
La oposición en busca de presidenciables: ¿la hora de los outsiders?
“Milei es como los castores en Tierra del Fuego, se expande porque no tiene depredador natural, la imagen de la bronca y del cambio es él, no importa lo que diga, así sean barbaridades, patea el tablero y suma desde el enojo y nadie va a igualar algunas de las cosas que dice porque, sencillamente no coincidimos o porque son inviables, pero que él logró hacerlas creíbles”.
Casi con resignación, un dirigente del Pro decía esto de Javier Milei en la campaña presidencial de 2023. En ese entonces se enfrentaban el candidato libertario y Patricia Bullrich y nada hacía pensar que dos años después el Pro se desangraría en manos de Milei, con la misma Bullrich a la cabeza, arrastrando consigo a una cantidad enorme de dirigentes y militantes amarillos. Claro, el escenario cambió y como siempre sucedió “el poder ordena”, porque con recursos y con más chances de garantizar éxitos políticos, no solo logra imponer su voluntad, sino que diseña el escenario, establece las normas, clasifica y disciplina la realidad a voluntad, beneficiando solo sus intereses. En eso la política no cambió, por más outsiders sin depredadores que lleguen al poder.
Es que el sistema político supo resistir todas las crisis sociales y económicas, y fueron varias, aún hoy atraviesa una muy profunda, es decir que la representatividad indirecta del pueblo no se rompió nunca a 42 años de recuperar la democracia. Si bien hoy aparece un sector de la sociedad renuente a votar -esto es algo que hay que recuperar- mayoritariamente lo sigue haciendo y, a pesar de las frustraciones con los políticos y los partidos tradicionales. En las elecciones de 2023 encontró su salida optando por un outsider de la política, un economista mediático, confrontativo, a veces bastante maleducado, pero que logró, como dijo Carlos Pagni, hacerle sentir a la gente que “él no representaba su enojo, sino que estaba tan enojado como ellos”. El outsider de la política era uno de ellos, y se ganó un lugar en los medios muchas veces con expresiones increíbles como estar a favor de la venta de órganos, acusando con insultos a los políticos de una manera desconocida para el debate de los argentinos. La gente le dejó pasar que comparara al estado con lo peor de todos los males, utilizando metáforas desagradables. Así y todo, llegó a la presidencia, pocos pudieron detectar la magnitud del enojo social con la política y, en especial, con el kirchnerismo, y el 26 de octubre logró un resonante triunfo en las elecciones de medio término. Ahora con poder legislativo, sumando aliados de otros partidos, Milei encara su segunda parte de su mandato con propuestas de reformas polémicas, duras, para muchos insensibles, pero que el Presidente y los suyos consideran muy necesarias.
El oficialismo ya tiene su líder outsider, no necesita otro, solo sumar otros leales externos a la política, como ya lo hizo Menem en los ´90 con Palito Ortega, Carlos Reutemann, Daniel Scioli y hasta el recordado Soldado Chamamé, que se pusieron el traje de candidatos para acompañar a Menem. Claro que en ese entonces existía el paraguas del peronismo, que les otorgaba otra identidad, o eso creían al menos. Hoy los que se suman al proyecto libertario saben que es solo para levantar la mano y convalidar todo lo que el líder diga. Así llenó su lista de legisladores con candidatos que vienen de la farándula o del mundo empresario, incluso con pasados relacionados con el delito, como la electa senadora de Río Negro, Lorena Villaverde, que no pudo asumir vetada por el cuerpo por una causa relacionada al narcotráfico en los EE.UU. La mayoría, salvo los que provienen del peronismo, no conocen la militancia política -este un valor para los libertarios- y están dispuesto a ser leales sin pensarlo. “Milei piensa por nosotros”, suelen expresar para justificar su alineamiento. Así es la “no política”, tiene esas reglas de juego. Los aliados del Pro que se pasaron a sus filas abandonando al partido que los llevó al Congreso parecen cómodos en ese lugar, algo impensado hace poco tiempo atrás. Pero Milei logró todo esto, incluso hacer que el presidente de los Estados Unidos se involucrara, como nunca antes, en la política local.
Ahora le toca a la oposición moverse en un escenario que le resulta adverso, porque sus principales referentes son políticos de larga militancia, en la que creen y valoran. El problema es que tienen el difícil trabajo de convencer a la sociedad, o a la mayoría, de que vuelva a creer no solo en la política, sino en los políticos, en ellos. Aún defendiendo ideas, con compromiso, les cuesta sumar. En muchos rincones de la oposición comienzan a pensar si en 2027 al outsider no habrá que enfrentarlo con otro que reúna características distintas, en cuanto a los valores políticos y sociales, pero similares en su no pertenencia al aparato político tradicional. Hay ejemplos alrededor del mundo que dan cuenta de esto como un signo de época, pero, en general, estos experimentos suelen ser exitosos electoralmente con candidatos de extrema derecha. Para citar a algunos: Jair Bolsonaro, Nayib Bukele, Volodímir Zelenski o el mismo Donald Trump. Todos estuvieron marcados por rasgos autoritarios. Bolsonaro está preso en Brasil condenado por interrumpir el orden institucional, Bukele suprimió el estado de derecho para llevar adelante una política de seguridad exitosa pero violando los derechos humanos, Zelenski suprimió el Parlamento cuando asumió y llamó a elecciones para tener mayoría (golpe institucional) y hasta el mismo Trump fue acusado en un caso penal federal por su presunta implicación en los esfuerzos para anular las elecciones de 2020 y el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021.
Para el centro, convencer al electorado es más difícil. El discurso autoritario es más concreto, directo, no necesita de tantas explicaciones o, al menos, su electorado no se las exige. El asunto para la oposición de tinte republicano es complejo, primero porque quienes la integran no se ponen de acuerdo entre sí, y mucho menos -algo lógico- con el kirchnerismo, ya que vivieron enfrentados durante años. Desde que asumió Milei cambió tanto el tablero que muchos opositores podrían concertar un programa a futuro, pero están condenados por sus dichos y actitudes del pasado. Entonces, tímidamente, se habla de armar equipos y programas para acompañar a la presidencia a un candidato externo de la política.
El anuncio de una candidatura de parte de Esteban Bullrich, un hombre afectado por una cruel enfermedad pero con una vocación de hacer y resolver admirable, hizo pensar a muchos de que el camino es por ahí. “Es un ejemplo de resiliencia, bondad e inspiración, puede ser prenda de unidad”, dicen cerca suyo.
“Aunque pierda puedo unir a los argentinos”, afirmó Esteban Bullrich, un mensaje prometedor para cierto sector de la política. En un sector del peronismo piensan en el Pastor Evangélico Dante Gebel. De hecho, el titular de la Asociación Argentina de Aeronavegantes (AAA), Juan Pablo Brey, dirigente de la CGT y reconocido simpatizante peronista, ya milita abiertamente en el proyecto “Gebel presidente”, y señaló que varios dirigentes sindicales y políticos verían con buenos ojos su candidatura. “Hace peronismo sin decirlo”, graficó. Semanas atrás, en su programa de TV, Mario Pergolini le preguntó a Gebel sobre esa posibilidad y el pastor no eludió la respuesta: “Hay que levantarse y hacer algo, no quedarse mirando y criticando… no lo descarto”, dijo, entusiasmando a varios. Gebel llena estadios, es popular y no viene de la política. Eso solo es un buen comienzo. Aunque le sobran puntos débiles, como el poco apego al libre pensamiento, a las libertades individuales -como la opción sexual individual- y la inspiración a un culto a su personalidad, algo característico en muchos pastores de estilo similar. Gebel es líder de la megaiglesia River Church, originaria de Anaheim, California, su religión es el protestantismo -cristianismo evangélico-, no católico. A estos pastores a menudo se los identifica más por su carisma y el formato de “show” moderno con el que suelen presentarse que por la etiqueta pentecostal tradicional.
Los sectores más socialdemócratas o de centro no se sentirían identificados con un hombre religioso como candidato, mucho más si no es católico -esto pesa en muchos, aunque no lo digan- y se inclinarían por un intelectual, un científico, un escritor, que seguramente puede tener mejores herramientas discursivas e ideas acordes a lo que ellos pretenden. Pero aparece la pregunta: ¿existe un “intelectual popular” en la Argentina? Habría que salir a buscarlo.
Todo esto forma parte del gran embudo donde se encuentra la oposición, que entendió este año que si quiere discutir el poder en 2027 deberá hacer algo más que esperar el fracaso de Milei, que ya superó varias situaciones adversas, de la mano de EE.UU., el FMI, o con la ayuda política del Pro y otros aliados. Hoy existen muchos indicadores sociales y económicos que describen aún un cuadro dramático que no terminan de tocar fondo. El Instituto Gino Germani de la UBA, reveló esta semana que el 72% de los trabajadores tiene ingresos por debajo de la línea de pobreza, es decir que trabajar hoy no es sinónimo de dejar atrás la pobreza, esto en un contexto de recesión y con crecimiento del desempleo. Aun así, el presidente outsider le está ganando la disputa a la oposición.
Quizás, para esas distintas oposiciones, sea el momento de tener sus propios “ajenos” a la política que jueguen en la misma cancha y con las mismas armas que Milei, pero con otras ideas. Después de todo, la política es el arte de aplicar en cada momento histórico los ideales que las circunstancias permiten y pueden ser posibles. Saber interpretar los momentos es lo que destaca a los dirigentes que saben cómo llegar al poder.





