Nick Srnicek.“El capitalismo de plataformas es una expresión limitada del potencial de Internet”
Es un libro chiquito pero poderoso. Capitalismo de plataformas (Caja Negra), del canadiense Nick Srnicek, ofrece un panorama preocupante de la transformación económica provocada por dos fuerzas colosales: la digitalización y la financiarización.
Con apenas 36 años y a pesar de ser un obvio "nativo digital", Srnicek, profesor en el King’s College de Londres, representa una generación de académicos críticos de las nuevas tecnologías. El entusiasmo ciego por internet terminó. La ilusión de que la conectividad horizontal podía derivar en formas de comunicación menos concentradas se reveló ingenua.
A la vista quedan mega empresas de carácter monopólico, que captan los datos de miles de millones de personas: sólo Facebook tiene más de dos mil millones de usuarios, distribuidos por todo el mundo, a los que se suman los de Whatsapp e Instagram, dos de las decenas de firmas compradas por Facebook. Excepto en China, donde dominan plataformas en manos del Estado. ¿Cómo controlar estas fuerzas? ¿Cómo pensarlas? Srnicek responde por E-mail, con precisión y generosidad intelectual.
¿De qué modo se relacionan las tecnologías digitales y las nuevas formas de las finanzas? ¿Se superponen, se potencian?
Estos dos sectores se están convirtiendo en las fuerzas centrales del crecimiento económico y de la supuesta innovación. En muchos aspectos, abarcan toda la economía en lugar de ser un sector específico. Ya no se puede pensar la economía sin la digitalización, del mismo modo que ya no podemos entender la economía sin la financiarización.
Pero hay una manera más en que estos dos sectores se están combinando. Las finanzas han sido un elemento clave detrás del crecimiento del sector tecnológico, en particular para las start-ups. Un inmenso capital se ha canalizado hacia las nuevas firmas, muchas de ellas situadas en Silicon Valley, con la promesa de que iban a crecer rápido y podrían obtener ganancias monopólicas. Aunque las cifras invertidas ahora todavía no alcanzan las alturas del boom de las puntocom de los noventa, lo que llama la atención es el amplio abanico de actores financieros que están interesados en participar: no sólo inversores individuales sino también empresas y hasta inversores institucionales como los fondos de pensión. El sector financiero ha sido un apoyo clave para el crecimiento del sector tecnológico.
Pero habría también una suerte de acción inversa: Internet tratando de colonizar el sector financiero.
Así es. El sector tecnológico ahora se está orientando hacia el sector financiero y, de muchas maneras, lo está envolviendo en su abrazo digital. A la vista están las empresas digitales que se pelean para convertirse en las plataformas dominantes de los servicios de pago: de Apple Pay, a Android Pay, a Alipay, entre otras. El ecosistema chino está muy avanzado en este sentido, y los pagos móviles se han convertido en el estándar de facto en muchas ciudades de ese país. Las plataformas norteamericanas también avanzan rápido. Además de eso, está la cuestión de la inversión de riesgo por parte de empresas de Internet: Google, por ejemplo, se ha convertido en un importante inversor en la escena de las start-ups. Y también hay compañías, como Soft Bank, que funcionan como fondos de inversión en tecnología y que son responsables, casi por sí solas, de la supervivencia de un buen número de start-ups. De manera que, si es cierto que las finanzas están involucradas con las tecnológicas, también lo es que las empresas tecnológicas están cooptando las finanzas.
En su libro sostiene que, debido a una prolongada caída de la rentabilidad, el capitalismo se volcó a los datos como un modo de mantener el crecimiento económico. ¿De qué tipo de crecimiento estamos hablando?
Hay un gran interrogante al que aludo en el libro sin responderlo: la pregunta de si las grandes plataformas están produciendo o extrayendo valor. Desde una perspectiva marxista tradicional, la publicidad es parasitaria con respecto al resto de la economía: no produce valor, sino que se queda con una parte de la producción social de valor. No tengo claro si empresas como Google o Facebook, cuyas ganancias provienen en más de un 90 por ciento de la publicidad, escapan a este análisis tradicional. Y si lo hacen, queda abierta la pregunta sobre de qué modo. Tenemos que recordar que una buena parte de Internet y del sector tecnológico en general no producen ganancias. Uber, por ejemplo, tiene una pérdida anual de 4.000 millones de dólares. De modo que hay un sentido simple en el cual estas compañías no están produciendo valor. Y, sin embargo, algo están produciendo, en particular considerando que se encuentran entre las que más invierten en investigación y desarrollo en el mundo. Tenemos que examinar los circuitos sistémicos de producción de valor para poder comprender qué está pasando. Es algo que tenemos que seguir pensando.
¿Qué relación hay entre esta nueva economía y la desigualdad, que crece de manera alarmante en todo el mundo?
Esto es claro: estas compañías están creando nuevas y crecientes desigualdades. En un nivel puramente económico, hay desigualdades dentro de las firmas. Por ejemplo, la media salarial de los empleados de Amazon está apenas por encima de la de los empleados de Wal-Mart, aunque con un rango más amplio de variación. Y Google emplea tanto a expertos en datos con altas remuneraciones como a trabajadores contratados de muy bajos salarios. También hay desigualdad entre las distintas firmas, con empresas como Uber (y su contraparte china, Didi) que alcanzan posiciones monopólicas mientras dejan a sus competidores peleando por las sobras. Además, la enorme mayoría de las plataformas mundiales están situadas en Estados Unidos, lo que implica que los ingresos por propiedad intelectual, por publicidad y por alquiler de espacio en la nube confluyen desde todo el mundo hacia ese país.
Usted dice que colectivizar las plataformas permitiría controlar estos monopolios, incluso mejor que la regulación del Estado. ¿De qué manera?
Hay dos cuestiones que destacar aquí. En primer lugar, que la economía de plataformas tiende a la monopolización. Dado que el éxito de las plataformas depende de los efectos de red, se genera un mercado del tipo winner-takes-all ("el ganador se lleva todo"), en el cual una plataforma domina a todas las demás. En segundo lugar, una cantidad de las funciones que cumplen estas plataformas pueden considerarse bienes públicos. Google provee capacidad de búsqueda, Facebook creó una esfera pública digital, Amazon ofrece capacidad computacional en general, etcétera. Ahora bien, tradicionalmente, cuando una empresa constituía un monopolio natural y ofrecía un servicio público —pensemos en la electricidad o en los ferrocarriles— se consideraba que estos eran buenos argumentos para su nacionalización. En lugar de tratar de forzar artificialmente la creación de un mercado competitivo, o en lugar de tratar de regular a las compañías para actuar en contra de sus intereses privados, ¿por qué no simplemente hacerlas públicas y gestionarlas en función del interés público? Creo que hay mucho para decir en función de revivir este argumento hoy.
Pero está la dificultad del carácter transnacional de Internet, ¿no le parece?
La cuestión de colectivizar estas plataformas presenta desafíos únicos. El más notable es la escala: son empresas más grandes, casi post-territoriales. Si los monopolios tradicionales fueron nacionalizados, valga la redundancia, en jurisdicciones nacionales, ¿esta visión tiene vigencia todavía? No parece posible, con la única excepción de Estados Unidos. Por otro lado, si colectivización fuera nacionalización en, por lo menos, algunas instancias, ¿cómo hacer para que los datos personales queden fuera del alcance de los organismos de seguridad del Estados? China presenta todos los problemas derivados de una relación estrecha entre las empresas tecnológicas y un sistema de vigilancia, pero enfoques similares podrían implementarse también en otros lugares.
¿La vigilancia estatal representaría un obstáculo insalvable?
No se trata de un problema irresoluble, si tenemos en cuenta que históricamente muchos países han tenido un sistema de comunicación nacional en la forma del correo postal. La privacidad en estos sistemas se ha garantizado por ley; tanto que hoy, para el gobierno norteamericano por ejemplo, es más fácil espiar por Facebook que por el sistema de correo nacional, el US Post Office. En cualquier caso, aunque pienso que puede muy bien argumentarse a favor de la colectivización de estas plataformas, el modo de hacerlo todavía no está claro. Hay muchos experimentos de donde sacar enseñanzas, desde las redes en malla locales (una forma de conexión en que cada punto está conectado a muchos otros, sin pasar por algún nodo privilegiado) a los commons digitales (como los repositorios de documentos de acceso abierto). El capitalismo de plataformas es sólo una expresión, muy limitada, del potencial de Internet.