
La prostitución callejera, prohibida
1 minuto de lectura'
LA Legislatura de la ciudad de Buenos Aires ha dado un corte tajante al controvertido asunto de la prostitución callejera:ha sancionado una norma que penaliza la oferta y la demanda de sexo en la vía pública en toda la extensión de la ciudad.
El órgano deliberativo porteño actuó, en parte, bajo la presión del decreto que el presidente Carlos Menem dictó el martes último, donde se impartieron expresas instrucciones a la Policía Federal sobre ese y otros temas.
Así, de modo terminante, parece haberse puesto punto final al largo y extenuante conflicto que padecieron los vecinos de Palermo, Flores, Constitución y otros barrios, que durante largo tiempo se vieron obligados a soportar la presencia, en las inmediaciones de sus domicilios, de una patética y degradante cohorte de ofertantes sexuales, en la que el exhibicionismo y la impudicia fueron las notas dominantes.
En anteriores editoriales, La Nación se hizo eco de la fundada indignación de las familias afectadas, forzadas a convivir, en sus barrios, con verdaderos ejércitos de travestis y prostitutas, con el consiguiente daño para la formación moral de sus hijos y con todo lo que eso significaba como factor corrosivo para la calidad de vida del vecindario.
El criterio que ha adoptado finalmente la Legislatura ha sido el más severo. No penaliza la prostitución en los casos en que se convierta en un motivo de escándalo o de perturbación para determinadas zonas residenciales, como en algún momento se pensó, sino que prohíbe lisa y llanamente la oferta callejera de sexo, con el agregado de que extiende la sanción a la persona que requiera los servicios de una prostituta o de un travesti, es decir, al cliente. Al adoptar esa solución, el órgano legislativo de la ciudad ha ido más lejos que nunca: en ninguna época se dio en Buenos Aires una respuesta tan contundente al fenómeno de la prostitución callejera.
Esto significa que la Policía Federal -la fuerza encargada de hacer cumplir la norma- pasa a tener ahora una pesada responsabilidad sobre sus hombros. De la prudencia, el equilibrio y la moderación con que aplique la disposición legal dependerá la eficacia de la política extrema que la rama legislativa del gobierno porteño ha decidido finalmente instrumentar.
El órgano de seguridad federal va a tener que luchar, en ese sentido, contra una tradición que juega en contra de su prestigio. Fue un secreto a voces, en la ciudad, durante muchos años, que funcionarios de policía inescrupulosos graduaban su permisividad y tolerancia con las prostitutas o con los proxenetas y regenteadores de prostíbulos clandestinos en función de las coimas que recibían de ellos. Recientemente salió a la luz el caso escandaloso de la comisaría 16a., donde -según denuncias que hoy investiga la Justicia- varios jefes cobraron durante muchos años sumas regulares a las prostitutas y a los hoteles de la zona para permitirles ejercer su actividad.
Sería lamentable que el nuevo régimen de penalidades fuera ahora aprovechado por elementos corruptos de la institución para asociarse, nuevamente, por la vía elíptica de la coima, con el negocio de la prostitución y el proxenetismo.
También sería lamentable que, por exceso de celo policial, la norma aprobada por la Legislatura se convirtiera en una herramienta persecutoria de la que resultaran víctimas, en definitiva, como ocurrió en otros tiempos, las parejas de novios o enamorados que pasean por los parques.
La Policía Federal tiene una oportunidad de mostrar que es capaz de aplicar la ley con razonabilidad y, sobre todo, con respeto por el espíritu que la inspiró. La institución no debe permitir que elementos corruptos contribuyan a su desprestigio. Es necesario que en el control de la prostitución callejera -que ahora le encomienda la ley- actúe con transparencia y corrección, evitando asperezas inútiles y respetando la frontera infranqueable de los derechos personales.
La ciudad debe volver a ser un ámbito de convivencia pacífico y armonioso. Las reformas introducidas en elCódigo de Convivencia brindan las herramientas necesarias:lo fundamental es que sean empleadas con eficacia, prudencia y un genuino espíritu de servir a la comunidad.




