Nuestro pobre individualismo
El Estado es impersonal: el argentino sólo concibe una relación personal. Por eso, para él, robar dineros públicos no es un crimen. Compruebo un hecho, no lo justifico o excuso.
Jorge Luis Borges
UNO de los temas que preocupan a las instituciones de bien común es el de los incentivos fiscales a las donaciones. La cuestión es de interés, pues el principal problema del tercer sector argentino es su financiamiento.
Suele creerse que si se estimulan las deducciones impositivas, inmediatamente sobrevienen donaciones. Esto no es así. Es un error creer que la gente dona principalmente por los incentivos. Las encuestas ubican esta motivación entre las últimas. En los países desarrollados el incentivo estimula a aumentar el monto de la donación, pero en el que ya se decidió a donar, lo que supone conciencia filantrópica; también estimula a deducir impuestos, pero a quien los paga, lo que supone conducta impositiva.
Como en la Argentina la mejor deducción es la evasión, los incentivos a las donaciones son inoperantes y la autoridad fiscal es reacia a ellos: por eso redujo la deducción del 20 por ciento de la ganancia neta impositiva anual, en la década del 70, al 5 por ciento en la del 90, y seguramente en el tercer milenio la eliminará.
El Estado previó su presupuesto para 1998 en 48.675 millones de pesos, que debió reducir, pues la evasión y mora fue de 6365 millones en el impuesto a las ganancias y 12.034 millones en IVA, casi tres veces lo que asignó a educación y cultura en 1999. La evasión y mora previsional llega al 70 por ciento de los empadronados. El problema es tan grave como el ya superado de la inflación, siendo la emisión de dinero responsabilidad del gobernante, y el incumplimiento fiscal-previsional, responsabilidad de los gobernados.
Crecer, tributar, donar
En otros países, porque los impuestos se pagan, los incentivos funcionan y las donaciones florecen. Es decir, cuando el nivel económico crece, la recaudación fiscal y las donaciones crecen conjuntamente.
Es el caso de los Estados Unidos, el país más rico y el que mayores montos moviliza en donaciones. En treinta y cinco años muestra esta impresionante evolución, paralela a su crecimiento económico: de 69.600 millones de dólares donados en 1963, pasó al récord de 143.500 millones en 1997, el 85 por ciento aportado por la gente, y el 15 por ciento, por empresas y fundaciones. La donación anual por habitante es de 552 dólares. Esto redunda en crecientes aportes a la educación, la salud y la ciencia, al cuidado del medio ambiente o a la religión, el arte y la cultura.
España revirtió una tendencia a la evasión, que en 1980 era del 35 por ciento, y hoy recauda 500 millones de dólares para el tercer sector, con el 0,3 por ciento del impuesto a las ganancias de 14 millones de personas físicas. En Francia, 12.500 instituciones tienen entre 5 y 6 millones de donantes regulares y 20 millones de franceses declaran haber hecho una donación en el año. En Suiza todos pagan impuestos y uno de cada dos habitantes dona, siendo la donación anual por habitante de 220 francos. Estos países no son reacios a los incentivos, pues favorecen un formidable desarrollo social.
La Argentina, en cambio, no logra armonizar su crecimiento económico con la conducta fiscal y el aporte de donaciones. Entre 1991 y 1998 tuvimos el mayor período de crecimiento sostenido del siglo: 6 por ciento en promedio por año. Sin embargo, nuestro nivel de incumplimiento fiscal es del 37,8 por ciento, y la donación anual por habitante, de menos de 15 pesos. El crecimiento económico no se corresponde con nuestra actitud frente a lo social, que administra el Estado con impuestos y el tercer sector, con donaciones. Por eso hay pobreza social, limitaciones culturales y desaliento científico, con estrecheces y un enorme éxodo de inteligencia.
Un economista norteamericano decía: "En la Argentina el tercer sector está en la etapa neocolonial, mientras que en los países anglosajones tiene un peso tremendo, a veces más que los partidos políticos".
Individuos, no ciudadanos
Un seminario organizado por La Nación y la Fundación Compromiso reunió a 300 miembros del tercer sector con periodistas. Allí señalé que en una sociedad que ha crecido económicamente como la nuestra y que exhibe tan seria inconducta fiscal, no puede brotar la conciencia filantrópica. Pagar impuestos y donar son actitudes que se corresponden, pues suponen sensibilidad social.
Expresé, también, que habría que considerar "mala praxis" la de algunos contadores que, contra la ética profesional, confeccionan y firman balances para evadir, con las consecuencias sociales señaladas. En otro seminario del diario, el ex ministro de economía chileno Fernando Leniz dijo que en su país los incentivos alientan las donaciones, pues el nivel de evasión es bajo, y agregó que el Código Tributario (artículo 100) también sanciona al contador copartícipe del delito de evasión de un contribuyente.
En un ensayo del que extrajimos la cita que encabeza este artículo, Borges dice que "el argentino es un individuo, no un ciudadano" y califica de "pobre individualismo" nuestra conducta frente a lo público. Carlos S. Nino, también, define a la Argentina como un "país al margen de la ley" al titular un libro sobre la evasión impositiva, la economía informal que practicamos o nuestros comportamientos en el tránsito, conductas todas disociadas del interés por lo público.
Si aspiramos a una sociedad humanamente mejor y no sólo económicamente desarrollada, debemos superar este pobre individualismo que a todos empobrece.
lanacionar