
La lista sábana
A cada vuelta electoral llueven los reclamos contra la llamada lista sábana. ¿Cuándo podremos elegir candidatos conocidos -claman los críticos-, en lugar de hacerlo por una lista donde apenas sobresale la trayectoria de los primeros?
El problema tiene connotaciones porteñas y bonaerenses. Veamos en qué consiste. En nuestra democracia representativa, los miembros de la Cámara de Diputados de la Nación son elegidos directamente por el pueblo en 24 distritos, mediante un procedimiento que distribuye las bancas en proporción al número de votos obtenidos por cada partido. Así las cosas, el sistema favorece la más amplia representación de las mayorías y minorías al precio de votar por una lista completa y cerrada. Grosso modo , éstas son las ventajas y desventajas de la representación proporcional.
¿Por qué se la critica tan acerbamente? Por dos motivos principales: uno de carácter teórico y otro que tiene que ver con los desequilibrios del federalismo argentino. El argumento teórico postula que a menor distancia entre el elector y su candidato, mayores probabilidades de que mejore la calidad de los representantes. Por consiguiente, si la distancia aumenta, la calidad de la representación se resentirá.
Según este argumento, distancia equivale a ignorancia. Por eso, para resolver el intríngulis, se recomienda dividir el territorio en circunscripciones más pequeñas donde se puedan elegir entre uno y tres diputados. Cuando somos pocos, o menos, nos conocemos mejor. Es un modelo venerable que, entre nosotros, tuvo cultores de fuste desde Sarmiento hasta Joaquín V. González, y fue gravemente desnaturalizado por el gobierno peronista a principios de la década del 50. Todo estriba, a la postre (algo que el gobierno de aquel entonces no hizo), en un diseño equilibrado en términos geográficos y demográficos de las circunscripciones.
Sorpresas y dudas
Vayamos ahora al segundo punto. Según exige la Constitución, votamos cada dos años para renovar la mitad de una cámara ahora compuesta por 257 diputados. A partir de este hecho elemental comienzan las sorpresas, pues la combinación de estas reglas con la representación proporcional y los desequilibrios demográficos ha generado efectos que echan un manto de duda sobre la teoría expuesta.
En realidad, más que a través de una extensa lista sábana, los argentinos votamos en tres niveles diferentes en cuanto a la proximidad y conocimiento de los candidatos. En cuatro distritos impera la lista sábana: la provincia de Buenos Aires elige 35 diputados (la mitad de 70); la ciudad de Buenos Aires, 13 ó 12 (la mitad de 25); Córdoba, 9 (la mitad de 18), y Santa Fe, 10 ó 9 (la mitad de 19).
En las veinte provincias restantes el panorama es radicalmente distinto. Ocho distritos, que conforman el segundo nivel, eligen entre cinco y tres diputados: Corrientes, Entre Ríos, Mendoza, Salta, Santiago del Estero, Tucumán, Chaco y Misiones.
Por fin, en un tercer nivel, integrado por el mayor número de distritos (doce en total, los de menor población), la ciudadanía elige 3 ó 2 diputados: Catamarca, Jujuy, La Rioja, San Juan, San Luis, La Pampa, Chubut, Formosa, Neuquén, Río Negro, Santa Cruz y Tierra del Fuego.
El cuadro no deja de impactar. Cada dos años designamos 128 ó 129 diputados, de los cuales 67 ó 65 corresponden a lo que llamamos lista sábana. La otra mitad, aproximadamente, proviene en cambio de distritos que eligen entre cinco y dos diputados. Si proseguimos con la metáfora de la ropa blanca, podríamos sugerir que la "lista sábana" coexiste con "listas carpeta" y (ya que adoramos los diminutivos) con "listas carpetita".
Matices necesarios
Juegos aparte, las preguntas que este análisis plantea complican las teorías esquemáticas: ¿mejora acaso la calidad de la representación política según sea el número de diputados que el pueblo designa? O, de manera más directa: ¿se pueden establecer diferencias de calidad entre un diputado conocido de La Rioja, integrante de una pequeña lista de dos candidatos, y un diputado ignoto para los electores de la provincia de Buenos Aires que integra una lista de 35 candidatos?
Los matices son necesarios porque no hay soluciones perfectas en el tema de los regímenes electorales. Los distritos chicos, con escasos habitantes y pocos candidatos, no generan per se una mejora en la calidad de la representación si se los compara con los candidatos de los distritos grandes. Otros deberían ser los criterios de evaluación.
Estas advertencias no invalidan las modificaciones que una futura reforma de la legislación electoral debería introducir en los distritos grandes y, en particular, en la provincia de Buenos Aires. Tal vez haya que explorar, en este sentido, el viejo método de las "borratinas" (siempre que no afecte la eficacia del escrutinio), o la división de los distritos "grandes" en dos o más circunscripciones electorales. Volveremos sobre estas hipótesis a medida que avance el debate sobre la reforma política.







