
La cuestión ambiental, sin espacio para grietas
Nuestro país enfrenta un importante proceso de transformación, pero el éxito y la continuidad de las políticas aplicadas, sin importar la orientación ideológica, no están garantizados. En esta última etapa, una clara mayoría de argentinos eligió un rumbo diferente al predominante en los últimos 20 años, pero no necesariamente comparte todas las perspectivas de la actual gestión. Parece haber un clamor social por encauzar aspectos fundamentales de nuestra economía e instituciones, pero también preocupación ante, por ejemplo, la visión en materia ambiental.
Éste es precisamente uno de los temas que genera debate y controversia. Se ha escuchado al presidente cuestionar los temas ambientales, asociándolos con grupos de izquierda. Sin embargo, esto dista de la realidad histórica del movimiento ambientalista, tanto en la Argentina como a nivel global. Si bien es cierto que sectores de izquierda han incorporado fuertemente la agenda ambiental, también ha habido destacados líderes de derecha preocupados por la naturaleza, la sustentabilidad y el cuidado del medioambiente.
Figuras como Theodore Roosevelt, Angela Merkel o Nicolás Sarkozy, referentes de distintas tendencias ideológicas, han impulsado importantes políticas y acciones ambientales. Incluso en Estados Unidos, un país asociado al capitalismo en su más pura esencia, han existido procesos marcados de degradación y restauración ambiental. En la Argentina, muchos de los esfuerzos de conservación de la naturaleza en los últimos 50 años no han provenido precisamente de grupos asociados a la izquierda.
La postura del Presidente hacia los temas ambientales parece desproporcionada, arbitraria, e incluso contraria a los principales preceptos religiosos que profesa. Su amor por los animales no parece reflejarse en una comprensión de cómo la deforestación afecta a la vida silvestre, y los recientes embates contra la Ley de Bosques parecen ignorar las consecuencias ambientales y económicas de esta política. Esta perspectiva se opone a las crecientes exigencias globales sobre los comportamientos productivos y el desarrollo industrial. Hoy, la sustentabilidad se ha convertido en una ventaja competitiva con fuerte impacto geopolítico. En este sentido, el esperado ingreso de Argentina a la OCDE implica requisitos ambientales ineludibles, que a priori, no parecerían ser una prioridad para el gobierno.
En un escenario en el que Europa establece compromisos de sustentabilidad, las empresas asumen los costos de mitigar su impacto ambiental y los consumidores exigen cada vez más trazabilidad, sorprende la actitud del presidente. Más allá de la conveniencia para la Argentina de actuar de manera racional y responsable en materia ambiental, su actitud se aleja de las normativas internacionales y despierta preocupación.
A pesar de las divergencias políticas que subyacen, soy optimista en que se reconocerá la urgencia de coexistir en un ambiente sano, como la única forma práctica de garantizar nuestra supervivencia y valores. Como ya ha quedado demostrado en nuestro país y en el mundo, el avance irracional sobre la naturaleza y el manejo de los recursos naturales, no son sinónimo de progreso o desarrollo ni derrame en las comunidades locales, por el contrario, implican un retroceso.
Espero que el Presidente y su partido terminen por abrazar esta visión, para asegurar un futuro libre y sostenible a las próximas generaciones.
Naturalista y conservacionista, consultor en biodiversidad