Memoria e imaginación de la década del 60
Medio siglo después, la memoria y la imaginación están maduras para ocuparse de la década de 1960. Cada vez con más frecuencia aparecen libros, películas, series de televisión y obras de teatro que se desarrollan en la década más interesante en el mundo occidental de la segunda mitad del siglo XX.
Hace poco más de un mes se publicó la novela Viajeros que huyen (La Bestia Equilátera), del teórico de cine y escritor Ángel Faretta. La narración va desde 1963 hasta 1973 y casi todos sus personajes pertenecen al ambiente publicitario. El centro de la acción es la agencia Cicero de publicidad, homónima de una que existió en la realidad en esos mismos años. Por supuesto, los personajes de ficción frecuentan a los que son reales y, en algunos casos, están inspirados en otros a los que se les ha cambiado los nombres y también sus historias. Por ejemplo, Cándela Márquez se parece como una hermana melliza a la célebre Claudia Sánchez, quizá la modelo de imagen más sofisticada de aquella época, la que marcaba el nivel (codiciado e inalcanzable) de una playa, una marca de cigarrillos o un automóvil. Del mismo modo, la sensual Mimicha recuerda hasta la alucinación a Chunchuna Villafañe. La historia del Flaco es la de muchos intelectuales y periodistas que, al principio, empezaron a militar pacíficamente, se convirtieron en guerrilleros y tuvieron un destino sangriento, a la manera de Paco Urondo. A pesar de que el relato puede tomarse como un fresco de una época marcada por temas políticos, la política aparece de un modo lateral. Es más bien el retrato de una generación que aún creía en utopías sociales, políticas y artísticas, casi un documento antropológico. La distancia, la ironía y el humor le permiten a Faretta encarar de una manera original asuntos sobre los que ya se ha escrito mucho. Aunque hay momentos muy dramáticos, el tono en apariencia ligero hace que el lector avance casi sin darse cuenta hasta el final, que es el de una ronda infantil imprevistamente sarcástica.
"Escribí el libro en 2005 en cincuenta y cinco días y lo dejé más o menos olvidado en mi escritorio", dice el novelista. "En los años 60, los argentinos, sobre todo los porteños, creíamos que éramos parte de una Europa transatlántica; la cultura europea era nuestra referencia, pero las cosas cambiaron y tomaron otro color. Un diez por ciento de la población se radicalizó. La mitad de ese diez por ciento se volcó a la extrema derecha; la otra mitad, a la extrema izquierda. El resto quedó en el medio de ese enfrentamiento. Utilicé bastante los diálogos y el lenguaje coloquial." El efecto que logró Faretta es extraño y tiene algo de espejismo porque Viajeros que huyen parece escrita en la década de 1960; pero la ligereza y el escepticismo burlón, desenfadado, que tiñe todo el relato y hace de él una peripecia más de la condición humana (y argentina), sólo son posibles porque han pasado cincuenta años.
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El autor de teatro, periodista y actor Kado Kostzer tomó casi el mismo período que Faretta para escribir a la manera de memorias La generación Di Tella y otras intoxicaciones (Eudeba). Lo ha hecho con mucha gracia. Kostzer pasa revista a numerosos espectáculos que se dieron en la sala de Florida del Instituto Di Tella y a sus animadores. El hecho de que formara parte de ese grupo, a veces como mero testigo, permite que el libro desborde de anécdotas y detalles desconocidos. Son notables y muy sustanciosos los retratos que pinta de personajes tan dispares como el talentoso director Roberto Villanueva, de la diseñadora Rosita Bailon, Madame Frou-Frou, del poeta Mario Trejo, del entonces actor (más tarde diseñador) Marcial Berro, del artista Federico Peralta Ramos, de la temible Nacha Guevara, del no menos temible crítico de Primera Plana, Ernesto Schoo, que consagraba o destruía un espectáculo con dos adjetivos. Hay un capítulo dedicado al atractivo dúo de hermanos Bo (Facundo y la bellísima Marucha). En la sección consagrada a Marilú Marini, Kostzer cuenta los comienzos de Marilú como bailarina y coreógrafa y su transformación en una actriz deslumbrante. Y hay cameos imperdibles de personajes que no pertenecieron al Di Tella como Pepe Cibrián (h) y su madre Ana María Campoy.