Acné albertista
La misma sensación desagradable que tiene un adolescente cuando se mira al espejo y se notifica de que un nuevo granito se ha aposentado indecorosamente en su cara también la sufre Alberto Fernández cada vez que alguien lo pone en apuros con dichos piantavotos. Es un acné incómodo y peligroso que arruina su fachada de estadista en ciernes.
Un día la pústula se llama Diosdado Cabello al recordarle que le debe su triunfo en las PASO a Cristina Kirchner: "Que no vaya a creer que lo están eligiendo porque es él", le advirtió desde Caracas. Otro día, el punto negro humillante se denomina Horacio Verbitsky ("Si Alberto se hubiera presentado sin Cristina habría obtenido resultados parecidos a los de Florencio Randazzo en 2017", le dijo a Perfil).
Pero hay peores folículos pilosos llenos de grasa que invaden la cara del candidato: la reforma agraria de Juan Grabois y la invasión de sus amigos a los shoppings; el juez Ramos Padilla al mandar a examinar las notas de Daniel Santoro para saber si son "operaciones de acción psicológica"; la idea de que se puede emitir sin fin de Fernanda Vallejos, y el deseo de reformar la Constitución de Cristina Caamaño. Ahora Alberto lucha contra un nuevo bultito repleto de pus: Horacio González exhorta a que se reivindique la guerrilla de los 70.