
Línea rebelde. Crece la libertad del dibujo
Lejos del tabú. Con obras de decenas de artistas, dos muestras exhiben la vitalidad de una de las disciplinas más universales
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Durante mucho tiempo, el dibujo parecía un aristócrata rebajado a tareas de mayordomo dentro de las artes visuales. Se hablaba de él con respeto, se pasaba el plumero por su árbol genealógico, se destacaba la importancia de dominar el lápiz y algún sabelotodo mencionaba frases de Ingres. Cualquier cosa con tal de no tomarlo en serio y seguir usándolo como auxiliar para sacarles las castañas del fuego a escultores, pintores y, más recientemente, a performers que se retuercen con fondo de micrófonos acoplando. Al mismo tiempo, había "peligros" que acechaban al dibujante con orientación artística y que se mencionaban a media voz: la ilustración, la caricatura, la historieta, la publicidad, lo panfletario. Con el siglo XXI, esto parece estar cambiando. Prescribieron los campos minados y las señales de desvío pintadas con colores vergonzantes. El dibujo contemporáneo no se preocupa por esquivar "peligros", sino por atravesarlos de modo consciente a la velocidad adecuada y variable (que puede ser cercana a la de la luz o lenta como el avance de una tortuga medicada) que permita resignificar los materiales desplazados.
Puede hablarse de una autonomía del dibujo como una disciplina o, dicho de forma más drástica: un dibujo de un artista contemporáneo puede parecer cualquier cosa. Y, encima, ser una "obra terminada" . Esto era tabú en el arte moderno. Recordemos que Yuyo Noé comparaba una obra terminada con un cadáver y dibujantes undercover, como Badii o Nigro, han vivido obligados a hacer malabarismos bajo presión para que sus dibujos parecieran otra cosa que dibujos.
Por todo esto, el panorama actual del dibujo es bastante inabarcable. Y, a diferencia de lo que pasa con la pintura, está en una condición de insurgencia permanente.
En la galería Quimera del Arte (Humboldt 1981, hasta el 29 de agosto) se inauguró días atrás la muestra bosquejar esbozar proyectar, imprescindible para los interesados en el estado del dibujo en la Argentina. Se exponen 162 trabajos de 54 artistas vivos, de diversas generaciones y trayectoria. Los curadores, Santiago Bengolea (Fundación Proa) y Javier Aparicio (Museo La Ene), llegaron a esa cifra pidiendo a cada artista tres dibujos de tamaño no mayor a 40 x 40 cm. Seleccionaron materiales en distintos escalones de autoconciencia, ángulo de acceso, grados de terminación y manufactura.
Es imposible hacer justicia en tan poco espacio a una muestra con tanta información; recomiendo verla para formarse una idea personal y reforzar un recorrido propio. Lo que sigue es simplemente una enumeración de algunos nombres.
Cristina Schiavi y Adriana Minoliti podrían estar mostrando bocetos para pinturas; se las puede identificar al primer golpe de vista. Ernesto Arellano, escultor-ceramista, es también reconocible desde lejos; de cerca notamos cuánto disfrute ha puesto en su hoja de papel. ¿Será el pequeño formato su vocación oculta? Marta Cali, Marcela Astorga, Jorge Miño y Manuel Ameztoy, no considerados "dibujantes", presentan proyectos que oscilan entre lo proyectual, lo escultórico, lo arquitectónico y lo instalativo. Para quienes estamos acostumbrados al arte digital "puro y duro" de Cali, ver algo de ella "hecho a mano" es casi motivo de susto. ¿Podríamos sumar a este grupo a Mariano Ferrante, preguntándonos si lo que muestra es "obra autónoma" o un "proyecto"? Juan Tessi, artista audaz e imprevisible en permanente reinvención de su discurso, muestra una especie de lado D de su producción. Aunque puede ser el lado F.
Gala Berger interviene lúdicamente sobre papeles que se demoraron durante años en la aduana. El azar, la simple huella, es otro recorrido presente en la muestra bajo distintas pariciones; cabe mencionar las marcas de café sobre papel de Facundo Pires y los sedimentos de "energía boluda" desplegados por Laura Ojeda Bär. Florencia Böhtlingk mantiene cierta intención costumbrista y arcaizante derivada de sus viajes a África.
La combinación "ditellista" de minimalismo y languidez puede verse perjudicada por el pequeño formato. Es lo que pasa con las obras de Valeria Maggi y Tiziana Pierri.
Nacho Valdés mantiene un territorio intermedio ente gráfica y colorismo. Establecer una clasificación exacta de su trabajo tenazmente no figurativo sería arduo y, quizás, inútil. Juan Malka deleita con las travesuras cromáticas de un espiritista que hace bromas de sociedad.
Para que no falte una categoría tan enraizada entre nosotros como "arte latinoamericano con mapas", Melina Berkenwald aporta mapas londinenses intervenidos y Mónica Girón, pedazos de proyecciones planetarias. Cervio Martini dibuja sobre espejos, como una especie de Kippenberger incontinente. El Dr. Lapadula hace hablar al humo doblando sus esquinas. Un pez globo de Gabriel Altamirano puede ser eslabón de una ciencia que deriva hacia la objetividad pervertida? ¿o perversa objetividad?
La temperatura de las obras al grafito preciosistas y algo ominosas de Santi Gasquet, con cierta deriva sado-feudal, me hicieron pensar en las atmósferas sofocantes del pintor mexicano Julio Galán. Aclaro que veces en esta muestra uno no la pega, y lo que de lejos parecía un Amadeo Azar es un Diego Mur.
Matías Ercole profundiza sus agitaciones sobre el plano rayado de la posibilidad. El rendering virtuoso y enérgico de un mundo condicionado por las magnitudes épicas se evidencia en los trazos nerviosos de Héctor Meana.
Homenaje a Narciso
Corresponde decir algo del trabajo curatorial. La curaduría de esta muestra es más aluvional que dogmática. Sus responsables no consideran lo que ha de verse como un group show. La plantean como ejercicio de inmersión con sesgo teatral, en el que las obras pequeñas rodean la "cúpula terrestre": la intervención site-specific realizada por Alejandro Pasquale y Luis Rodríguez, basada en el tema de Narciso, primer disparador de todo el conjunto.
Pasquale intervino con ampliaciones de sus dibujos a lápiz tres muros móviles de la galería que irán cambiando de posición para acentuar los intercambios espaciales del conjunto. Rodríguez, de extracción más conceptual, dispuso la superficie de este pequeño cosmos simulando en el suelo, con cintas de embalar, un lago en el que el espectador puede transitar su deriva óptica, como un Narciso en aguas pegajosas. "La tercera dimensión es una trampa por los cristales cóncavos de la mirada", advierten los curadores.
La muestra se completará con una publicación documental realizada por Ediciones Q; integrará el fondo editorial de las exhibiciones de Quimera iniciado este año a modo de bitácora de dibujos, que registrará el panorama artístico local contemporáneo.
Tres dimensiones, múltiples materiales
About Line, exposición colectiva en Espacio Kamm (Mario Bravo 1136, hasta el 31 de julio) guarda cierta relación con la de Quimera del Arte por su modo de concentrarse en el dibujo. En una escala más "de cámara", aquí se ha priorizado la reflexión sobre el modo de producir líneas puras con los materiales más disímiles, "con la esperanza de que juntas conformaran una trama". Los directores de la extensión porteña de la galería suiza Ivo Kamm -el colombiano Julián León Camargo y la alemana Kirsten Mosel, también presente en la muestra de Quimera- sumaron a sus propias obras otras de Gaspar Acebo, Bruno Dubner, Marcolina Dipierro, Sofía Durrieu, Bruno Gruppalli, Andrés Sobrino y Carola Zech y Guido Ignatti.
Lux Lindner






