Opositores unidos y dominados
Conmovedor, elocuente, definitiva? y siguen los adjetivos que podrían usarse para definir y calificar la imagen que entregó el acto en el Salón de los Patriotas Latinoamericanos de la Casa Rosada, el martes pasado.
Tardó más de tres meses pero llegó. La foto de la aniquilación electoral de la oposición y su rendición incondicional finalmente pudo concretarse.
Al Gobierno le bastó una invitación y un tema convocante para que, sin condiciones, los líderes partidarios y parlamentarios opositores se presentaran obediente y literalmente a los pies de la Presidenta.
El Gobierno, que sabe del valor de la imagen y los símbolos, aprovechó el acontecimiento en toda su magnitud. Junto a los sindicalistas que acaba de poner en el bando de los réprobos, ubicó a los opositores en primera fila. Exhibió las cabezas satisfechas de estar allí como su más flamante trofeo de caza.
Y ellos respondieron a su nueva condición, tanto que algunos hasta le arrebataron al jefe de Gabinete su récord mundial de velocidad de aplauso frente a las expresiones presidenciales. Eso sí, aún deben esforzarse: todavía no consiguieron emular la amplia sonrisa embelesada que al ex intelectual le brota instantánea cada vez que escucha a Cristina.
Sin embargo, hay que admitir que esta descripción es mezquina con el nuevo y magnífico triunfo del Gobierno, y es injusta con el definitivo éxito de su política de comunicación unidireccional.
Complacidos con la inusual invitación a participar de un acto oficial y tentados con un eventual viaje en el avión presidencial a la ONU, los opositores no sólo resignaron su rol institucional al no exigirle al Gobierno información antes de decidir su asistencia, sino que tras su masiva presencia en la Casa Rosada ni siquiera atinaron a pedir precisiones o a preguntar qué más haría el Poder Ejecutivo, además de la anunciada denuncia ante la ONU y las quejas públicas, para obtener algún resultado concreto que modifique una situación que no registra cambios sustanciales desde la derrota en la guerra de 1982.
A ninguno de ellos se le ocurrió, por ejemplo, devolver gentilezas y citar al canciller y al ministro de Defensa al Congreso para que expliquen, por ejemplo, cómo adecuará el Gobierno su política exterior a las nuevas circunstancias, qué otros recursos podría utilizar, qué hará para restablecer los resquebrajados vínculos con muchos países que podrían ayudar (o, al menos, no entorpecer) a la causa argentina, cuál es el mandato que llevará la flamante embajadora ante Gran Bretaña, qué pasará con los acuerdos firmados por Menem en 1999 en Londres, qué planes específicos tiene para las islas, si habrá cambios en la política de Defensa frente a la militarización denunciada, etc., etc., etcétera.
Nada de nada, ninguna inquietud, ninguna duda, sólo aplausos.
Difícil no recordar a Perón y no pensar que 2012 encontró a la oposición unida y dominada.