G-20: un hito y una gran oportunidad
La Argentina debería aprovechar la cumbre de Buenos Aires para ratificar su integración al mundo y alejarse de la retórica pendenciera del kirchnerismo
La inminente reunión del G-20 en Buenos Aires constituye un hito, un momento trascendente para la Argentina y su vinculación con las naciones que, juntas, representan el 85% del PBI mundial, el 80% de las inversiones globales, el 75% del comercio internacional y el 66% de la población. Si ser partícipe de un foro de esas características resulta de por sí enriquecedor, oficiar de anfitrión representa un reconocimiento y un voto de confianza de los mayores líderes mundiales a un país como el nuestro, que estuvo a punto de ser expulsado del grupo como consecuencia de la crisis de 2001, que terminó en default.
Durante el kirchnerismo, especialmente a lo largo de las dos gestiones presidenciales de Cristina Kirchner, nuestro país emprendió el errado camino del aislamiento respecto del multilateralismo. "Probamos ver el mundo como amenaza y no nos ha ido bien", dijo recientemente a LA NACION el coordinador de la Unidad Técnica G-20, Hernán Lombardi. La definición es correcta: el kirchnerismo abominó de toda vinculación externa que no fuera la relacionada con el nefasto "eje bolivariano" en la región y estrechó vínculos casi exclusivamente con China y Rusia en un mundo globalizado donde la insensatez y los caprichos ideológicos se pagan con más y más incomunicación y retraimiento.
Con el cambio de gobierno, en 2015, no solo la Argentina volvió a mirar al mundo, sino que el mundo volvió a darle cabida. Terminaba entonces una relación turbulenta con el G-20, marcada de nuestra parte por una retórica pendenciera que se esforzaba ridículamente por convencer al mundo de que la realidad iba por donde nuestros gobernantes querían y no por donde esta transcurre.
Repelimos y nos repelieron. Optamos por encerrarnos abjurando del mundo globalizado mientras puertas adentro se hablaba falsamente de integración, de globalización, de futuro comercial, educativo y tecnológico. Todo, a fronteras cerradas. O solamente abiertas para unos pocos "amigos" con más intereses en sacar provecho de nuestro país que de prestar ayuda.
Hoy volvemos a tener la oportunidad de avanzar en una agenda multilateral, de poner sobre la mesa del diálogo con las principales potencias nuestra realidad como país y como región, de acordar con ellas herramientas que nos ayuden a invertir en mayor infraestructura y a desarrollarnos cada vez más económica, comercial y culturalmente. Se sumarán a esas discusiones, entre otros ejes, el futuro del empleo, las inversiones, el turismo y las nuevas tecnologías.
Otro tema de especial relevancia es el cuidado del ambiente, cuyo capítulo sobre cambio climático podría volver a discutirse, tras el fracaso de la Cumbre del G-20 de Hamburgo, que terminó con la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París.
El encuentro de Buenos Aires, del que tanto se ha hablado por los inconvenientes de tránsito que seguramente provocará -como anfitriones debemos garantizar la seguridad de todos nuestros visitantes-, debiera ser celebrado. Tenemos una agenda de prioridades para conversar y tratar de llegar a acuerdos con uno o más socios del grupo.
- Está prevista la realización de reuniones bilaterales con Francia, los Estados Unidos, Japón, el Reino Unido y, obviamente, también Rusia y China, entre otras muchas que habrán de confirmarse con el correr de las horas.
- Temas como el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el ingreso de la Argentina en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el acceso a los mercados extranjeros para productos argentinos, la cooperación en materia de derechos humanos, seguridad y energía, y la profundización de vínculos militares liderarán los contactos con los Estados Unidos.
- Con Francia se buscará profundizar la integración comercial y la firma de nuevos entendimientos. También con el Reino Unido, país con el que, además, se viene avanzando en los detalles para anunciar la apertura de una nueva ruta comercial entre las islas Malvinas y el territorio continental argentino, mientras se mantiene el diferendo por la soberanía sobre el archipiélago. Con la llegada de Macri al poder, la relación con el Reino Unido ha dado numerosos pasos positivos. El deshielo en las relaciones bilaterales motivó interesantes acuerdos de cooperación científica y comercial. El papel de los embajadores en ambos países ha sido fundamental para ello.
- Con China, nuestro país negociará posibles financiamientos para obras de infraestructura y la modernización del transporte, incluyendo los puertos; cuestiones de cooperación financiera y construcciones vinculadas con la energía, además de nuevas estrategias para fomentar el turismo.
- Japón es una de las naciones con las que se aspira a empezar el diálogo con vistas a la firma de un tratado de libre comercio como el que se negocia con la Unión Europea (UE), Corea del Sur, Canadá y Singapur, y la Asociación Europea de Libre Comercio. La apertura de nuestro mercado de carnes a ese país es un punto de partida que el gobierno nacional espera profundizar.
- Con Rusia, en tanto, la Argentina hablará de comercio, energía e inversiones, en primer lugar. Los programas de participación público-privada (PPP) estarán también en el centro de esas negociaciones, al igual que con Pekín.
Y habrá mucho más para debatir con cada una de las naciones que participarán de esta cumbre, por realizarse el 30 del actual y el 1º del mes próximo. Se trata de conocer las problemáticas y las necesidades de cada región y de cada país en particular; de direccionar los esfuerzos hacia rumbos más justos para los ciudadanos y de establecer estrategias que deriven en resultados más propicios para resolver los problemas cotidianos de la gente.
De ahí la trascendencia de la Cumbre del G-20 y de que nuestro país ejerza su presidencia en esta oportunidad y por primera vez desde que pasó a integrarlo, en 1999, por iniciativa del entonces presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton. La Argentina ingresó junto con Brasil y México, para sumarse al grupo que integraban las siete naciones consideradas las más poderosas del mundo: los Estados Unidos, Francia, Japón, Alemania, Canadá, el Reino Unido e Italia. Hoy, el G-20 integra a países sumamente industrializados con otros en vías de crecimiento, constituyéndose en un foro privilegiado para la discusión de temas tan variados como vitales, sin perder de vista que los primeros destinatarios de los acuerdos y avances a los que se arriben no son los países, sino los ciudadanos que en ellos viven.
La presidencia del G-20 en cabeza de nuestro país implica, además, un salto de calidad diplomática inédito en ese rol, que se terminará de verificar si la declaración final, como espera el Gobierno, expone más consensos que diferencias, aunque sea de una manera preliminar. Acordar una declaración común, a diferencia de lo recientemente ocurrido en el ámbito del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), sería un éxito para nuestro país, no solo como anfitrión, sino por ser el primero de América del Sur en liderar la cumbre del G-20.
Para la Argentina constituye, además, una oportunidad de altísima exhibición. Debemos ser capaces de demostrarle que somos merecedores de su confianza, tierra fértil para las inversiones, respetuosos de la seguridad física y jurídica y abiertos para solucionar los problemas que demanda un planeta en constante cambio.