La familia, eje de la pastoral
Acaban de cumplirse dos décadas de la aparición de la exhortación apostólica Familiaris Consortio, una de las grandes cartas que signaron los primeros tramos del pontificado de Juan Pablo II. Fruto de una asamblea del sínodo, el enriquecedor documento abordó de manera extensa y articulada toda la problemática de la familia. Verdadero hito, este documento que ha contribuido a estimular y renovar las actividades pastorales mantiene viva actualidad y su aniversario no se ha pasado por alto.
El Secretariado Nacional para la Familia, dependiente de la Comisión Episcopal de Pastoral Familiar, lo celebró por partida doble: con un acto en el que se ahondó en las enseñanzas del texto pontificio y con una cuidadosa edición resumida de la exhortación.
Esta síntesis, que no simplifica ni mutila el contenido, ayuda a recordar sus principios doctrinales y orientaciones pastorales, como bien lo puntualiza en la presentación el arzobispo de Córdoba, monseñor Carlos Ñáñez, presidente de esa comisión episcopal.
Fue precisamente a esa importante estructura que le tocó asumir el significativo cambio de rumbo decidido por los obispos argentinos. Fue hace más de seis años, cuando aprobaron un nuevo directorio de pastoral familiar, un instrumento que consideró la familia como sujeto y objeto de evangelización y que sirvió para expresar en ese ámbito la voluntad eclesial de articular y armonizar las acciones, es decir, de reemplazar esfuerzos esporádicos e inconexos, cuando no contradictorios, en lo que se llama "pastoral orgánica". Bien lo dijo al fundamentarlo el arzobispo emérito de Mendoza, monseñor Cándido Rubiolo: no puede haber una pastoral auténticamente eclesial que no sea orgánica y no atienda a la familia como tal, con todos sus miembros, y la coloque en el centro del propósito evangelizador.
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El cambio significaba integrar las distintas actividades que tradicionalmente la Iglesia ha puesto al servicio del matrimonio y la familia: la preparación de los novios, la pastoral de colegios, la catequesis de niños y adolescentes, los jóvenes, la Alianza por la Vida (grupos y movimientos que defienden la vida desde la concepción hasta la muerte natural), las consultorías familiares, los adultos mayores. Bastaría con apreciar las diferencias entre diócesis, y aun entre parroquias de una misma diócesis, en las formas de encarar y atender los muchos desafíos que hoy se plantean: desde las parejas unidas de hecho, la planificación familiar, los divorciados vueltos a casar o las relaciones prematrimoniales.
Esa pastoral orgánica, que debe ser previsora, audaz y positiva, se define como el acompañamiento de los procesos de vida de la familia.