Los 150 años de relación con Alemania
Por Rolf Schumacher Para LA NACION
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Celebramos este año los 150 años de relaciones argentino-alemanas. El punto inicial fue el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación, firmado en 1857, entre el reino de Prusia y los restantes Estados de la Unión Aduanera y la Confederación Argentina. Durante este siglo y medio, ambas sociedades experimentaron altibajos.
Cuando se trata de aludir cautamente a crisis políticas y económicas, estos hechos se suelen denominar "vicisitudes" de la historia. Precisamente, los abismos de la historia alemana y la política criminal durante el régimen nacionalsocialista, y por consiguiente, la emigración involuntaria de ciudadanos alemanes de esa época, en su mayoría alemanes judíos, generaron un vínculo particular entre nuestras naciones.
Los inmigrantes encontraron una oportunidad para un futuro mejor gracias a las puertas abiertas de la Argentina. Por lo tanto, esta celebración no puede hacerse sin recordar las etapas oscuras de la historia; es una oportuna razón para detenernos un instante y reflexionar, además de motivo de alegría por las muy buenas relaciones entre nuestros Estados en el presente, y de agradecimiento para todos aquellos que han contibuido a que así fuera. La Argentina y Alemania conforman en el presente sociedades estables, unidas por un amplio consenso de valores, por los principios de la democracia, por el dominio de la ley, por la defensa de los derechos humanos y por el respeto hacia el Derecho Internacional.
Probablemente, en 1857 el cónsul general de Alemania dominaba las relaciones bilaterales, pero el embajador, hoy ya no posee ese poder. ¡Afortunadamente! Desde entonces, las conexiones entre nuestros países se han desmonopolizado y diversificado. En términos políticos, incluso, podría decirse que se democratizaron. Los gobiernos ya no están investidos de la autoridad soberana para establecer las relaciones. Las actuales elites de ambos países deben enfrentar los desafíos de la globalización para que se configure de tal modo que sea útil a sus economías sin descuidar objetivos como la cohesión regional, el medio ambiente, la protección climática o la meta prioritaria de una buena gestión de gobierno: la inclusión social. Ese es el esfuerzo de Alemania y de la Argentina.
En el marco de esta orientación, la integración regional constituye la base para el desarrollo económico permanente. El significado prioritario, desde el punto de vista político y económico de Europa, o bien, de América del Sur, para nuestros países, se refleja en las estadísticas del comercio exterior. En el caso de Alemania, más del 60% de su comercio se lleva a cabo en la Unión Europea. Desde la década de 1950, Alemania siempre abogó por la integración europea. Al igual que todos los 27 miembros de la UE, Alemania ha cedido competencias nacionales en favor de instituciones europeas, es decir, del Parlamento, del Consejo, de la Comisión, del Banco Central europeos, y de la Corte Europea de Justicia. Estas instituciones y los hechos producidos, tanto dentro como fuera de la Unión, muestran la realidad del continente.
Lamentablemente, en la Argentina (como en otros países) aún no se reconoce plenamente la realidad de la UE. La limitada percepción se refleja en el hecho de que, con frecuencia la Unión es vista sólo como un mercado común. Sin embargo, es mucho más que eso. Por otra parte, esta subestimación lleva pronto a la cuestión relativa a la política agraria y a las subvenciones. ¿En qué medida se conoce que las subvenciones por cada establecimiento agrícola son menores que en los EE. UU.? La UE es actualmente, en el mercado mundial, el principal comprador de productos agrícolas, en particular, de los países en vías de desarrollo.
Deberíamos tener una visión de las oportunidades que brindaría un acuerdo con la Unión que, con un intercambio comercial superior a 50.000 millones de euros, es el socio más importante del Mercosur y el que más ayuda, en materia de cooperación técnica le provee. Un acuerdo contribuiría a que dos procesos de integración, vinculados por intereses, por raíces culturales y por un amplio consenso de valores, otorguen a su cooperación un marco más sólido, un diálogo institucionalizado y una mayor cooperación científica y técnica. Por último, por medio de una mayor seguridad jurídica, se generaría un estímulo adicional para las inversiones europeas. La Argentina, el país que dentro del Mercosur tal vez se caracterice por ser el de mayor influencia europea, podría desempeñar un papel más relevante aún.
¿Por qué esta digresión sobre la integración? Para demostrar que la diversificación de nuestras relaciones bilaterales no sólo influye a nivel nacional. Además de la participación de otros actores alemanes en las relaciones bilaterales, la diversificación también incide a nivel supranacional. Por lo tanto, esta relación cuenta hoy con un tercer pilar: la birregionalidad. Es un avance más que debe aprovecharse para continuar el acercamiento durante la presidencia del Consejo de la UE por parte de Alemania en el primer semestre de 2007.
También en virtud de las relaciones birregionales, los contactos bilaterales con la Argentina poseen para Alemania una importancia especial. Ello quedó demostrado durante la visita que, en 2006, efectuó a Buenos Aires el ministro federal de Relaciones Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, así como durante la visita del ministro de Relaciones Exteriores, Jorge Taiana, a Berlín. Otra prueba de ello fue la reunión entre la canciller federal Angela Merkel y el presidente Néstor Kirchner, en 2006, y la visita a Alemania del presidente de la República Argentina, en 2005.
Existe un amplio consenso, ya se trate del fortalecimiento del Derecho Internacional, de la Corte Penal Internacional en La Haya, del desarrollo de instrumentos para la solución pacífica de conflictos, de la lucha contra el tráfico de drogas y el terrorismo, de la no proliferación de armas nucleares, del Protocolo de Kyoto y de la necesidad de pasos sucesivos; como de la reforma y el fortalecimiento de la ONU. Ni siquiera el disenso con respecto a los modelos de reforma del Consejo de Seguridad de la ONU nos hará desistir de aprovechar el amplio consenso para promover nuestros intereses en común.
¿Cuál era el estado de nuestras relaciones en 1857? Implicaban algo de tráfico comercial y un número aún muy reducido de inmigrantes alemanes (menos de 4000). ¿Cuál es el estado actual? Implica infinitamente más. Es casi inabarcable. Actualmente residen en la Argentina entre 40.000 y 50.000 personas que poseen pasaporte alemán. Existen entre nuestros países cientos de miles de vínculos de comercio, de inversiones y de turismo. El comercio binacional registró nuevamente una cifra récord, que supera los 2.000 millones de euros. Alemania ocupa el cuarto lugar entre los proveedores de la Argentina y, como comprador de productos argentinos, el noveno. La fuerte actividad de la Cámara de Industria y Comercio Argentino-Alemana contribuye a que las cifras sigan incrementándose. ¡El interés de los inversores alemanes continúa en ascenso! La gran densidad de nuestras relaciones se refleja también en la sociedad civil, por medio de innumerables contactos individuales y de instituciones, como las fundaciones políticas Konrad Adenauer, Friedrich Ebert y Friedrich Naumann, cuyas actividades en la Argentina resultan en un verdadero tendido de puentes entre nuestras sociedades. El amplio ámbito del intercambio cultural supera a los institutos Goethe, a las asociaciones de amigos, las escuelas con enseñanza de alemán y la colecitividad con antecedentes familiares en Alemania, estimada en 800.000 personas. Esto es, que cada vez abarca a un mayor número de argentinos sin nexo familiar con Alemania.
Todas estas actividades generan lazos que, en muchos casos, se vuelven duraderos. Para mí es una satisfacción que una alumna de 17 años realice un viaje de intercambio de tres meses a Alemania, viva en el seno de una familia alemana y concurra allí a la escuela. También me alegra que jóvenes alemanes de 20 años, que durante un año prestan el servicio civil (en reemplazo del servicio militar) en instituciones sociales, conozcan una Argentina que muy pocos extranjeros ven. Es loable aquella fisioterapeuta de 25 años, que, durante quince meses, ayuda en Nueva Orán a niños con discapacidades físicas y mentales y que, al recibir tanta gratitud de personas carenciadas, le resulta difícil abandonar la Argentina. Debo mencionar al pastor evangélico que, en los difíciles años de la dictadura militar, facilitó a más de un joven argentino poder emigrar a Alemania.
Periodistas alemanes y argentinos informan desde ambos países y aumentan el grado de conocimiento. Jóvenes científicos argentinos asisten durante cinco años a universidades alemanas para llevar a cabo sus proyectos de investigación y regresan luego a la Argentina para transmitir a estudiantes argentinos el conocimiento adquirido. Así, nuestros países no practican una fuga de cerebros, sino que se benefician recíprocamente con una ganancia de cerebros. Fácilmente podría continuar la enumeración, incluyendo también el fútbol, un tema inevitable entre Alemania y la Argentina.
Precisamente, me impresionan estos co-embajadores que actúan desinteresadamente, pues confieren a nuestras relaciones una dimensión humana. Es un placer ver la superación de los inicios modestos que las caracterizaron en 1857. Aprovechemos entonces las oportunidades de superar los crecientes desafíos durante el próximo medio siglo, cuando se cumpla el bicentenario de las relaciones bilaterales. Hagamos uso de la posibilidad de la cooperación bilateral, regional e internacional, ampliemos la base de aspectos en común y trabajemos en positivo para que las futuras generaciones tal vez puedan decir: ¡Bien hecho!




