Octavia E. Butler, ciencia ficción que corre las fronteras
Se publicó un libro de relatos de esta autora estadounidense, poco conocida en nuestro país
A los doce años, Octavia E. Butler (California, 1947-2006) era un niña retraída, muy tímida, criada por su abuela y su madre en un hogar extremadamente humilde.
Pobre, solitaria y negra en un país (y un mundo y una época) donde su color de piel era más una condena que otra cosa, la pequeña Octavia se refugiaba en su frondosa imaginación y en los universos que se le abrían cuando tomaba un cuaderno, un lápiz, y escribía.
Le encantaban las películas de ciencia ficción, esas que solían aparecer en la televisión de fines de los años cincuenta. Un día vio una que le pareció tan pero tan mediocre que se dijo a sí misma que ella sería capaz de crear una historia mucho mejor. Y así, en un pliegue de la vida doméstica, entre alienígenas de película de clase B y el bullicio que le llegaba a través de las ventanas de casa, con el género y el origen absolutamente en contra, Octavia decidió que sería escritora. Y lo terminó siendo.
Tengo en mis manos Hija de sangre y otros relatos, preciosa selección de cuentos y ensayos breves que, de la mano de la editorial vasca Consonni, trajo la escritura de Butler a la Argentina. Para quienes hace rato aprendimos a adorar a Ursula K. Le Guin y últimamente nos dejamos sorprender por las increíbles apuestas de Donna Haraway, la llegada de este libro es sin duda una buena noticia.
Cada cuento de Hija de sangre... está seguido de un breve texto donde Butler nos deja espiar en la trastienda de su trabajo, sus condiciones de producción, la obsesión, observación o simple pena que lo hicieron surgir. Los dos ensayos breves tratan sobre el oficio de escribir. Y las ilustraciones de Nadia Barkate suman enigma y belleza a un libro donde la ciencia ficción tiene su lugar pero que, en esencia, es un enorme elogio de lo que la palabra es capaz de hacer por cada uno de nosotros.
En días en que el espacio parece asomar como futuro y exclusivo coto de juegos para multimillonarios, fue providencial tenerla cerca a Butler. Su escritura es austera; sus indagaciones, audaces. E imagino lo que habrán suscitado algunas de sus anticipaciones en la época en que las publicó. Porque la ciencia ficción de Butler, incluso cuando especula con tiempos y planetas muy, muy lejanos, es orgánica, táctil, tremendamente corporal. Una apertura sensorial en la que, si se trata de atravesar fronteras, la apuesta es atravesarlas todas, sobre todo las que implican el encuentro entre seres radicalmente distintos.
En sus relatos hay encuentro entre géneros, desde ya. Pero también intercambio entre especies, hombres que se embarazan, seres intergalácticos que desarrollan por los seres humanos la misma afección que nosotros podemos sentir por un gato, alguna alusión al tabú del incesto, la irrupción del propio cuerpo convertido en extraño. Incluso la posibilidad de sostener una charla, mano a mano y en confianza, con el mismísimo Dios.
Nacidos en el siglo XX, los relatos de Octavia Butler le hablan a nuestro tiempo. Por momentos me recuerdan a otra mujer de armas tomar, la británica Angelica Carter. Sin embargo, mientras Carter convertía los viejos cuentos de hadas en universos aptos para adultos contemporáneos, donde la ruptura del límite e incluso la zoofilia estaban ahí nomás, peligrosos y acechantes, en Butler la operación es menos gótica, siempre curiosa, quizás más desapegada.
“¿Quién sabe qué tenemos los humanos que otros podrían aceptar como pago por un espacio habitable en un mundo que no es el nuestro?”, se interrogó alguna vez Butler. De su intento por responder esa pregunta nació el cuento “Hija de sangre”. La respuesta, como debe ser, es inquietante y habla más de lo que somos que de lo que podríamos ser. Tal como ocurre, puntual y rítmicamente, con cada uno de los cuentos de esta autora.