La argentinidad al palo
La noticia propició el chiste fácil: los Touma, una familia de refugiados sirios instalada en Córdoba desde hace cuatro meses, decidían regresar a su país en guerra desalentados por la situación económica argentina. Chiste fácil en distintos niveles: en clave de grieta, dio tanto para un tiro por elevación contra Cambiemos ("aceptamos refugiados, vienen, ven lo que es un gobierno macrista y se vuelven a su país en guerra", escribió un forista) como contra el peronismo opositor ("«Faltó ayuda del Estado»... ¡En cuatro meses, se hizo peronista!").
Pero esos chistes, en todo caso, no son más que chicanas del folklore nacional. Podrían ser lo de menos, porque lo fundamental, ya lo dijo Freud, no está en el chiste, sino en eso que, bajo el amparo del humor, elude la censura interna y se expresa al natural, en bruto, sin filtro. Basta darse una vuelta por los comentarios online para constatar cómo por debajo del chiste fácil y el contrapunto político partidario pululan los lugares comunes del racismo y la xenofobia, del orgullo nacional herido, como si la decisión de esta familia siria de volver a su tierra hubiera sido una cachetada a nuestra sensible argentinidad.
El problema de este tipo de chistes, y a menudo de las noticias sueltas y poco contextualizadas que los inspiran, es que invisibilizan los problemas de fondo y se convierten en un llamado, tal vez no siempre consciente, a dar respuestas simples a problemas de una tremenda complejidad. Y con eso, a consolidar estigmas: los foros mostraron una catarata de comentarios sobre las "exigencias desmedidas" de estos "árabes poco agradecidos" que a la primera dificultad -qué se han creído- hacen las valijas.
La decisión de volver al país de origen no es una rareza de la familia Touma; es algo tan frecuente en el campo de las migraciones que tiene varios capítulos dentro de los estudios especializados, y muchos programas oficiales -nacionales e internacionales- destinados a buscar soluciones. "Migración de retorno", "operación retorno", "programa de regreso asistido voluntario", "manual del regreso", son algunos de los nombres de políticas sobre el tema que muestran hasta qué punto estas trayectorias de regreso no son excepcionales, sino parte del problema.
Muchos estudios internacionales han planteado su preocupación sobre los llamados "retornos voluntarios" porque, cuestionan, pueden ser el modo en que las administraciones nacionales buscan disimular fallas propias en sus políticas de acogida. Lo que se busca revisar es, además de facilitar los trámites de ingreso y residencia, qué políticas de contención y de integración social y laboral se ponen en marcha.
Cuando estas cosas no se consideran, se corre el riesgo de cargar a la cuenta de cada trayectoria singular -olvidados de las condiciones de vida y trabajo que impone hoy la economía globalizada- la responsabilidad del infortunio: son ellos los que no logran adaptarse, son ellos los que no consiguen trabajo, son ellos los que no aprenden el idioma, son ellos los que no están dispuestos a hacer el esfuerzo. Así de fácil.
Parece que siempre va a ser necesario recordar cómo fueron recibidos nuestros abuelos, ahora que aquellas diferencias y aquellos prejuicios ya fueron embellecidos por la memoria, el cine y la literatura. A los inmigrantes de entonces se los temió y se los ridiculizó, se los llamó "vagos", "nuevos bárbaros" y "plebe ultramarina", se los maltrató cuando no se disciplinaron laboralmente e hicieron oír sus reclamos de derechos y se esperó de ellos que les alcanzara con haber sido recibidos. La historia está ahí a disposición para recordarnos de lo que podemos ser capaces por ignorancia, por temor o por prejuicios. Nunca estará de más hacer un esfuerzo por no conformarnos con relatos simplificadores cuando se trata de fenómenos tan complejos. En cualquier caso, mejor estar atentos a nuestros peores demonios.