
Operación Algeciras: Una misión en el peñón de la Reina
Máximo Nicoletti, un ex montonero que durante la Guerra de las Malvinas fue reclutado por la Armada para volar una fragata británica en Gibraltar, revela detalles de la fallida misión
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En estos días se estrenó en España el documental "Operación Algeciras", que relata la historia de una misión de ataque a buques británicos en la base de Gibraltar, durante la Guerra de las islas Malvinas. El director Jesús Mora obtuvo los testimonios de los hombres involucrados en ese operativo cuyo objetivo táctico era sacar el conflicto del área exclusiva del Atlántico Sur. La película de noventa minutos pudo verse en la Argentina a comienzos de este año y en ella cuenta su participación Máximo Nicoletti, uno de los cuatro hombres enviados por el almirante Jorge Anaya a buscar un blanco lejano que mostrase la decisión de sostener una pelea en cualquier lado.
Pero la particularidad de la operación no termina en esa maniobra, en esa ofensiva irregular que debía abrir escenarios bélicos difíciles de predecir, en esa acción frustrada finalmente a horas de concretarse. Nicoletti y dos de sus compañeros tenían una experiencia particular en ese tipo de tareas, ocho años antes se habían infiltrado en el astillero de Río Santiago y lograron hacer estallar el destructor ARA Santísima Trinidad: formaban parte del grupo Montoneros.
A pedido de la conducción naval, ese grupo comando tendría su participación en la guerra de 1982.
"Esta es una operación que no estaba planeada para Gibraltar o Inglaterra, sino que estaba montada para otros posibles enemigos", cuenta Nicoletti a LA NACION. La idea de contar con ciertas habilidades aprendidas fuera de los centros formales de educación militar empezó a tomar forma en la Armada en 1977, luego de la detención de Nicoletti y en plena crisis militar con Chile. Para casos más cercanos no había nada de improvisación, sino que ya se tenían blancos marcados, casas seguras, vías de entrada y salida, inteligencia previa sobre los objetivos. Pero no había planes de contingencia sobre la flota británica.
"Cuando surgió lo de Malvinas estábamos distribuidos en otros países; yo, en los Estados Unidos, otro en Ecuador y otro en Venezuela. Llamamos y solicitamos instrucciones; nos dijeron que volviéramos a la Argentina, que algo haríamos. Se pensó en atacar algún buque de abastecimiento británico en Montevideo o Brasil, pero surgió la idea de hacerlo en Europa. "Nos preguntaron si era factible o no, y con uno de mis compañeros, Nelson Latorre, el "Pelado", que había sido jefe de la zona Capital de Montoneros, dijimos que si nos ponían las cargas en España la operación era factible", comenta Nicoletti.
Tres minas italianas, con 20 kilos de trotyl y mecanismos de relojería ingresaron a mediados de abril a Madrid por valija diplomática.
"Fuimos sin estructura de apoyo porque, si pasaba algo, éramos montoneros y la Argentina no quedaba pegada -relata-. El único que viajó con nosotros fue un oficial retirado de la Armada, un tipo extraordinario, que murió hace un tiempo".
El tercer miembro del comando montonero sólo será conocido por el apodo de "el Marciano"; "el Pelado" Latorre falleció hace unos años y está enterrado bajo otro nombre, con el que habría tenido una destacada labor internacional en el área de las relaciones del trabajo.
Fronteras adentro
Nicoletti destaca la acción planeada por el mando naval: "La decisión de Anaya es una de las más revolucionarias que se tomaron en la Argentina, porque estábamos atacando a la OTAN, a Estados Unidos; atacar en Europa era una decisión muy pesada, hay que rescatarla desde ese punto de vista. Lo más importante es destacar hasta dónde quería llegar la Armada en su enfrentamiento con Inglaterra".
"Era una operación para llegar, ejecutarla en dos días e irse. Nos quedamos esperando la orden más de un mes y medio", dice, y cuenta cómo las negociaciones internacionales para detener el conflicto en el Atlántico Sur frenaban el golpe de mano.
La primera revisión de la zona convence a este grupo mixto de seguir adelante. "Le dije al Pelado: ?alguna forma vamos a encontrar para hundirle un barco a estos tipos´. Nos teníamos mucha confianza operativa".
En Madrid, los cuatro hombres alquilaron tres vehículos para recorrer los 600 kilómetros hacia la zona de Gibraltar. Sin radios y en un año en que la telefonía celular no estaba en el horizonte cercano, el grupo estableció un sistema de viaje con cierta seguridad. El primer automóvil hacía las veces de vigía: si se topaba con un control policial, sólo debía dar la vuelta y, al cruzarse en el camino con los otros dos vehículos, sus compañeros entenderían el mensaje de que por allí no podía avanzarse. Si ese automóvil adelantado levantaba sospechas, podía pasar una revisión policial, porque las cargas explosivas se transportaban en el último vehículo.
Resultaba un momento por demás complejo para la misión, porque se habían reforzado los controles de ruta ante la inminencia del mundial de fútbol y por las operaciones que desarrollaban las unidades de ETA. En ese ambiente especial de inteligencia y contraterrorismo debía moverse el grupo argentino, sin la información previa de la que sí disponían para otros blancos.
Alquilaron una casa en la playa y trataron de pasar inadvertidos, aunque en esa época no hay demasiados visitantes en el lugar. Ya habían comprado un bote en el Corte Inglés, en Madrid. "Si vas a un lugar en que conozcan de botes te van a preguntar de todo, para qué lo vas a usar, en qué zona vas a pescar? En cambio, si vas al Corte Inglés agarrás un bote, un motorcito y pasás por la caja?", cuenta Nicoletti.
"No teníamos tarjetas de crédito, teníamos que manejarnos con efectivo, y ése fue uno de los problemas con el alquiler de los coches", recuerda.
En Gibraltar no había buques británicos de manera permanente. Una fragata acompañaba a un barco petrolero de vez en cuando, sin un patrón fijo de entrada al puerto. El grupo quería actuar el 1º de mayo, luego de enterarse del bombardeo sobre Puerto Argentino, pero desde Buenos Aires detuvieron el intento porque la Armada preparaba una acción más convencional sobre la flota inglesa en el Atlántico Sur.
En la segunda semana de mayo, el grupo tenía luz verde para elegir el blanco y el momento. La intención era acercarse en bote hasta tres kilómetros del objetivo, en la noche nadar hasta una fragata, colocar los explosivos, y horas antes del estallido empezar a retirarse hacia Barcelona para cruzar a Francia.
Hacia las 16, el bote con Nicoletti y otro de sus compañeros a bordo debía ingresar en la bahía de Algeciras. Un automóvil los aguardaría en la madrugada cerca de la base de Gibraltar para completar la salida del área de operaciones. El contrato de alquiler del automóvil estaba vencido y se pensó entonces en renovarlo para no tener problemas en la ruta. Faltaban pocas horas para el comienzo del plan y fue en ese preciso momento en que el grupo fue detenido, cuando la policía española los encontró en la agencia de alquiler de automóviles.
Nicoletti afirma que fue una casualidad, porque la policía española buscaba a un grupo de argentinos por robos comunes. "Después dicen que nos estaban buscando porque habían detectado las llamadas entre la embajada y Buenos Aires, pero jamás se habló desde allí. Además, si nos tenían ubicados, por qué esperaron a que fuésemos a renovar el alquiler justo antes de la operación, si decidimos hacerlo en ese momento?", se pregunta.
Enterado del plan real y en procura de liberarse de un problema diplomático, el gobierno español envió al grupo comando de regreso a la Argentina horas después de las detenciones. Cuenta el protagonista de la historia que tanto fue el apuro por sacarlos de España que el viaje Málaga-Madrid fue realizado en el avión del entonces primer ministro Leopoldo Calvo Sotelo.
"Un grupo de nuestras características era diferente, el concepto que nosotros introdujimos es sumarle a una fuerza armada la capacidad de un grupo guerrillero que tiene experiencia en la clandestinidad, que se maneja sin estructura de apoyo. Un comando anfibio es diez veces mejor que yo en el agua, pero no le podés decir que va a ir con un documento trucho y que tiene que decir que es José Piedra, armar la bomba y arreglárselas solo", comenta Nicoletti.
Su testimonio, el del almirante Anaya y de historiadores militares británicos y españoles quedaron reflejados en la película.



