
Los partidos políticos en la Argentina del siglo XXI
La política y los partidos deben repensar y rever su rol. Deben posicionarse frente a las formas de comunicación y repensar la sociedad y su futuro
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A partir de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, los partidos políticos asumieron el rol de mediación entre los órganos del Estado y la sociedad a la que representaban. El siglo XX se caracterizó por la existencia de dos grandes partidos políticos: la Unión Cívica Radical y el Partido Justicialista.
La UCR fue la expresión del cambio institucional, el ascenso de la clase media argentina y la ubicación de ésta, dentro de un espacio político.
El peronismo representó la irrupción de nuevos sectores sociales, cuya movilidad estuvo signada por un claro sentido nacional e impronta movimientista de fuerte impacto en las estructuras tradicionales.
En el período comprendido entre 1930 a 1983, el orden institucional en el país se vio afectado por distintos golpes de Estado. En los espacios de alternancia, los dos partidos políticos monopolizaron las contiendas electorales.
Desde el golpe de Estado de 1955 a la fecha, en la Argentina han existido fuertes intentos de consolidación de un tercer partido político trascendente, sin que hasta el momento se haya producido.
En el escenario nacional, frente a los dos partidos tradicionales ha aparecido la teoría de los espacios políticos. Los "ismos", espacios donde no se plantea la construcción y consolidación de cuadros políticos, ni se definen estrategias a largo plazo. Se trata de una mirada expectante sobre la coyuntura y la búsqueda de respuestas inmediatas.
Es cierto, también, que en las últimas décadas se ha producido en el mundo, un gran cambio en los modos de representación política y que los partidos como expresión institucional de amplios sectores sociales se han visto debilitados.
Por estas razones, en el espacio histórico que transitamos, los partidos políticos tradicionales y los llamados "espacios" suelen confundirse o entrar en contradicción.
En coincidencia con el autor italiano Mario Perniola, la política tiene tres etapas en la humanidad:
- 1) El antiguo régimen antes de la Revolución Francesa, que fue la política de las acciones (la realpolitik)
- 2) la Revolución Francesa y el proceso cultural de la ilustración con un gran contenido político y filosófico basado en el derecho natural o derecho que tienen todos los hombres a la vida, la libertad y la propiedad y choca con el pragmatismo de la realpolitik
- 3) El presente, la política de la simulación, atravesado por la teoría de la sociedad líquida. Una sociedad que vive el momento y de modo superficial, en la que prevalece el bienestar económico, y que manifiesta un evidente desapego hacia la política y las ideologías tradicionales.
El núcleo en cuestión es la crisis de la política y la pregunta que surge es por qué ésta no logra dar respuesta al nuevo escenario.
La política aparece entonces, como responsable casi absoluta de todos los males de la sociedad, en coincidencia con el alejamiento de su esfera, de la capacidad de decisión y ejecución. El mercado, los grupos concentrados y los diversos modos de comunicación la han sustituido en el rol.
Hoy estamos viviendo la política como imagen. El pensamiento, el desarrollo de las ideas, la construcción de un proyecto y el contenido argumentativo del discurso político, dejan paso a la espectacularidad de la puesta en escena. Estamos ante uno de los fenómenos de la modernidad, la simulación y la teatralización de los modos de relación social.
Este proceso conduce a la personalización de la política, a través de un candidato al que se lo analiza por sobre las propuestas y al alejamiento del ciudadano de los partidos como fuente de identidad política. La aparición de espacios creados a partir de un modelo de carácter personalista, basado en el armado diseñado por asesores de imagen, construcciones que suelen desaparecer, una vez finalizada la contienda electoral.
La Unión Cívica Radical y el Partido Justicialista han quedado reducidos a tareas defensivas, perdiendo gran parte de sus riquezas propositivas, que van modificando en cada coyuntura, además de sus falencias, hoy se han reducidos sus espacios, el primero muy debilitado en su acción de dinamizar y fortalecer la institucionalización del país. Supo expresar los valores culturales de la clase media argentina y no puede hoy contenerla en su conjunto.
Algo similar pasa en el Partido Justicialista, que se ha visto comprimido como propulsor de la movilidad social ascendente con sentido nacional, debilitando su visión estratégica de la Argentina como conjunto , como Nación. Con todos los errores y dificultades que se le puede adjudicar, no ha aparecido todavía, ninguna fuerza que los reemplace, ni en sus improntas, ni en sus organizaciones, aun en esta sociedad tan distinta a la de sus orígenes.
Un escenario que funciona con la velocidad de la comunicación. Donde la información no puede ser procesada porque se encuentra en permanente estado de sustitución, no solo en el espacio virtual de la web, donde se es emisor y receptor, sino también en los medios tradicionales. Donde todo es posible y lo que es hoy puede no serlo mañana en virtud del desarrollo de la ciencia del conocimiento.
La política y los partidos deben repensar y rever su rol. Deben posicionarse frente a las formas de comunicación, utilizándolas como instrumentos válidos para la transmisión del ideario, abandonando el papel de ser un producto más de consumo masivo. Deben repensar la sociedad y su futuro, con las premisas de recuperar la decisión estratégica acorde a los nuevos tiempos. Entendiendo que la política siempre es una causa para proponer y defender.
En este marco, los partidos del siglo XXI serán productos de la dialéctica "partidos o espacios" o una síntesis histórica de los mismos. Para ello, la comprensión de la sociedad del conocimiento con su nueva división de clases será, a mi juicio, la clave de este proceso fundamental para mantener modelos democráticos renovados.
Humberto Roggero





