Fortnite es un sentimiento, no puedo parar...
La polémica alrededor del videojuego Fortnite fue una de las dominantes en el año digital que se va. Adictiva y popular entre los preadolescentes, la creación de Epic Games se convirtió en fenómeno millonario y objeto de estudios culturales. Y esta semana, también, en materia legal: varios bailarines y músicos denunciaron al juego por plagiar sus coreografías, según reportó la revista Rolling Stone. El curioso atractivo que genera entre los jugadores despierta interpretaciones varias. Algunos trazan un puente con la generación X: dicen que es la versión digital de los skates, las pistas de rollers, las discotecas o el surf de décadas pasadas. Ámbitos de escape, de sociabilidad sin adultos. Otra hipótesis explica que se trata de una negocio como el de las montañas rusas: vender emociones fuertes. El crítico de The New Yorker, Keith Stuart, va más lejos: cree que es un ámbito de libertad y, ejem, una verdadera red social escondida en un juego de disparos. Es más, sostiene que la resistencia e incomprensión de los adultos, en tiempos de padres empáticos, es parte esencial de su atractivo.