Los desechos
CIUDAD DE PANAMA.- Por su color, su anomalía, su modo de convocar añoranzas, el auto rosa es lo primero que llama la atención. Un juguete sin niños, varado entre restos de basura, emblema de lo que termina cuando, alguna vez, seguramente fue signo de comienzos. La melancolía del juguete marchito se abre a una tristeza más real: la de los cormoranes, aves del aire y del agua, intentando habitar el hogar imposible de los residuos. Ni siquiera se trata de un gran basural, éste que surge frente a la ciudad de Panamá; más bien parece uno de tantos vertederos espontáneos, de esos que aquí y allá aparecen sobre las costas de todos los mares del mundo. El clima cambia, los océanos se enrarecen y probablemente la tregua que hace meses instaló la pandemia se esté agotando. Un juguete abandonado siempre es agridulce; un ave arañando sustento por debajo de los desechos humanos debiera poder ser trágica.