Kevin Kelly, una mirada original sobre el futuro de la tecnología
Fundador de la prestigiosa revista norteamericana Wired, referencia obligada en materia de nuevastecnologías, Kelly es a la vez futurólogo y etnógrafo digital, gurú y "tecnólogo", el neologismo con que suele ser presentado. Es decir, es una figura clave en el análisis del impacto que la tecnología tiene sobre nuestras vidas y, también, de la manera en que posiblemente evolucionarán nuestros modos de acceder a la informaciónErnesto MartelliLa Nación
Kevin Kelly se ha convertido en uno de los iconos globales en los análisis culturales del impacto de la tecnología en nuestras vidas. Fue fundador y editor de la prestigiosa revista Wired -la publicación que en las últimas dos décadas registra con audacia periodística el universo digital- y, en la periferia del ámbito académico -abandonó sus estudios de Economía en primer año para dedicarse a viajar por el mundo y registrarlo con su cámara-, es una referencia obligada en cuestiones de etnografía digital. Kelly ha sido definido como "tecnólogo" de manera recurrente, un neologismo al que parece adscribir por la negativa: no es científico, ni sociólogo, ni analista cultural, pero ha hecho de la mirada humanista sobre los conceptos técnicos su materia prima (su último libro se titula, en inglés, " What technology wants ", y en 800 páginas se extiende en reflexiones sobre lo que el llama "technium"). "Es que a menudo cuando pensamos en tecnología pensamos en los dispositivos más nuevos, más sofisticados. Sin embargo, cuando una mira lo que lo rodea, un vaso, una cuchara, una mesa, una pared, una ropa de algodón? Son respuestas tecnológicas que tienen cientos de años y que el hombre naturaliza, incorpora a su ambiente hasta dejar de preguntarse sobre ellas."
Pero minutos después de conocerlo, se descubre que Kelly encaja mejor en la idea de "disidente", como prefiere presentarse, que en la de "gurú digital"; en todo caso es un futurista atípico, más preocupado por el pasado y el presente, y que ha escapado deliberadamente al molde del tipo que predice con un ojo puesto en las cotizaciones de las acciones del Nasdaq, el índice bursátil del sector tecnológico, y guiñando el otro a los fondos de inversión. "En realidad la tecnología crea tantos nuevos problemas como los que resuelve, o más", sostiene. "La tecnología lo que hace es ampliar las posibilidades de hacer las cosas, y eso es en definitiva lo que más queremos los humanos: tener modos diferentes de vivir, poder elegir opciones para desarrollar nuestras tareas, nuestros intereses. Desde ya, alguien quiere ganar dinero con un invento o un nuevo producto, desde ya algún problema será resuelto, pero en realidad lo decisivo es que justamente se crean nuevos problemas y con eso nuevas posibilidades de hacer las cosas, de resolverlos. La distancia entre la destrucción y la creación es mínima."
Como sea, Kelly, nacido en 1952, radicado hoy en Pacifica, California. Barbado y canoso -con su computadora portátil Apple llena de calcomanías coloridas y un hablar pausado-, ha forjado un prontuario de veredictos alrededor de la cultura digital que no sólo se han convertido en verdades vigentes sino que le han provisto un aura especial. Este encuentro, de hecho, se produce en un salón del Sheraton, en el corazón de Manhattan, en el marco de la prestigiosa conferencia TOC sobre el futuro de la industria editorial, pero se lo pudo ver esta última semana en las prestigiosas Web 2.0 Expo en San Francisco, ofreciendo su mirada sobre los próximos años, ante los más selectos referentes de la cultura digital, como Hal Varian, economista de Google, bloggers, inversores o creativos. El contraste entre él y cualquier joven emprendedor de Internet (el emblemático Mark Zuckerberg de Facebook, digamos) es sustantivo, visible, reflejado en el derrotero de una vida: "Soy californiano por adopción y reniego bastante del nacionalismo de mis compatriotas: soy cosmopolita por naturaleza"
Para graficarlo, sugiere que pensemos en la Fiebre del Oro, año 1849: cientos, miles de ambiciosos con tan pocos escrúpulos como futuro (los "forty-niners") lanzados de modo desordenado a encontrar dinero fácil en un territorio sin leyes, que era técnicamente parte de México pero sobre el que ningún Estado tenía real jurisdicción. Así se forjó San Francisco, cuenta apasionado Kelly para introducirnos en ciertos valores libertarios que rigen actualmente en la cultura de Silicon Valley, la tierra prometida de los desarrollos tecnológicos, pero también en el hippismo californiano de la década del 60. "Está en la esencia fundacional de California: gente que elige vivir al margen del Estado, sin mucho control; es un patrón cultural muy fuerte" Y la mención a la psicodelia y el rock contracultural en un sitio ubicado a pocos kilómetros de donde hoy se desarrolla el centro de la cultura digital, se hace oportuna: "Yo fui parte del hippismo, claro. De la generación Woodstock...Con mi hermano compramos las entradas porque estaban todos los artistas que nos interesaban. Pero, para mi arrepentimiento eterno, eso nunca ocurrió: me fui de vacaciones con mis padres. Recuerdo como si fuera hoy cuando mi padre abrió The New York Times ese fin de semana y leyó que decenas de miles habían generado una gran congestión de tránsito. Dijo: Ven, ¿No están contentos de no haber ido?'"
Durante la conferencia, en la que fue ovacionado de pie, Kelly presentó los seis conceptos de largo plazo que, para él, dominarán el modo de acceder a la información. Su visión, la de un observador lúcido más que la de un rupturista, goza de predicamento en la audiencia de la cultura digital: no sólo por sus aciertos, también por que le otorga densidad conceptual a muchas actividades cotidianas. Y detalla:
1. Las pantallas. De las generaciones de los libros a las de las pantallas, se trata de una evolución, para él, imparable. "Hoy, están en todos lados, en las paredes de los edificios, en los aviones, en los celulares, en los ascensores. ¿Alguien hubiera creído realmente hace apenas 20 años, en 1991, que leeríamos libros en un celular? Y seguirán evolucionando: serán cada vez más baratas, más planas, más sensibles. Pasamos de una etapa de transmisión de información basada en la oralidad, luego a la palabra escrita y ahora a la visualización. Sospecho, aunque resta ver que fuerzas se impondrán, que la gente buscará tener una sola pantalla para todas las acciones: ver TV, mails, juegos, diarios, Internet..."
2. La interacción. Cuenta un experimento, de ofrecerle a un niño muy chico una iPad para que aproveche sus movimientos de modo intuitivo: y el niño empieza a "tapear", a "scrollear", esos verbos aún sin traducción que hacen a las virtudes de estos dispositivos. No leen, claro; tocan. Las actividades no textuales que incorporan el cuerpo, la gestualidad como en la célebre escena del film "Minority Report" son modos de conducir la información de un modo visual que excede la cultura "digital", la de teclear, a la que estamos acostumbrados.
3. Compartir. "Es evidente que vivimos en un mundo donde muchas de las innovaciones llegan del aspecto social, colectivo, de las cosas...No sabemos hasta dónde puede llegar esta lógica en las próximas dos décadas, pero ya está probado que todo lo que se puede compartir enriquece su valor, desde los amigos a las inversiones".
4. El fluir. "Es muy claro cuando se piensa en el océano de información: es inasible, literalmente, y la consigna será no ya cómo ordenar esa data sino cómo interpretar su flujo."
5. Acaso éste sea el punto más original y rupturista de estos postulados de Kelly, el que condensa algunos de sus aciertos anteriores y los proyecta: el acceso es más importante que la propiedad, apunta e implica un cambio de paradigma en la percepción sobre los bienes culturales: "Hay ejemplos en la industria del cine, de la música. El acceso es la clave: un servicio me permite escuchar cuando quiera casi toda la música disponible... Era impensado años atrás. Ocurre hoy y cambia el valor de la compra, del concepto de propiedad no sólo porque las cosas sean gratis sino porque cada vez más pagamos el servicio de acceso y no el producto".
6. Crear, no copiar. Otro axioma vigente que Kelly puso en palabras una década atrás en su postulados sobre una Nueva Economía, el que sostiene que "todo aquello que puede copiarse ya no puede venderse", es hoy actualizado por su autor. "Si es más fácil pagar que copiar y el precio es justo, todo se resuelve. La inmediatez y la personalización son claves. Muchos sostienen que la música ahora es gratis, pero los shows en vivo cobran cada vez más caro. Cuando se pone el cuerpo, la performance tiene un valor singular, creciente..."
El mismo es parte de esta tendencia: Kelly pone el cuerpo en cada charla o disertación. Y es curioso el modo en que un referente internacional, habitué de las más prestigiosas conferencias, percibe su actividad o define su profesión a la hora de llenar un casillero en Migraciones: "Consultor' sería cierto: ¡consulto a mucha gente! Pensador suena pretencioso aunque es la actividad que hago y por la que me pagan. Es una tarea muy devaluada en esta época, asociada a la vagancia, a la pérdida de tiempo... Me siento editor, eso es exactamente lo que hago: comparto ideas, propias o ajenas, que selecciono y empaqueto de formas diferentes, de manera escrita, en revistas o libros, o de manera oral."
QUIEN ES
Nombre y apellido: Kevin Kelly
Edad: 58 AÑOS
Generación hippie: Casado y padre de tres hijas,nació en Pennsylvania pero migró a California, donde vive actualmente. Escritor y fotógrafo, abandonó la carrera de Administración de Empresas en primer año.
Cultura y tecnología: Participó de la fundación de la revista Wired , sobre cultura digital. Publicó varios títulos, entre ellos Nuevas reglas para una nueva economía (1999), y el reciente What technology wants (2010) .