
Para ejercer el control ciudadano
Por Carlos A. Manfroni Para La Nación
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Todavía los ciudadanos no podemos saber qué está ocurriendo con la eliminación de las denominadas listas sábana para la elección de legisladores nacionales, a pesar de la trascendencia que esa medida tendría para el futuro institucional.
La diferencia entre un sistema en el cual se vota por una larga lista de desconocidos y otro sistema de distritos pequeños, cada uno de los cuales elige un solo diputado, no es una mera variable de procedimientos. Se trata nada menos que de decidir si el control de la política continuará concentrado en los partidos o estará en manos de la gente.
En el sistema actual, la participación de los ciudadanos se limita al voto por un partido o por otro, cada cierta cantidad de años. Cuando la gente se decepciona, debido a la ineficacia, la corrupción o ambas cosas a la vez, vota por otro partido en el turno siguiente. Como corruptos e ineficaces hay en todos los partidos, el ciclo se repite hasta el infinito y el pueblo se harta de la política.
Votar al vecino
Por debajo del lenguaje declamatorio en el que nadie cree y del lenguaje ideológico en el que ya casi nadie cree, hay un lenguaje de los "negocios" que corta transversalmente los partidos y une a los dirigentes de diferentes tendencias en una fiesta sórdida de la cual está excluida, -por supuesto, la tribuna. Desde esa fiesta, los caciques se ríen a carcajadas de quienes toman en serio sus peleas ideológicas.
En tal situación, los que manejan el poder real del partido deciden quién integrará las listas, en qué número de orden, cómo se distribuirá el dinero de las campañas y el dinero de los favores. Los candidatos están así sujetos al partido, antes y después de las elecciones, pues su indisciplina puede ser castigada con el ostracismo. ¿Cuántas veces hemos oído el eufemismo "disciplina partidaria" para decir que un diputado responde a su partido antes que a los ciudadanos que lo eligieron y a su propia conciencia?
En un sistema de distrito uninominal todo cambia o, al menos, están dadas las condiciones para el cambio. Se establecen circunscripciones reducidas, de igual número de habitantes, cada una de las cuales elige un solo diputado. Naturalmente, esa cercanía permite conocer mejor al candidato que se elegirá, pero esta no es la principal ventaja del sistema. El mayor beneficio de tal mecanismo, y al que verdaderamente le temen tantos políticos, es el control que la gente puede ejercer sobre el diputado.
Cuando hay un solo diputado al que recurrir, los ciudadanos del distrito están en aptitud de pedirle que vote favorable o desfavorablemente determinadas leyes y exigirle explicaciones por el control que ejerce o deja de ejercer sobre los funcionarios de los demás poderes y sobre sus propios colegas.
Cuando, en 1996, la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, donde existe un sistema de distrito uninominal, impuso a Newt Gingrich una multa de 300.000 dólares por una leve falta ética, esa multa fue aprobada por 396 votos contra 28. A la sazón, Gingrich era presidente de la cámara y jefe del bloque republicano, y los republicanos eran mayoría en el cuerpo. Si los diputados republicanos hubieran votado a favor de Gingrich por solidarizarse con su partido, entonces los ciudadanos de cada distrito hubieran castigado con el voto a su respectivo diputado por esa conducta corporativa.
¿Imaginamos cuántas explicaciones podríamos pedir en la Argentina a los legisladores? Además, en cada distrito la gente tiene la posibilidad de seguir de cerca a su diputado, que además es un vecino, y observar si cambió abruptamente su nivel de vida desde que fue elegido. Podría exigirle que abriera al público su declaración patrimonial y dejar de votarlo si no lo hiciera.
El que aspire a ser elegido deberá buscar consenso en su barrio y en las áreas aledañas, y quienes conduzcan el partido se verán obligados a permitir la candidatura de los que cuenten con más apoyo en sus respectivas circunscripciones.
Participación popular
Por otro lado, no es cierto que este sistema perjudique a los partidos pequeños al no permitir la denominada representación proporcional. Cuando los distritos son reducidos y hay un solo candidato por cada uno, la gente vota a personas antes que a partidos y, en ese caso, las fuerzas políticas menores tienen tantas posibilidades como las grandes.
Es verdad que nada de esto es automático y que el buen funcionamiento de un sistema uninominal exige un amplio ejercicio de participación popular y movilización de las organizaciones no gubernamentales en cada distrito. También hay que decir que los proyectos que se están proponiendo en el Senado no representan íntegramente este mecanismo sino un sistema mixto, pero siempre preferible.
En cambio, quien considere que el sistema de listas sábana facilita la participación popular sólo debe observar que hoy la única "participación directa" de los ciudadanos en la política lamentablemente se ejerce en las rutas y aeropuertos. Por cierto, para la dirigencia es más fácil tolerar los cortes de ruta que un auténtico sistema de participación ciudadana. Después de todo, los cortes de ruta solo molestan al pueblo.





