Los efectos políticos del Mundial
Ganar en el propio país fue una circunstancia que permitió una manipulación efectiva
El Mundial de fútbol es el evento más televisado del mundo y uno de los que más concentra la atención global durante el mes de su duración. Lógicamente, cuando más importante es el este deporte en un país, más atención concentra.
Todos los mundiales jugados hasta hoy han sido ganados por sólo ocho países del mundo: cinco europeos (Alemania, Francia, Inglaterra, Italia y España) y tres del Mercosur (Brasil, Argentina y Uruguay). Un hipotético partido entre una selección de la Unión Europea y otra el Mercosur, de acuerdo a estos resultados, enfrentaría a las dos regiones con más trayectoria en el Fútbol.
Brasil es el país que más mundiales ha ganado (cinco oportunidades) y por esta razón suele decirse que es el país donde el fútbol tiene más relevancia para la sociedad.
Por azar, destino o estrategia, este país ha atado la elección presidencial al Mundial ya que desde la reforma constitucional de los años ochenta siempre se vota para presidente el primer domingo de octubre, antes de cumplirse tres meses de la finalización de la Copa del Mundo. El período presidencial en Brasil es de cuatro años y los mundiales se realizan también cada cuatro, en años coincidentes. Por esta razón, las últimas cinco elecciones presidenciales -las dos que ganó Cardoso y las tres siguientes que ganó el PT-, se han realizado aproximadamente a 80 días de la finalización del Mundial.
Ganar el Mundial en el propio país fue una circunstancia que permitió una manipulación política efectiva, pero que finalmente no cambió la historia
Cinco elecciones presidenciales seguidas en Brasil casi inmediatamente después del Mundial es una buena base de análisis para evaluar la influencia política que ha tenido el evento deportivo.
En principio surge que no hay una relación significativa. De las cinco elecciones, cuatro las han ganado los candidatos del oficialismo. La única vez que el gobierno perdió -el primer triunfo de Lula-, las causas nítidamente estuvieron en lo político y económico y no en lo deportivo.
En el caso argentino, los mundiales ganados muestran también que no hubo un efecto demasiado relevante. El de 1978, durante el último gobierno militar, tuvo la particularidad de que el país era sede, como sucede ahora con Brasil. Ganar el Mundial en el propio país fue una circunstancia que permitió una manipulación política efectiva, pero que finalmente no cambió la historia.
La política no es mecánica. En ese sentido, para Brasil hoy ser el país sede se ha transformado más en un riesgo cierto que en una oportunidad política. Así como para la Argentina un triunfo siendo país sede fue una ventaja para el poder, hoy para Brasil un resultado insatisfactorio podría seguramente tener el efecto contrario. Que el país que más mundiales ganó -que es Brasil- no obtenga la copa cuando se realiza en su propio país ya dejaría un sabor amargo. Cabe señalar que un tercio de los mundiales fueron ganados por países que fueron sede. Jugar un Mundial de local es una ventaja objetiva para quien compite en su propio país.
El Mundial que la Argentina ganó en 1986, jugado en México durante la presidencia de Raúl Alfonsín, no tuvo un efecto político significativo. En términos simples, al año siguiente el gobierno perdió la elección en casi todo el país.
Para Brasil hoy ser el país sede se ha transformado más en un riesgo cierto que en una oportunidad política
Hasta acá, queda claro que los efectos del Mundial suelen no ser tan relevantes en términos políticos y que los estados de ánimo favorables duran poco. Días más, días menos, la realidad siempre retorna.
Pero el efecto del Mundial siempre es un tema instalado en las mentes políticas. Hace pocos días fueron desclasificados en Londres nuevos documentos hasta ahora secretos sobre la Guerra de Malvinas. Entre ellos están los análisis que realizaba el gobierno británico respecto a los efectos que podría tener el Mundial sobre el conflicto. La diplomacia británica temía lo que pudiera pasar con un Mundial que se realizaba en España, país que no ha tenido una buena relación histórica con el Imperio Británico.
La Argentina había ganado el anterior y si la guerra hubiera seguido un mes más, su fase crucial hubiera sido durante el Mundial. En estos análisis se barajó promover un boicot contra Argentina, que con realismo el Foreign Office consideró impracticable. Las tribunas españolas, con cánticos encendidos a favor de la Argentina, era un tema que preocupaba.
Pero los hechos transformaron la preocupación británica en un tema abstracto. Las tropas argentinas se rindieron el 16 de junio de 1982, horas antes de que se iniciara el Mundial.