ingreso adicional de US$7000 millones anuales.
Además, el acuerdo social, como ámbito para la construcción de consensos nacionales, asoma como el lugar indicado para persuadir a ese 4% de argentinos adultos del daño que provoca la dolarización de excedentes y, asimismo, concertar las alternativas y los mecanismos para preservar las divisas y orientar el ahorro nacional hacia la inversión productiva.
La autora es economista y diputada nacional por el FPV
Fernanda Vallejos