"Los países que funcionan bien tienen reglas claras"
Pocos días antes de asumir como presidente de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), Campos habló de la necesidad de forjar una alianza entre el Gobierno y los empresarios y explicó la relación de la entidad con el kirchnerismo Ricardo Carpena LA NACION
De vocero de prensa a presidente. No es el caso de Miguel Núñez, el silente vocero de los Kirchner, sino de Jaime Campos, director ejecutivo y vocero de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), que en los próximos días dará el gran paso: se transformará en presidente de la poderosa entidad que conducía el dueño de Arcor, Luis Pagani.
Según el sitio web de AEA, los miembros de esta asociación "dirigen empresas que, en conjunto, facturan 200.000 millones de pesos, exportan por 10.000 millones de dólares y emplean a 300.000 personas". Allí están, entre otros, encumbrados empresarios como Paolo Rocca, Héctor Magnetto, Sebastián Bagó, Enrique Pescarmona, Gustavo Grobocopatel, Aldo Benito Roggio, Miguel Acevedo, Eduardo Elsztain y Alfredo Coto.
Esa heterogeneidad, y el mismo hecho de que estos hombres de empresa ocupen personalmente la grilla máxima de AEA, explica, para muchos analistas, los curiosos vaivenes en la postura política de la entidad a lo largo de los últimos años. Durante el gobierno de Néstor Kirchner costaba encontrarles una sola crítica a la Casa Rosada. Hoy, codo a codo con sus colegas de la Unión Industrial Argentina (UIA) y cerca de la Mesa de Enlace, en AEA parecen pintarse la cara para afrontar el último tramo del kirchnerismo en el gobierno.
Por algo Campos, durante la entrevista con Enfoques, hizo grandes esfuerzos por transmitir la dura postura actual de AEA sin excederse en los cuestionamientos ni ensañarse con Guillermo Moreno o Hugo Moyano, dos símbolos de la forma en que los Kirchner conciben el poder, pero no pudo ni quiso evitar diferenciarse de manera nítida. "El gobierno de Cristina Kirchner se inició diciendo que iba a reforzar la institucionalidad. El propio gobierno se dio cuenta de que esa era la demanda. Nosotros estamos recordando eso y diciendo: sí, esa es la demanda que tenemos que satisfacer. Los países que funcionan bien son aquellos donde hay reglas de juego muy claras para el sector privado, donde el Estado tiene un rol importante, pero hay una mayor libertad para las empresas y los emprendedores. Este es el tema central."
El futuro titular de AEA parece tener bien estudiado (o bien, haber escrito) el crítico documento "Movilizar las energías del sector privado" que la asociación difundió en julio pasado. Tanto que, durante la charla, insiste una y otra vez en la necesidad del diálogo, en el fortalecimiento de las instituciones y en la necesidad de reglas de juego claras y previsibles, tres de los ejes de aquel texto.
Campos, de 64 años, casado, con cinco hijos y nueve nietos, vecino de San Isidro, es egresado del colegio Cardenal Newman, licenciado en sociología en la Universidad Católica y con un máster en Economía otorgado por la Universidad de Yale, en Estados Unidos. Ex jugador de rugby, hoy, en sus ratos libres, está dedicado al tenis (algo que le permite darse el gusto de ganarles a sus yernos). Su madre, Mechita Malbrán de Campos Menéndez, fue la creadora de Casa Foa y su padre, Hernando Campos Menéndez, parece haber dejado en él una huella indeleble: fue empresario y, además, fundador de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE).
"Tendríamos que tratar de generar las condiciones para que en 2010 haya más inversión, un crecimiento más potente. Las señales que se están dando hasta ahora no son suficientes. Y tenemos todavía un sector muy grande de la sociedad en la extrema pobreza", advierte.
-¿Este cambio en la conducción de AEA implicará un viraje en la línea de la entidad?
-Lo que implica es que las entidades socias de AEA, integrada por empresarios muy importantes de la Argentina, han decidido que es el momento en que tienen que mostrarle sus ideas a la sociedad, en que tienen que transmitir con firmeza, con convicción, la visión acerca de cuál es la mejor forma de que la Argentina crezca.
-Hace casi dos semanas, en Lisboa, la Presidenta reclamó mayor responsabilidad a los empresarios. ¿Cómo afrontan ese permanente matiz crítico, donde ustedes siempre parecen los grandes enemigos del kirchnerismo?
-Es cuestión de mirar al resto de los países. A los que les va bien tienen una alianza entre el gobierno y los empresarios. Una alianza clara, sobre la mesa, explícita, y en la que se potencian mutuamente. Cuando le preguntaron qué iba a hacer en el gobierno si gana las elecciones, la candidata del partido de Lula [ N. de la R.: Dilma Rouseff] dijo que iba a profundizar la alianza con el empresariado para potenciar las exportaciones y las inversiones de empresas brasileñas en el exterior. Este es el ambiente que hay que crear. Cuanto más diálogo haya entre empresariado y gobierno, y el empresariado se sienta más respaldado, mejor. Genera mejor ambiente de negocios, más entusiasmo en los empresarios existentes y también en los que están empezando nuevas empresas.
-¿Quién tiene que tomar la iniciativa para que esto se produzca? ¿El Gobierno? ¿O ustedes tendrían que avanzar con algún gesto?
-Tenemos una responsabilidad que hay que profundizar: ser muy claros en cómo estamos viendo las cosas, qué temas nos parecen positivos y qué cosas nos preocupan. Realmente nos preocupan las interferencias indebidas del Estado en la vida de las empresas. No voy a hacer toda la lista, pero tenemos restricciones en una serie de mercados -especialmente el agropecuario-, restricciones para exportar en muchos sectores; tenemos un sistema de controles de precios de lo más variado y con reglas muy poco claras, tenemos situaciones de los directores del Estado en las empresas y el Anses, tenemos intervenciones puntuales del Estado en casos como TGN o Metrogas. Tenemos el caso muy claro en estos días del hostigamiento a Papel Prensa, que es un tema de enorme preocupación por la importancia que tiene la prensa en un país o en una república. Sobre eso hay que trabajar... Más que trabajar, hay que solucionar estas cuestiones, porque eso sí va a crear un ambiente muy positivo...
-En el fondo, ¿a los empresarios no les preocupan los fallos de la Corte en favor de la libertad sindical? ¿No es más fácil negociar con los dirigentes tradicionales que con los más combativos?
-Es un tema interno de los trabajadores. No me parece que como representante de una entidad empresarial, deba dar una opinión sobre esto.
-¿Y les preocupa un Hugo Moyano tan fortalecido, con un poder económico tan importante, sostenido por los Kirchner?
-No somos de hablar puntualmente de personas. Pero lo pondría de esta manera: queremos un país donde existan reglas, donde se respete la institucionalidad, donde haya ámbitos de discusión que deben respetarse. Las acciones de hostigar a una empresa, como ha pasado con los medios gráficos o con algunos supermercados, no son métodos que correspondan a una República en serio y hay que abandonarlos. Pero queremos tratar de entender cada vez mejor el mundo de los trabajadores. Estamos convencidos de que los países a los que les va bien tienen una articulación muy buena entre los trabajadores y el sector empresario.
-Si el empresariado está tan preocupado por la pobreza, ¿hay una decisión concreta, por ejemplo, de invertir en generar empleo?
-La clave para que las empresas tomen más personal son las perspectivas de inversión. Si las empresas vieran que se respetan las reglas de juego, si hubiera un mejor ambiente de negocios, se lanzarían a nuevas inversiones, a nuevos proyectos, y con eso generarían más empleo.
-¿Hoy están frenados los planes de inversión de las empresas?
-No sé si decir frenados, pero son una variable que está claramente por debajo del potencial. En la Argentina no hay una apuesta fuerte a la inversión y el actor central en estos años que vienen tiene que ser el sector privado. El Estado podrá acompañar, llevar a cabo algunas acciones, pero lo que hay que generar es un ambiente que motorice las inversiones del sector privado.
-Ustedes se pronuncian en favor de la libertad de precios, pero ¿no es cierto lo que dice el Gobierno acerca de que eso afectaría a la gente de menos recursos?
-En la economía hay dos tipos de mercados. Hay unos que, por su naturaleza, porque hay un solo productor, presentan situaciones monopólicas. En ese caso, como en todas partes del mundo, es lógico que los precios estén regulados. Pero en el resto de la economía uno tiene competencia interna, hay competencia de las importaciones para productos transables y también la hay en los servicios, exceptuando los regulados. Cuando hay mercados en competencia, los precios protegen automáticamente a las personas de menores recursos. Porque se genera más producción y la mayor producción, a su vez, genera más competencia. Entonces se reducen los precios. ¿No es esto, acaso, lo que hace Chile? ¿O lo que hace Uruguay, que tiene un mercado mucho más chico que el nuestro y podría pensarse que tiene menos competencia. ¿No es acaso lo que hace Brasil? ¿No es lo que hacen los países europeos, Canadá, Australia, Estados Unidos? ¿No será que si estos países durante tantos años han optado por mercados libres, por precios libres, eso es lo que funciona? Creemos que sí, que es el mecanismo que funciona y que es el mejor para todos.
-¿La idea de AEA, a partir de ahora, es definir estrategias conjuntas con la Unión Industrial Argentina (UIA), por ejemplo?
-La idea es tratar de consensuar aquellas cuestiones donde podemos tener puntos de vista en común. Por ejemplo, todas las instituciones empresarias hoy estamos reclamando mayor institucionalidad, más previsibilidad, que se respeten las reglas de juego. El otro día, en un almuerzo al que lo invitamos, Fernando Henrique Cardoso, el ex presidente de Brasil, dijo que hay dos modelos en América latina. Uno que cree que con mayor institucionalidad, con un Estado fuerte que haga cumplir bien las normas y con fuerte libertad de prensa se crece, se progresa y se termina con la pobreza. Y hay otro modelo que cree que el Estado es el que mejor hace las cosas, que ahoga la liberta de prensa, que cree en un sistema democrático más bien de movilizaciones que de República...
-El de Hugo Chávez o el de Michelle Bachelet, diríamos...
-Nos gusta mucho más el modelo que encara Bachelet. Es en donde los empresarios se sienten más cómodos para operar y se ven los frutos del trabajo del empresariado.
-¿La Argentina está más cerca de Chávez que de Bachelet?
-No, no diría eso. Son muy importantes las tendencias, hacia dónde estamos yendo. Apostamos a una sociedad con más institucionalidad, con roles cada vez más vigorosos del sector privado, donde se incentive a los emprendedores, a la gente joven que quiere iniciar proyectos. O queremos una sociedad con más regulación del Estado, donde las decisiones las toman los funcionarios. Si uno les pregunta a los argentinos en qué países se vive mejor, en la lista estarían España, Canadá, Australia, Francia. Países donde hay libertad, donde funciona la democracia con toda vigencia, donde hay absoluta libertad de prensa, donde hay respeto por los derechos humanos. Y en todos esos países el rol central del desarrollo lo tiene el sector privado. Esto no significa dejar de reconocer que el Estado tiene un papel decisivo en la definición de políticas...
-¿Entonces ustedes no son ultraliberales que piensan que el Estado tiene que desaparecer?
-No, de ninguna manera. Es una visión superada y ninguno de nuestros empresarios considera que es así. Lo que pasa es que hay una apuesta. ¿Me inclino por darle más poder a la sociedad civil? Es decir, ¿hago este empowerment y trato de que, como se suele decir, nazcan mil flores, o todo lo regulo a través de los funcionarios del Estado? Esa es la cuestión.
-Hay un cambio de humor en el ámbito empresario. De la actitud tibia de algunos empresarios pasamos a este momento en donde la mayoría se anima a hablar y a criticar. ¿Esto obedece sólo a la pérdida de poder de los Kirchner?
-No, hay que entender el proceso histórico. Hay un periodo inicial, de 2002 al 2006, en el que veníamos de una crisis muy profunda y teníamos que ser muy cuidadosos en la forma de expresar nuestras visiones. Nos parecía hasta un poco desubicado reclamar cuando teníamos un porcentaje tan alto de pobreza. Por otro lado, la recuperación económica fue importante. El cambio se da a partir de un cierto momento en que la asociación vio que la clave para crecer en forma sistemática, como hacen los países exitosos, es tener instituciones fuertes. El gobierno de Cristina Kirchner se inició diciendo que iba a reforzar la institucionalidad. El propio Gobierno se dio cuenta de que esa era la demanda. Nosotros estamos recordando eso y diciendo: sí, esa es la demanda que tenemos que satisfacer. Los países que funcionan bien son aquellos donde hay reglas de juego muy claras para el sector privado, donde el Estado tiene un rol importante, pero hay una mayor libertad para las empresas y los emprendedores. Este es el tema central.
-Insisto en el tema: ¿no había señales preocupantes desde hace mucho tiempo y el silencio de los empresarios permitió que esas señales se transformaran en decisiones que ahora los inquietan?
-Las demandas cambian con el tiempo. Al principio nos pareció importante que se consolidara un poder presidencial. Había necesidad de que Néstor Kirchner realmente robusteciera el rol de la Presidencia. Y necesitábamos crecer fuerte para reducir la pobreza, para aumentar el empleo. No era la oportunidad para que las empresas y los empresarios marcaran muchas cosas. En primer lugar, porque había existido un momento de crecimiento. En segundo lugar, las empresas venían de situaciones muy difíciles, muchas de ellas con fuertes deudas. Todos apostamos a que el país saliera, a que se consolidara el poder presidencial, a que se consolidara el sistema democrático. Fueron los primeros años del gobierno de Kirchner. Ahora hemos salido de la emergencia y tenemos que poner las bases serias para un país que tiene que crecer sistemáticamente, reducir el empleo, terminar con la pobreza. Ahora hay que poner las bases de la institucionalidad. Si lo hacemos, estamos convencidos de que vamos a lograr el crecimiento.
MANO A MANO
AEA, al parecer, quiere abandonar el silencioso sendero recorrido por el dueño de Arcor, Luis Pagani. Jaime Campos es inteligente, hábil, se nota que ha sido entrenado en el arte de contestar y, además, que no es dueño de ninguna empresa como las que va a representar. Quizá esto último explique el extremo cuidado con que respondió algunas preguntas y la forma en que eludió otras. Campos no parece sobreactuar: luce humilde, discreto y nada presuntuoso. De por sí, dudó cuando lo llamé para pedirle la entrevista porque no le parecía muy ético hablar antes de haber asumido. Y aceptó hacer la nota un feriado como el martes pasado. Campos tiene una compleja tarea por delante. No sólo porque es difícil ponerse en la piel de un dirigente empresario. El kirchnerismo, que estigmatiza al empresariado -con excepción del que hace buenos negocios al calor del poder-, no mirará con buenos ojos que una entidad como AEA salga de su virtual letargo.