Las lenguas inventadas
Como las mariposas, hay palabras difíciles de cazar. Algunas vuelan, cambiando de letras antes de ingresar en las redes del significado. De vez en cuando, un diccionario las atrapa y les estampa una definición. Más que infringir la norma, se trata de jugar en los bordes de lo establecido. Lo hizo Rabelais en Gargantúa y Pantagruel a través del complejo de Panurgo, según el cual a las preguntas se les responde en lenguas inventadas (casi una actitud retórica). Estas invenciones pueden rastrearse en Aristófanes, quien esgrimió una lengua originada por el sonido onomatopéyico de las ranas ( brekekekek, koak koak ), en su comedia Las ranas , de 405 a.C. Por la misma época, Platón describía la lengua de los habitantes de la Atlántida. Advertía sobre su difícil reproducción, "pues eran sonidos raucos, secos y de timbre agudo". También James Joyce, en su intrincada novela Finnegans Wake , descorrió los velos del sueño para hallar una lengua del estado de duermevela.
La neolengua creada por George Orwell en su novela 1984 es más radical. Se trata de evidenciar el poder de las palabras en los sistemas autocráticos: para evitar que se piense en libertad, el nuevo régimen busca eliminar los significados no deseados de la palabra "libertad", de forma que el propio concepto deje de existir en las mentes de los hablantes. Del lado de la realidad, el gobierno estadounidense le encargó a Noam Chomsky una lengua que sirviera de comunicación con los extraterrestres.
También Borges incursionó en la invención de la palabra. En su cuento "El informe de Brodie", nos habla de la lengua de los "yahoos", en la que cada término monosilábico corresponde a una idea general. Por ejemplo, "nrz" sugiere las manchas, o sea que puede significar un cielo estrellado, un leopardo o la viruela, y "hrl" indica lo denso y estrecho. Por su parte, Umberto Eco, rumiador de lenguas y celoso admirador de Borges, creó un alfabeto zodiacal, una lengua del Edén, una lengua semítica y una parodia de lenguas extranjeras (el alfabeto zodiacal aparece en su novela El nombre de la rosa ).
Actualmente, en distintas universidades del mundo se dicta la cátedra de interlingüística (junto con esperantología), que comenzó en Budapest. Pero con los avances tecnológicos el juego se agudiza, más por aceleración que por creatividad. Los mensajes de texto, más que condensar (procedimiento interesante en términos de expresividad), abrevian. Y la abreviatura está más ligada a una cuestión económica de la lengua que a un afán de precisión o deleite. En este sentido, cerrando el año del 25° aniversario de la muerte de Julio Cortázar, podemos concluir este recorrido de palabras mariposas con aquellas más volátiles, las de la invención del amor. Se trata del idioma "guíglico", que aparece en el capítulo 68 de Rayuela . Vaya una frase a modo de voluptuoso ejemplo: "Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa".
A veces somos seres hablantes. Otras, seres hablados. No siempre se elige lo que se inventa. ©LA NACION