Natalia Sarapura, la líder indígena que no pide integración, sino políticas de Estado
Nacida en Jujuy, dirigente de las comunidades aborígenes locales, lleva otra forma de militancia a los foros internacionales
SAN SALVADOR DE JUJUY.- Natalia Sarapura sabe que es una "lideresa". Le gusta esa palabra y ese rol que desempeña, como parte del pueblo indígena, desde hace más de dos décadas.
Esta mujer fuerte y de mensajes precisos, impulsora del diálogo y la concertación, es coordinadora general del Consejo de Organizaciones Aborígenes de Jujuy (COAJ), una entidad que reúne a 186 comunidades en esta provincia y que trabaja con medio centenar más de Salta y Tucumán. También es vicepresidenta primera del Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe, un organismo multilateral de cooperación internacional, conformado por 22 Estados.
Su tarea es reconocida y valorada entre las comunidades locales y en diversos países -recibió varios premios, entre ellos, de Alemania-, pero también inadvertida por muchos. Desde muy joven, su militancia en Jujuy la llevó a participar de espacios internacionales y, a la vez, esa experiencia enriqueció su enfoque local. Su lucha es derribar los estigmas y los estereotipos que existen sobre los pueblos indígenas; comunidades que -según Sarapura- aún son vistas por algunos como sinónimo de obstáculo para la modernidad y el desarrollo.
"Todavía existe ese prejuicio que cree que la tarea del Estado y de la sociedad es la de integrar a los indígenas. Todavía se nos ve como a sectores pobres, vulnerables, y no como a sujetos de derecho colectivo", afirmó la titular del COAJ, quien se considera una dirigente "con visión intercultural de las relaciones y de la existencia". "Nuestra lucha es energía andando, nuestra palabra es energía contagiando, nuestro hacer es energía mostrando -dice, entusiasmada-. Con esta convicción militamos."
Sarapura tiene una mirada cruda del mundo sobre el que quiere incidir, pero, a la vez, esperanzadora. "Nos sostiene esa conciencia de que estamos transformando una sociedad que se había preparado para exterminarnos; tenemos la corresponsabilidad de ser herederos de una cultura milenaria con valores y saberes que esta sociedad necesita. Por eso, la causa indígena no es sólo para los indígenas, sino para toda la sociedad, para toda la comunidad. Tener la conciencia de esos valores nos hace responsables de compartirlos", expresa.
¿Qué es la causa indígena? "El pueblo indígena no es un sector folklórico que reivindica identidad. La causa indígena es un sector político ideológico que exige al Estado, que motiva a la sociedad, que reivindica las visiones distintas del mundo y que plantea debates ideológicos", definió.
A punto de emprender un viaje a Honduras, Nicaragua y Estados Unidos, recibió a la nacion en la sede del COAJ, una oficina sencilla, cercana al centro. Durante la charla de casi tres horas, no dejó el coqueo. De una típica bolsa de plástico verde, desparramó las hojas secas sobre una tela y de allí las fue eligiendo una a una, como en un diálogo, mientras formaba un "acullico" en su boca. Sus conceptos sobre la cosmovisión indígena y los derechos aún vulnerados se sucedieron uno tras otro, con vértigo y, a la vez, sin agitación, de manera pausada, en una particular combinación.
"Es innegable que Jujuy es una provincia indígena (hay aquí unas 290 comunidades reconocidas, de nueve pueblos indígenas; unas 70 de ellas son conducidas por mujeres). Su diversidad cultural es una riqueza; la raíz de este pueblo como sociedad está en la presencia de los pueblos indígenas", afirma. Aunque reconoce que hubo avances, destaca entre los desafíos pendientes la necesidad de generar espacios de interlocución, de crear políticas de Estado -hoy no existe ni una Secretaría de Asuntos Indígenas y de Interculturalidad, reclamó- y que se respete su derecho al territorio; que no sólo se les reconozca la propiedad a través de escrituras, sino a cogestionar esas zonas. A pesar de que el gobierno local -conducido por el kirchnerista Eduardo Fellner- se comprometió a agilizar los trámites, aún hay más de cien comunidades que reclaman la entrega de títulos inmobiliarios; durante 2014, dijo Sarapura, ese proceso se estancó.
Su visión sobre el cuidado y el respeto necesarios por la tierra; la concepción de que el agua es un valor fundamental a proteger; el derecho que los asiste a brindar consentimiento libre, previo e informado y de participar en la gestión de sus territorios -entre otras facultades legales- generan rispideces con el poder local, en particular en una provincia minera como Jujuy, poco habituada a incorporarlos a las instancias de decisión.
Militancia internacional
Natalia Sarapura ejerció cargos públicos en esta provincia -entre ellos, fue elegida diputada provincial por el radicalismo, cuando cumplió los 25 años- y participa desde muy joven en organismos internacionales, donde se definen las políticas mundiales de los derechos indígenas.
Nació en 1975 en San Salvador de Jujuy por razones médicas, pero es de Miraflores de la Candelaria, departamento de Cochinoca, en la Puna. Su militancia comenzó cuando, a los 14 años, la realización de un trabajo práctico de la escuela secundaria la llevó al COAJ. Fascinada por lo que allí vio y escuchó, nunca más dejó la institución. "Mi primera tarea fue servir el té y el mate a los hermanos que venían de las comunidades", recuerda. Luego, aprendió dactilografía para ayudar a hombres y mujeres apenas alfabetizados a escribir notas para realizar trámites en reparticiones públicas. Pero lo que más la marcó fue comenzar a trabajar en la reorganización de las comunidades.
A los 21 años, participó de las asambleas y debates previos a la reforma de la Constitución Nacional, que fueron determinantes para que se incorporaran, en el artículo 75 de la Carta Magna, el reconocimiento de "la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos", así como los tratados internacionales.
El año 2001 fue de gran intensidad. Nació su hija, le propusieron ser diputada provincial y la invitaron de las Naciones Unidas a ser parte de la mesa de negociación de la Declaración Universal sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Participó de los últimos seis años de un proceso de casi dos décadas, hasta que finalmente se aprobó y se convirtió luego en un instrumento internacional de relevancia. También fue parte del Foro Permanente para Cuestiones Indígenas de la ONU, hasta llegar al Fondo Indígena en la actualidad y a la Cátedra Indígena Itinerante, conformada por un grupo de más de 40 líderes indígenas de 20 países del continente americano y de España. Cada experiencia internacional, Sarapura la vivió y la vive como una oportunidad para Jujuy, su lugar. El COAJ -a través de su Instituto Superior de Educación Intercultural Campinta Guazu Gloria Pérez- tiene hoy tres tecnicaturas para unos 800 alumnos que reciben formación gratuita en siete sedes.
La práctica espiritual fue un eje fundamental en su vida. Estuvo distanciada de la Iglesia Católica en los 90. Sin embargo, este año se casó con una típica ceremonia indígena y dos días después, con una misa y una ceremonia intercultural, que presidió monseñor Pedro Olmedo, obispo de la prelatura de Humahuaca. Estas celebraciones fueron, de alguna manera, reflejo de cómo interpreta al mundo: un lugar donde el diálogo y la convivencia intercultural no sólo son posibles, sino necesarios.