José Ignacio García Hamilton: "Aquí se llama progresismo a lo que fracasó"
El historiador reivindica, a 150 años de su promulgación, la Constitución de 1853, y asegura que las causas de la decadencia hay que buscarlas en el desvío de aquel espíritu original
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Obsesionados por analizar el día a día, la coyuntura o, a lo sumo, los últimos 30 años de la vida del país, parecería que para los argentinos ha pasado inadvertido que este año se cumplen nada menos que 150 años de la sanción de la Constitución de 1853. Poco y nada se ha dicho, se ha recordado, se ha celebrado, del aniversario de esta fecha clave, fundacional, de una etapa del país caracterizada por la paz y la prosperidad.
Sin embargo, como sostiene el historiador, abogado y ensayista José Ignacio García Hamilton, fue su promulgación la que dio pie a un ordenamiento institucional y al desarrollo de una serie de valores culturales que explican el gran despegue argentino de la segunda mitad del siglo XIX y su benéfica influencia a lo largo de unas seis décadas. Y fue el retorno a prácticas y principios heredados de la etapa colonial -como el absolutismo político, el incumplimiento de la ley, el estatismo económico y otros rasgos presentes prácticamente a lo largo de todo el siglo XX- lo que nos sumió en la crisis permanente y el atraso.
Esta es una muy apretada síntesis de la teoría desplegada por García Hamilton en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Harvard, donde fue invitado días pasados para intentar desentrañar las raíces históricas de un tema que ya, a esta altura, es un verdadero enigma para los ámbitos académicos de todo el mundo: el auge y declinación de la República Argentina.
-Usted sostuvo en Harvard que, contrariamente a la teoría que acapara mayores consensos, incluso a nivel internacional, la estrepitosa crisis argentina de finales de 2001 no se originó en las reformas económicas liberales de los 90, ni en los efectos de la globalización, ni en las políticas del FMI, sino en el rebrote de las peores prácticas coloniales de atraso, autoritarismo, intolerancia e improductividad que, desde principios del siglo XX, fueron marcando nuestro declive, particularmente a partir de la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo es eso?
-La sanción de la Constitución de 1853 colocó al país entre los pueblos más adelantados de la Tierra en cuanto al ordenamiento institucional: la división de poderes y la imposibilidad de reelegir al presidente reemplazaron al absolutismo político; la libertad de cultos, al exclusivismo confesional; la iniciativa individual y la defensa de la propiedad privada, al estatismo económico; el fomento de la inmigración, al odio al extranjero; el principio de juridicidad, al incumplimiento de la ley; la igualdad, a los rasgos estamentales propios de una sociedad militarista.
-Visto con ojos de hoy podríamos decir que se trató de una verdadera revolución cultural.
-Así es. Además, el Estado promovió una infraestructura de puertos, ferrocarriles, telégrafos y grandes escuelas y, en sólo seis décadas, se produjo un crecimiento impresionante: de 800 mil habitantes pasamos a 8 millones de habitantes; de una alfabetización del 10 por ciento al 80 por ciento; de no exportar trigo, a ser los principales exportadores del mundo; de un PBI per cápita insignificante, a un índice superior al de Francia; de salarios de subsistencia, a un nivel de ingresos similar al de los Estados Unidos.
-Pero algo falló...
-En 1916 se elige presidente en elecciones limpias a Hipólito Yrigoyen y la marcha hacia la democracia plena y el desarrollo económico parecía indefinida. Sin embargo, desde principios del siglo XX habían empezado a resurgir, a través del derecho o de usos y costumbres, antiguos rasgos coloniales.
-¿Por ejemplo?
-En 1908, con el propósito de homogeneizar a los hijos de los inmigrantes, se inició una campaña de educación patriótica que generó un exagerado sentimiento de grandeza e hizo creer al ciudadano que la riqueza deriva en forma directa de los recursos naturales, sin necesidad del trabajo humano. La educación pública sirvió de instrumento de ascenso social, pero la paradoja y la tragedia es que esa herramienta de libertad con la que soñó Sarmiento terminó transformada en un vehículo de ideologías que serían la semilla del atraso y la decadencia. Se sacó a la religión para evitar dogmatismos y se la reemplazó por otro dogmatismo como es el patriotismo, que estableció modelos que no fueron positivos: la exaltación del militarismo y de la pobreza y la creación de mitos, víctimas y conspiraciones que no se ajustaron a la realidad.
Retrocesos
García Hamilton destaca que, así como el llamado modelo liberal de la década pasada no es tal -en la medida en que el endeudamiento del Estado que caracterizó a esa etapa es lo contrario al liberalismo y que algunas de las privatizaciones de los 90 más bien se parecieron al otorgamiento de títulos de nobleza o de feudos-, en pleno auge del modelo de la Generación del 80 también se tomaron medidas que no eran precisamente liberales. Cita el caso del presidente José Figueroa Alcorta, que ya en 1907 dictó un decreto por el cual reservó para el Estado los hidrocarburos del subsuelo, con desmedro de la propiedad de los superficiarios.
"Durante el primer gobierno de Yrigoyen se dictó una ley que congelaba los alquileres de inmuebles", recuerda García Hamilton. Ante el reclamo de los particulares damnificados, la Corte Suprema de Justicia -con la única disidencia del juez Antonio Bermejo- convalidó la norma y afirmó que la misma no violaba la Constitución. "Esta medida afectó el derecho de propiedad privada y la vigencia de la autonomía de las voluntades individuales. El presidente Yrigoyen aumentó también significativamente la burocracia y generalizó la práctica de designar en la administración a empleados con tareas imprecisas o inexistentes, como retribución por tareas políticas realizadas en los comités".
-Nuestro hoy conocido clientelismo...
-Claro, surgen así la dádiva y el clientelismo político. Esta etapa se caracteriza por una franca declinación cuyo punto inicial suele ubicarse en 1930 o 1946, pero cuyas causas culturales, como hemos visto, son anteriores. El gobierno de facto del general Uriburu cerró el Congreso de la Nación, clausuró periódicos y creó una policía política para perseguir y encarcelar a los opositores, que inició la aberrante práctica de inferir torturas. También tiene el triste mérito de haber inaugurado un larguísimo período de golpes de Estado.
-De nuevo el autoritarismo y el atraso...
-Comenzaron a resurgir las peores prácticas de la etapa colonial: el absolutismo político, el militarismo, el incumplimiento de la ley, el estatismo económico, el fanatismo religioso, que todavía hoy nos impiden consolidar sociedades abiertas, racionales, republicanas y productivas. El catolicismo, por su parte, fue creando mecanismos psicológicos que nos hacen propensos a las tutelas y nos dificultan desarrollar una economía próspera. Mientras que en las naciones protestantes los ricos crean fundaciones para distribuir los bienes propios, entre nosotros gobernar se constituyó en sinónimo de regalar los impuestos aportados por la población y usar para fines particulares los bienes públicos. A partir de 1947, la Fundación Eva Perón se solventó con compras hechas con dinero estatal y el aporte obligatorio de dos jornales anuales de los trabajadores, sin mencionar las exacciones a comerciantes y empresas. Desde entonces, ese tipo de prácticas han sido moneda corriente.
Chivo emisario
A su vez, el auge de las prédicas nacionalistas, encarnadas paradójicamente por hijos de inmigrantes, como Raúl Scalabrini Ortiz o los hermanos Irazusta, que trataban, según destaca García Hamilton, de homogeneizarse buscando un enemigo externo, lograron imponer la idea de que había una conspiración internacional contra nosotros y era necesario romper la dependencia de las inversiones inglesas, aunque las cifras mostraban que, por el contrario, la riqueza argentina había surgido a partir de la vinculación con los mercados europeos.
-Después el chivo emisario serían los Estados Unidos y, más cerca en el tiempo, el FMI, ¿no?
-Exacto. Así, este mecanismo de pensamiento terminó por convertir el fracaso en virtud, la mendicidad en un derecho y la violencia en un recurso contra la injusticia. Produjo inflación y endeudamiento, una guerra, violencia política y cotidiana y nos convirtió en mendigos internacionales.
-Y en una sociedad empobrecida...
-Así es. El país, que en 1946 no tenía deuda externa -Inglaterra y los demás países nos debían-, hoy tiene la mayor deuda por habitante del mundo en desarrollo y los indigentes pueblan nuestras calles. Yo digo que esta sociedad es mucho más inequitativa, injusta y excluyente que la que surgió de 1853.
-Su visión no es muy esperanzadora.
-Sin embargo, soy optimista. Porque la Argentina es muy rica. Hay que dejar producir a los sectores que funcionan y no enviciarlos con la cultura de la dádiva. La Argentina creció a partir de 1853, cuando un grupo de jóvenes que se va al exilio por la dictadura de Rosas (Sarmiento, Alberti, Mitre) conoce lo que está pasando en Europa y los Estados Unidos en materia política y económica y luego trae las nuevas ideas al país. Pienso que los jóvenes que hoy se ven obligados a emigrar van el mundo desarrollado y observan esquemas de éxito que no son precisamente los de la Argentina. Yo los he visto en muchas universidades europeas y norteamericanas. Creen en la tecnología, en el trabajo, en el progreso. Lamentablemente, nuestros políticos no están actualizados. Acá se llama progresismo a cosas que ya fracasaron en el mundo. En cambio, sí creo en estos jóvenes. Cuando regresen, físicamente, o mediante su influjo intelectual, podrán restaurar la cultura del trabajo, la paz, la austeridad pública y el ahorro privado. Cuando la Argentina incorpore esas ideas volveremos a crecer.
Por Carmen María Ramos
El perfil
Hstoriador liberal
Historiador y abogado, nació en Tucumán hace 59 años. Está casado, tiene seis hijos y una nieta. Se recibió en la universidad de su provincia y es doctor en Derecho y Ciencias Sociales por la UBA.
Libros polémicos
Entre sus obras se cuentan Los orígenes de nuestra cultura autoritaria , Cuyano alborotador y Don José , un polémico libro sobre San Martín. Es un invitado permanente a foros y debates en el país y el exterior sobre la actualidad argentina.


