Líder empoderado, partido quebrado: Rodríguez Larreta y el futuro incierto
Más de un argentino debe querer saber qué tiene el alcalde de Buenos Aires y precandidato a presidente por Juntos por el Cambio, Horacio Rodriguez Larreta. La definición que tomó de elecciones concurrentes en Buenos Aires pueden tener un impacto explosivo en la oposición y en el futuro del país.
La interna opositora ya era intensa y esta definición inconsulta dentro de su partido fue la nafta que le faltaba a la oposición para radicalizar la interna. “Qué profunda desilusión” dijo Mauricio Macri frente a esta decisión de su hijo pródigo. La decisión de Larreta fue una bomba atómica disfrazada de necesidad de cumplir con la ley que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires había sancionado respecto al uso de boleta única.
¿Por qué Larreta tomó esta decisión? Todas son conjeturas. Pero la explicación de la legalidad de la medida parecería ser un manto que no disimula la postura del jefe de gobierno de afianzarse en el poder, opacar a su exjefe y fundador del Pro y, por qué no, mover el avispero del partido. Algo así como un granjero que le da un palazo a una colmena de avispas: algo va a pasar y alguien va a salir lastimado.
¿Qué lleva a un líder a patear el tablero? Hay múltiples respuestas, pero podríamos decir que compromisos con otros o un posicionamiento dentro de un partido u organización, son opciones. También hay otra posibilidad: ambición desmedida de poder o desesperación por él de parte del líder díscolo. Las dos primeras pueden entenderse como un juego de poder para tratar de posicionarse. La última, la ambición o desesperación por el poder, es una enfermedad con consecuencias impensadas y desmedidas.
Cuando una organización tiene un fundador muy presente y fuerte, los sucesores pueden sentarse cómodamente a disfrutar de las ganancias sin tratar de hacer muchas olas para no cambiar el status quo o, intentar desplazar al fundador a través de zancadillas para sacarle el poder o mover la esfera de influencia desde el fundador a un sucesor. En este último caso se produce un realineamiento interno que genera movimientos sísmicos con consecuencias difíciles de predecir. Pero lo que sí sucede es que hay un momento de alta tensión y radicalización de posiciones.
En un año electoral, estos movimientos sísmicos son definitivamente dañinos para cualquier agrupación u organización. Los acomodamientos necesarios tienen que ser rápidos y no siempre son definitivos lo que no genera claridad para el empleado o elector dependiendo en el contexto que se realice el cambio. El proceso de radicalización también es algo esperable con un realineamiento brutal que se convierte en una divisoria de aguas y donde, el que gane la interna, puede dejar herido y/o humillado al que pierde. Recuperar al perdedor va a ser el desafío de quien termine liderando a Juntos por el Cambio.
La desmesura en la ambición personal es producto de la ansiedad de llegar. ¿Llegar a qué, a dónde? A liderar, a estar en la cumbre de aquello por lo que tanto tiempo se luchó y se preparó. Pero la ansiedad es la peor amiga. Es la amiga traicionera que ofrece espejitos de colores cuando el verdadero espejo, el de la realidad, se está resquebrajando.
PhD, profesor de la UTDT