
Lecciones de la AFA: muere la estética de lo burdo
Tapia: para Milei es un desafío; nadie le aconsejaría un enfrentamiento en el año de una Copa del Mundo, pero puede tentarlo confrontar políticamente con quien parece estar en las antípodas de su cosmovisión, eso que los libertarios llaman “capital simbólico”
7 minutos de lectura'


El único inconveniente que tuvo Claudio Tapia en su reciente paso por Estados Unidos fue no haberse podido sacar, como en todos los viajes en que se le presentaba la oportunidad, una foto con Messi. Todo lo demás, y a diferencia de la crisis que como líder de la AFA atraviesa en la Argentina, le resultó cómodo. ¿Volverá a tener una imagen con los jugadores? Seguramente sí, pero bajo nuevas condiciones. El escándalo en el fútbol cambió drásticamente la vida pública de quien desde la Copa del Mundo de 2022 parecía intocable.
Por ahora, a las empresas que auspician el campeonato argentino o al seleccionado nacional no les preocupa. “No se nos ocurrió dejar la Liga. Para la gente, el fútbol es Messi, De Paul: en el sponsoreo se busca eso”, explicaron en uno de los grupos patrocinantes del torneo clausura. En donde sí parecen haber aparecido más recaudos es en el universo de la política. Qatar quedó lejos. En octubre de 2023, dos semanas antes de la primera vuelta electoral, Tapia invitó a Sergio Massa, entonces ministro de Economía y candidato presidencial, a una conferencia en la que se anunciaba a la Argentina como sede para el Mundial de 2030. Le agradeció la presencia y le auguró un triunfo: “Te miro y me acuerdo de 2017, cuando empecé a conducir la AFA: es un enorme desafío, y también lo tendrás cuando te toque conducir el país”, dijo. Tapia conoce lo suficiente al establishment político como para entender que ya no será el mismo y que la dirigencia argentina no solo no regala elogios o gestos, sino que a veces ni siquiera los retribuye. Fuera del fútbol, deberá desentenderse de algunos aliados al menos hasta el Mundial, lo único que puede revertir su suerte. Pero tampoco retrocede. Anteayer, según publicó la periodista María Fernanda Alonso, se apuró a reclamar la exclusividad que la AFA tiene en el Estadio Único de La Plata por 10 años y que acordó con Kicillof. Y se encargó de hacerlo público: pidió que, a partir del 27 de este mes, no quedara personal de la provincia de Buenos Aires en el predio y que además se disolviera la Fundación Estadio Único, que integran Estudiantes y Gimnasia y se financia con un porcentaje del bingo de La Plata”. Nueva etapa, caras conocidas: sus aliados seguirán siendo los clubes.
Para Milei es un desafío. Nadie le aconsejaría un enfrentamiento con la AFA en el año de una Copa del Mundo, pero puede tentarlo confrontar políticamente con quien parece estar en las antípodas de su cosmovisión, eso que los libertarios llaman “capital simbólico”. En medio de la debacle del peronismo, podría hasta sentir que derriba una carrera partidaria antes de que se inicie: en algún rincón remoto de la imaginación de Tapia, dicen en la Casa Rosada, deambuló alguna vez la fantasía de una candidatura a gobernador. Será además la oportunidad de retomar la discusión por las sociedades anónimas, un debate que se había iniciado con la Ley Bases y que la Justicia frustró con una medida cautelar. En el Gobierno lo admiten: lo más difícil de enfrentarse con la AFA son los representantes del Poder Judicial que militan en los tribunales de Disciplina, de Ética y de Apelaciones. “Acá la gente se hace pis por dos entradas”, se jactan en la sede de Viamonte.
Tenerlo en cuenta les permite a los libertarios pisar en firme. Si alguien sueña con los escombros de Tapia, deberá saber que el sanjuanino encabeza un sistema de poder real casi inexpugnable que se mueve además con una lógica inmune a la corrección política. Cualquier dirigente de otro ámbito que hubiera desencadenado tanto rechazo como él con su decisión de darle el título a Rosario Central ya estaría haciendo aclaraciones o al menos atenuando la medida. Pero Tapia y Toviggino doblan la apuesta: Estudiantes no solo debió aceptarlo, sino honrar al campeón con una calle so pena de sanciones que se cumplieron. En ese sentido, se parecen más a Milei que a Macri.
La AFA es una asociación civil: tiene menos obligaciones de transparencia pública que un ente estatal y, por lo tanto, un alto porcentaje de tolerancia a la desprolijidad. El papelón del 38-38 parece apenas un ejemplo. Hace más de 15 años, todavía con Grondona, algunos empleados de Viamonte intentaron sin éxito recabar objetos históricos para una exposición en la Rural. Fue imposible hacerlo completo: al primer inventario se percataron de que le faltaban más de 700 trofeos. Habían desaparecido de las propias vitrinas, incluso una obra de arte labrada en plata y donada en los años 30 por el canciller Ernesto Bosch y cuyo valor se estima en unos 500.000 dólares.
Por eso la incógnita es hasta dónde se extiende este escándalo y a quiénes salpica. Casi un siglo después, una búsqueda superficial en Google permite descubrir un entramado de sociedades que incluyen a dirigentes de la AFA que, a la vez, están vinculadas con las dos casas de Pilar investigadas hasta ayer por el juez Rafecas. Dos de ellas, Marte SRL y Blue Publicidad SRL, ambas integradas por Juan Pablo Beacon, el dirigente que guarda todos los secretos de Toviggino, son directamente proveedoras de la AFA. ¿Quién podría objetarlo en una entidad de segundo orden y con balances aprobados por sus socios, los clubes? Solo los damnificados. Por eso el mayor riesgo de los involucrados es que prospere la figura de lavado. La condición será en ese caso detectar el origen de esos fondos. ¿Dólares oficiales que salieron, como trascendió, de las arcas del Banco Central en pleno cepo? ¿Que rozan además a funcionarios actuales? Imposible que quienes tienen o tuvieron responsabilidad en el área no muestren al menos cierta inquietud. Uno de ellos, Massa, interpreta últimamente en privado las investigaciones a Toviggino como ataque personal. Así se lo dijo a dirigentes del fútbol.
Pero el Gobierno tampoco tiene una idea cabal de los alcances de la investigación. Solo la aprovecha. ¿Qué mejor que exponer lo peor del pasado mientras, por ejemplo, se discute una reforma laboral? Y eso que la premisa es que la ley salga. Dicen que antes de despegar para Oslo Milei alertó al respecto con un llamado a Sturzenegger, el más inflexible en la negociación con los sindicatos. Necesita la reforma antes de fin de año y cree que ponerse meticuloso podría postergarla para después de marzo. “Perdió Federico”, concluyen quienes trabajaron en el borrador del proyecto, que hasta hace tres días era más restrictivo en las cuotas sindical y solidaria y con los mandatos de los secretarios generales. Sturzenegger no se tomó siquiera el trabajo de ir en persona horas después a la reunión con Sandra Pettovello y representantes sindicales. Mandó a sus asesores.
El Gobierno quiere la mejor reforma posible. Ya la simple promulgación, que no tendría precedente, está cerca de conseguirse gracias al envión de las urnas en octubre. “Un resultado electoral que, en definitiva, es un segundo mandato”, lo definió anteayer Paolo Rocca en el seminario de Techint. La nueva etapa lo obliga a no tropezar y a apuntalar la confianza con pequeñas dosis. Antes de salir al mercado de deuda y obtener una tasa de 9,26%, Luis Caputo, ministro de Economía, decía estar dispuesto a pagar algo más. El solo hecho de hacerlo, razonaba, generaría un círculo virtuoso de confianza. Es el criterio de la reforma laboral: lo mejor es no ceder o, en todo caso, hacer los esfuerzos para que las adhesiones al paro del jueves no sean totales. Negocia entonces con UTA, el sindicato de los colectivos, cuya ausencia le restaría peso a toda protesta. Ya habrá tiempo de mejorar detalles de fondo. Lo constatable es que lo viejo pierde eficacia: lo indica una sociedad que, cansada de fracasos, volvió a darle una oportunidad a Milei. Muere al menos la estética de lo burdo: es lo que Tapia no entendió al darle el título a Rosario Central.




