Guillermo Kuitca y Les visitants: sus artistas esenciales
Cuando Guillermo Kuitca tenía 5 años y pintaba cuadros que lo definieron como un artista precoz, sus padres le daban la libertad para seguir creciendo en sus habilidades naturales que lo convirtieron, a lo largo de su carrera, en uno de los artistas argentinos contemporáneos más importantes del mundo. A los 13 años realizó su primera exposición en la Galería Lirolay de Buenos Aires. Su trabajo se exhibe, de manera permanente, en los museos más emblemáticos del mundo: el MOMA, el Art Institute de Chicago, y La TATE Gallery de Londres entre otros. Además, participó de bienales como la de Venecia, San Pablo y La Documenta IX.
Su trayectoria no solamente lo consagra como pintor -la pintura ha sido su medio de expresión más cercano- también es reconocido por sus instalaciones con colchones y mapas pintados sobre sus superficies, una manera de redefinir el espacio público y privado. Porque en su obra, el espacio es y ha sido para Kuitca uno de los elementos de creación más utilizados, así como las plantas de espacios teatrales, los mapas de ciudades, las camas.
Es una sutil coincidencia con su historia como artista que el espacio fragmentado del Centro Cultural Kirchner lo reciba en una muestra descomunal y de vanguardia que es imprescindible visitar: Les Visitants. Una mirada de Guillermo Kuitca a la colección de la Fondation Cartier pour l’art contemporain, una gran ocasión para acercarse a la sensibilidad de este artista argentino que hace años no muestra su obra en el país y reaparece en un rol que lo descubre en su amor por el extrañamiento también a la hora de elegir las obras de otros artistas. Como “curador”, aporta su intuición para redefinir, reconvertir la obra de enormes creadores contemporáneos que contienen una similar percepción. El propio Kuitca tiene algo de esa materia artística, como si estuvieran hechos de la misma sustancia.
“La fotografía y el video son los pilares de la muestra”, asegura Kuitca y aclara que “está armada desde una selección, una mirada que puede verse como una reinterpretación, un acercamiento hacia esta enorme cantidad de obras, más de 500”. Como el lo manifiesta: "Yo no me considero un curador”, una negación que afirma que su mirada es la de un artista y que su presencia en Les visitants es también una obra de arte.
Los artistas de la exhibición
En la exhibición, que estará en el CCK hasta el mes de mayo, se puede tocar el alma de un pintor moderno que se mueve por la intuición, el juego y a la vez el riesgo artístico. Se siente a Kuitca en un recorrido, de gran complejidad técnica y con detalles que sorprenden, en la elección de cada artista, en el planteo de la presentación de las piezas. Una obra va llamando a la otra para armar constelaciones en cada sala, como un juego de dominó donde cada pieza acerca a la siguiente por analogía o contraste entre ellas.
Su elección revela la mirada de un niño que descubre la cotidianidad y cierta estética de la vida despiadada, la posguerra, la droga, la soledad, una intensidad que al mismo tiempo se acerca al presente, a sentirlo como una especie de meditación.
En la exposición, la presencia de la serie de fotografías de William Eggleston ces una instancia ineludible. kuitca piensa una versión de cada foto de Eggleston en segundo plano y las presenta enfrentadas en una calle armada de lado a lado donde se miran. Volver a recorrer la instancia un par de veces para sentir, solo sentir la dualidad, las dos miradas, es ideal.
La entrañable Patti Smith
Otro hito de la muestra es Patti Smith, sinuosa, versátil poeta, cantante, artista, leyenda de los años 70 que vivía en la movida artística del hotel Chelsea con el fotógrafo Robert Mapplethorpe y que saltó a la fama durante el movimiento punk. Sus Polaroids, 40 fotos cotidianas de su diario de viaje a París en 1969, un viaje que hizo con su hermana, son fotografías de instantes de su vida en Europa. Autorreferencial y atractiva. Aunque lo que más enamora- en otra instancia- es su voz recitando un texto de David Lynch en el rojo y negro de un espacio creado por Kuitca en el centro del piso 7.
El Living Room de Kuitca, que ocupa el piso de La Gran Lámpara es el centro de la muestra. Una instalación creada en 2014 para la Fondation Cartier que se inspira en un espacio imaginado por David Lynch, a partir de uno de sus propios dibujos que podemos ver antes de entrar a la sala. Es como entrar a un cuadro, un espacio pictórico rojo y negro cuyas paredes están recubiertas de formas angulares, como variaciones sobre una partitura, muebles-esculturas de Lynch, y el magnetismo de la voz de una mujer (Patti Smith) que cuenta una historia sobre un antílope que cruza una ciudad y observa a sus habitantes. Sentarse en los sillones permitidos (no en los sillones esculturas) y escuchar el cuento rodeado de la obra de Kuitca y Lynch es uno de los momentos más sublimes del recorrido.
Ojos proyectados sobre esferas
La videoinstalación de Tony Oursler es uno de los momentos más extraños y atrapantes de la muestra. Está ahí la fascinación de Oursler por ciertos trastornos mentales en los que el cuerpo se experimenta fragmentado. Caminar entre las distintas esferas devela la intensión de Oursler: transmitir la naturaleza múltiple de las personalidades, en este caso, con imágenes de se-siones de curación chamánicas.
Las viudas de Agnés Vardá
La cineasta belga, madre de la nouvelle vague y referente del movimiento antiglobalización, presenta a sus 84 años una obra-instalación en video llamada Las viudas de Noirmoutier. Mujeres que viven en una isla, y enfrentan a la soledad de haber quedado viudas. La pieza es un armado sobre la pared de 14 pantallas con auriculares para escuchar de una en una las voces de mujeres que se sienten solas, cuentan su situación particular, relatan cómo es la vida el día después de la desaparición del ser querido. Agnés es la única que no habla de sí misma aunque también vive en la isla y es viuda, sólo recita una canción, se coloca como artista en segundo plano. Así como Kuitca quiere hacerlo en esta muestra pero inevitablemente, ambos, son parte de ella. Hay una mesa, el lugar donde se siente la ausencia del ser amado más que en otro lado, la cotidianeidad clava sus garras y lastima cuando el amor está ausente, cuando ese ser que comparte la vida, de repente, deja de hacerlo. Ellas rotan alrededor de esa tabla de madera dirigidas por la cineasta con el fin de compartir el mismo sentimiento. Vardá busca salirse del marco de la obra haciendo rotar al espectador, igual que las protagonistas y así genera situaciones que desencajan, que nos sacan del lugar estático y nos ponen en movimiento, nos obligan a ponernos en el lugar del otro.
También Guillermo Kuitca tiene sus mesas en las que comparte sus telas descartadas, las garabatea, las dibuja y escribe sobre su superficie para luego convertirlas en obras. Las llama “Diarios”, Como una forma de hacer que lo cotidiano, lo que supuestamente no llega a ser una pintura, tenga su rescate emocional. En eso se toca con Agnés Vardá que toma la ausencia en el día a día, la pérdida y la convierte en una obra colectiva.
La mirada real de Nan Goldin
Ella misma lo dice: “Supe, desde temprana edad, que lo que veía en la televisión no tenia nada que ver con la realidad, así que yo quise hacer un registro de la vida real y para esto debía tener una cámara conmigo todo el tiempo”. Goldín retrata en sus fotografías a su pareja, a sus amigos y los expone a situaciones aterradoras y al mismo tiempo a momentos de calma y ternura, su presencia está en cada instante como si fuera, en realidad, un seguimiento de sí misma. Plantea en sus fotografías la cotidianeidad de su vida en la Nueva York de los años 80. Su obra, la balada de la dependencia sexual muestra la vanguardia de la época, la felicidad, la soledad, la muerte, la violencia, la droga, los excesos. También lo cotidiano, el momento, es un testimonio de una vida que estuvo en zonas difusas entre el placer y el sufrimiento.
La apuesta de David Lynch
El centro de la muestra y el punto de partida es sin duda David Lynch. Fue a partir de una obra que Kuitca vio en una muestra del director de Blue Velvet y Corazón Salvaje, que le provocó desconcierto y le llamó la atención sobre todo por lo feo. “Lynch tiene una apuesta a la pintura fea”, asegura Kuitca en una entrevista que le hace Graciela Speranza. A partir de ahí el artista argentino descubrió que lo feo tiene una potencia importante. “No pude evitar la tentación de revisitar mi propia obra”, dijo. Una serie de fotografías del cineasta, presentadas por primera vez en público completan la sensación de extrañamiento que atraviesa las obras. Un sentimiento que Kuitca provoca en su pintura.
La Fundación Cartier invita generalmente a un artista a generar una idea que es una creación. Les habitants fue la primera muestra que Kuitca proyectó. Seleccionó, en ese momento, obras de la colección Cartier para inventar un proyecto que tuviera una fuerte impronta de David Lynch. Les Habitants, eje del proyecto de la Fondation Cartier pour l’art contemporain en 2014, son los artistas que se convierten en el Buenos Aires de 2017 en Les Visitants. Una invitación del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos de Argentina, segunda parte de aquel proyecto primario.
Para Kuitca esta participación significa una vuelta a mostrarse en su propia patria y animarse a exponer su criterio en su lugar de origen.“Volver a Buenos Aires es para mi, cuando lo que está en exhibición es la obra de otro, una manera de correrme de los lugares en los que nos ponemos los artistas, tener la oportunidad de cumplir otra función, plantear la mirada propia sobre la obra de otros”. Sin embargo la sensación de su presencia permanente no deja de acompañar al espectador en cada sala, en cada artista, en cada obra. Uno puede percibir la sustancia del querido, admirado, único, Guillermo Kuitca.
Entrevista Conversaciones a Guillermo Kuitca